No lo dudamos: Toña la Negra murió del corazón, pero no de infarto: se murió de ternura como bien sentenció el periodista y poeta venezolano Jesús Rosas Marcano.

Toña hace falta en cada noche de ronda y en cada vereda tropical. Ella arrulló los sueños de todo el Caribe entre brumas melódicas, y acunó angustias y esperanzas al calor, magia, cadencia y belleza de su inolvidable voz.

Cuarenta años han transcurrido desde que esta excepcional intérprete detuvo su existencia; desde entonces llueven lágrimas sobre los teclados y resulta duro escribir de su partida, como estimulante resulta igualmente escribir de su vida, voz y obra.

Ella cantaba boleros

Había nacido María Antonieta (hay investigadores que sostienen que es solo Antonia) del Carmen Peregrino Álvarez cerca del Golfo de México el 2 de noviembre de 1912, concretamente en el barrio ‘La Huaca’ de Veracruz. Noche tibia y callada de Veracruz…

Su padre, Timoteo Peregrino Reyes (nacido en 1857), tocaba la guitarra y fue miembro fundador de un gremio de trabajadores portuarios locales. Su madre, Daría Álvarez Campos (nacida en 1867), cantaba en reuniones familiares. Toña tenía cuatro hermanos y tres medios hermanos paternos. El abuelo paterno de Toña, Severo Peregrino, llegó a México desde Puerto Príncipe, Haití, emigrando.

 

Imposible que las palmeras y la suave cadencia de las olas caribes no influyeran en su forma de cantar y en el sensible oído musical que poseyó desde un principio. Lo del ritmo parecía venir por vía familiar y de su lugar de nacimiento, porque como  ella otro de los grandes talentos mexicanos también era jarocho, Agustín Lara, y el hermano de Toña, Manuel, igualmente tenía un gran talento.

Creció envuelta en la magia musical de su tierra y de lo que a ella llegaba desde Cuba. Sones, rumbas y boleros marcaban la pauta en su tiempo.

Cumpliendo 20 años y 29 días de nacida María Antonieta del Carmen Peregrino debutó oficialmente como cantante interpretando temas de Agustín Lara. Ya había superado la etapa del fogueo amateur en un trío en el cual su hermano Manuel era guitarrista y tercera voz e Ignacio Uzcanga Matías era la segunda voz y requinto. (Toña tuvo, además de Manuel dos hermanos músicos: Doroteo y Pablo). Cantaban sobre todo tangos.

 

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Así las cosas todo estuvo listo para recibir el año cuando Toña, la Negra de Veracruz se convirtió en la sorpresa de cierre de 1932 al interpretar, como nadie lo ha logrado jamás los temas que ‘el flaco de oro’ había compuesto, hasta entonces, para el mundo.

Lamento Jarocho, una de las piezas que Agustín Lara hizo para ella no ha podido ser interpretada por otro vocalista como por la mulata mujer de Veracruz. “Para sufrir todas sus desventuras”…

Toña y Agustín Lara “Revancha”

 

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Ciudad Valencia / Telesur