Texto leído en el MUVA este sábado 11 de febrero en el marco de la programación relacionada con la exposición «Carabobo 2021. La escala de la historia. Fotografías de Rodrigo Benavides»
El término “leer” ha crecido en su profundidad, alude a entender en varias dimensiones, descifrar en buena medida, según la circunstancia.
Por eso hablamos de leer no solo un texto escrito, sino de leer el paisaje, leer una sonrisa, una sombra, un cambio en su descripción relativa al clima, un gesto, una señal o muchas.
De modo que, cuando aludimos a leer las imágenes del Campo de Carabobo, el extenso territorio dónde se llevó a cabo la Batalla, que se considera dio el triunfo a los patriotas connacionales frente al ejército español, estamos refiriéndonos a una noción significativa por la transmisión de un conjunto de elementos, que como tales, comprenden el aglutinar percepciones, todas válidas, basadas en un universo de abstracciones bajo el lema: País.
En el mundo primario de la justificación inmediata, nos remitimos a un territorio rural, con coordenadas precisas, una ubicación particular, una vegetación particular, un paisaje dado, pero es en el orden de lo simbólico contextual que ese espacio, con nombre y apellido, pasa a transmitir una concepción histórica con una complejidad de significados.
«Campo de Carabobo, el lugar donde se llevó a cabo la Batalla de Carabobo». Así su más sustancial sello significativo alude a una acción de primera línea para los anales de la Historia de Venezuela como territorio-país.
Entonces, este enunciado devela o remite a una serie de significaciones precisas, ancladas a la Historia Patria, aludiendo a estrategias de campo en batalla, a personas, paisajes, reglamentos, huