«Una brevísima lectura de Confucio», por Juan Medina Figueredo

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«Una brevísima lectura de Confucio» / Por Juan Medina Figueredo

 

Hace algunos años, ya difusos, un amigo me prestó un tomo rojo de “Confucio” y con ese título (“Tomo rojo de Confucio”), escribí un pequeño texto inscrito en un folleto de pretendidos poemas, “Materia de sueño”, sin fecha definida de su publicación.

De Confucio (550 a.C.) rescato una cita sin aparente relación con el cuerpo del relato con pretensión de poesía: “La virtud del hombre perfecto es comparable a la tierra por su amplitud y profundidad, es comparable al cielo por su elevación y resplandor”.

El brillo de esta definición, que excede a los simples mortales, es propia de quien vivió sumergido entre los más antiguos escritos, canciones y danzas chinas, e indicó a la poesía como el inicio de la educación, por el dominio del lenguaje que permitía, y señaló a la música como su culminación, pasando por la historia. Esta última la vivió en medio de una guerra permanente de diversos reinos. Se propuso reconstruir la tradición como fuente de enseñanzas, de unificación y restauración del espíritu del pueblo chino, afianzado en su concepto de la sabiduría, la moral, el buen gobernante y la seguridad del pueblo.

Sus conceptos centrales son el “Li” o chungyung y el Medio Áureo, también conocido como “Camino Intermedio”.

 

BIOGRAFÍAS PORTÁTILES: JUAN MEDINA FIGUEREDO, por José C. De Nóbrega

 

Lin Yu Tang en su “Sabiduría China” dedica un par de capítulos a lo que se conoce como pensamiento de Confucio y su derivación hacia el confucianismo, fruto de la escuela histórica de sus discípulos, entre los cuales destaca Mencio, que merece capítulo aparte.

Anécdotas, dichos, ceremonias y canciones de antigua inspiración conforman el cuerpo de este compendio antológico, entresacado de lo que se conservó en la memoria del pueblo chino, porque así como Confucio obtuvo fama y fue consejero de emperadores, muy poco duraba su magisterio entre ellos y las persecuciones que sufriera su pensamiento dieron lugar a la quema de sus escritos, salvados para la posteridad por la fidelidad de la milagrosa memoria del pueblo chino.

El “Li”, según Lin Yutang, es un concepto muy amplio, como un delta: en sentido estrecho refiere los rituales, la propiedad y buenas maneras; en sentido filosófico alude al orden social ideal, cada cosa en su lugar, y en sentido personal se refiere a las creencias, Dios, la naturaleza y el lugar del hombre en el universo, distinto de lo externo y accidental.

La moral es un reflejo de la naturaleza. Los rituales aluden fundamentalmente a las ceremonias ancestrales y a los dioses del cielo. Las concibió como una manera de regular la conducta.

Preguntado si creía en Dios, respondió: “No creo, transmito”. Y a quienes indagaban sobre el servicio a los espíritus del cielo, les dijo: “No sabemos todavía cómo servir al hombre ¿cómo podemos hablar de servir a los espíritus?” y en cuanto a la muerte, se fue por la misma dirección: “No sabemos todavía de la vida ¿cómo podemos pretender saber de la muerte?”  Pero, en los versos de uno de sus cantos es enfático:

“La presencia del espíritu:

No puede presentirse,

¡cómo puede ignorarse!”

 

En la relación entre hombre, naturaleza y universo se adentra en lo que Sukuinushisama, el Maestro Fundador de Sukyo Mahikari, así como actualmente el Oshienushi (centro, guía de la Enseñanza) definen como uno de los principios divinos, comunes a las grandes religiones: “La causa está en uno mismo”. En ese sentido, apunta Confucio: “Cuando el arquero no acierta en el blanco, se da vuelta y busca la causa de su fracaso dentro de sí mismo”.

Su doctrina del Medio Áureo, también conocido como “Camino Intermedio”, enfatiza en la sabiduría, el hombre moral, las virtudes, el gobierno recto y su relación con el pueblo.

La política debe subordinarse a la moral.

¿Es el confucianismo una religión o una doctrina moral, educativa y política?

Sobrevivió a las persecuciones, incluso en el siglo pasado a la “revolución cultural china” y actualmente es fuente de inspiración del pueblo chino.

 

Ciudad Valencia / Juan Medina Figueredo