“Una mercancía inusual” por Arnaldo Jiménez

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Son muchos los aspectos que hay que considerar en la relación del libro con la sociedad y de la sociedad con el libro; pero trataremos de focalizar nuestra atención en la paradoja que resulta de la producción del texto escrito en tanto que mercancía, una paradoja que mantiene en tensión al ser humano atento a estos juegos casi psicóticos del mercado y de la industria: el mercado necesita y rechaza al libro al mismo tiempo. Por ello es imposible que dejemos a un lado la relación del mercado con el lector y con el tipo de lectura que el primero de los nombrados necesita más.

Si nos preguntáramos ¿por qué y para qué el mercado necesita al libro?, tendríamos que aventurar las siguientes respuestas: nos ocuparemos primero del ¿por qué? La respuesta es obvia si nos atenemos al modo de cómo funciona el mercado en la sociedad actual. Lo necesita porque por medio de él obtiene y reproduce un tipo de ser humano que responde a sus intereses. La respuesta a la pregunta de ¿para qué lo necesita? es más obvia aún, el mercado necesita este tipo de lector porque requiere vender la mercancía y extraerle el plusvalor tal como lo hace con todas las demás mercancías, es decir, precisa vender y vender bastante.

Lo anterior no es tan contradictorio con los tirajes de las editoriales pequeñas que solo llegan a editar mil ejemplares de cada libro y no superan la docena de autores publicados en un año. Tampoco es contradictorio con esa capacidad que tienen las pequeñas editoriales de terminar convertidas en cementerios bibliográficos. Digo que es más bien complementario, porque el libro de las grandes editoriales no solo vende a un autor y a un tipo de contenido sino a un concepto estético de lo que debe ser un libro, este concepto funciona como ideal para las pequeñas editoriales y como patrón para el consumidor, allí entra en juego el tipo de carátula, los colores y brillos de las mismas, los títulos que están dirigidos a captar compradores, los renombrados autores, etc. todo ello tiene una inversión económica que las pequeñas editoriales no pueden alcanzar y, por tanto, el lector, al hacer la comparación, termina entrampado en las estrategias de venta. Bien, pero, aunque esto sea importante, a nosotros nos interesa mucho más internarnos en otras motivaciones que están escondidas detrás de esos brillos de los libros, dentro de esa trampa editorial o comercial que llamamos marketing.

 

El lector prefabricado

Había dicho que el mercado, entendido como un espacio múltiple por donde circulan las leyes económicas de la oferta y la demanda; entendido como espacio mediador y vehiculizador del encuentro entre el vendedor y el “comprador”; entendido, en fin, como el lugar donde el uso de una mercancía se transforma en cambio, prolongación necesaria de la industria porque allí esta regenera el consumo y las motivaciones reales e imaginarias del mismo. Esta dupla multiplicada en todos los espacios sociales tiene objetivos comunes que necesariamente deben cumplir para sostener el estado de cosas existentes, uno de ellos es producir y reproducir un tipo de subjetividad acorde con sus necesidades e intereses.

La subjetividad es la producción de un molde de personalidad que se acopla luego a una serialidad que sería la entrada a un discurso en el cual el sujeto es ya preconcebido, entendido, definido, identificado y, él, el sujeto mismo –no está de más que recordemos que sujeto es aquél que está sujetado, agarrado a algo, en este caso a un discurso–, al entrar al discurso participa de esta construcción que de él está llevando a cabo la industria y el mercado, de esta manera se le reducen las posibilidades de comprenderse de otra manera. El molde y la serialidad funcionan articulados como cualquier mercancía.

El lector que necesita la industria (y no solo la editorial); cuando hablo de industria me refiero a un sistema complejo de macro-engranajes que, aunque estén aislados física o territorialmente, las funcionalidades de cada una los ensamblan y nos permite entenderlas como un inmenso organismo multifacético que se encuentra al mismo tiempo en todas las direcciones del planeta y en todas las instituciones de la sociedad: la iglesia, la escuela, las leyes, etc. Repito entonces, el lector que necesita la industria es aquel que por un lado no tenga necesidad de buscarse y, por tanto, de leer; y, por otro lado, se acepte o se comprenda como un ser consumidor, devorador de las ilusiones por medio de las cuales él taponaría una carencia producida a su vez por el sistema de trabajo. Si sabemos que este trabajo procura ir vaciando progresivamente el alma del ser humano y colocar en el lugar del alma al deseo; entonces podemos comprender algunos de los móviles que estimulan las ventas.

Los grandes vendedores de libros les ofertan a las personas lo que ellas deberían buscar, y estas búsquedas tienen que ver con la lectura o más bien con la mirada de la realidad y no tan solo con las ofertas editoriales; tienen que ver, no con una cura imaginaria, una idealización del yo en tanto que entidad aislada capaz de soportar los manejos publicitarios, la manipulación mediática, sino con un encuentro con las potencialidades del ser como arquetipo viviente con una alta carga de misterio y de irrealidad.

Es muy fácil hablar del alma de los demás mientras vendo setenta millones de libros, el ser humano de los betsellers es un ser, en términos de Deleuze, desterritorializado, es decir, sin gravedad a la tierra, es un ser casi angélico más allá del hambre y la tragedia cotidiana del diario vivir que tiene que ver más con el espíritu de resistencia de nuestras miserias –incluida aquí, por supuesto, la pobreza– que con las caricias de las virtudes que casi siempre brotan cuando tenemos la satisfacción de las necesidades primarias garantizadas. En estas ofertas el sujeto vuelve a ser entendido como un ser unitario, prefabricado, predecible, definible. Un lector con estas cualidades responde fácilmente a la fragmentación del lenguaje por los sistemas computarizados: si, no, prendido, apagado, cancelar, continuar, me gusta, no me gusta, compartir, rechazar.

 

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El lector que no quiere la industria

Ahora quisiera que nos acercáramos un poco a entender por qué el sistema industrial rechaza al lector si le es tan necesario como ya hemos visto.

No todo es encierro, no todo es paranoia panóptica del sistema. La sociedad actual tiene escollos, pequeños huecos respiratorios, puertas secretas por donde podemos pasar hacia otra manera de entendernos y encontrar joyas preciosas en medio de espesos fangos y cuevas oscuras. Podemos decir que son lugares de humanización. El libro es uno de estos huecos de fértil respiración; como objeto, va en contra de sí mismo en su cualidad de mercancía. Puede ser usado para romper el molde del cual ya hablamos y producir otra subjetividad, otra serialidad, un discurso donde el ser humano no sea preconcebido, por tanto, el libro forjaría otro tipo de lector.

Todo eso convierte al libro en una mercancía extraña, una mercancía que aun contentiva del valor de uso y de cambio, es el uso su valor supremo, tanto para hundir al lector en una mediocridad inmisericorde, en una esclavitud a las leyes del mercado, como para soltarlo hacia sí mismo, liberarlo de su propia madeja y permitirle comprenderse como muchos en uno, como un ser que se hace preguntas en torno a su condición humana. Porque en el libro se encuentra, tanto como en la oralidad, la gran fuente de donde renace el ser humano cada vez que se encuentra a punto de fenecer: el lenguaje con todos sus poderes; por eso, a diferencia de otra mercancía, el libro no es trabajo muerto objetivado, sino trabajo vivo subjetivado.

El lector que la industria rechaza es un lector que comprende que el lenguaje no puede ser insultado, rebajado en su misterio y transformado en mercancía, en algo cognoscible, tangible y cuantificable; es un lector que no es un yo determinado de antemano, es un nosotros individual, un individuo múltiple. Es un lector que entiende que él es un enigma, un misterio, por cierto, la misma cualidad que tiene eso que está fuera de él y que al portar la misma dignidad de lo indescifrable, los iguala: la realidad.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde el 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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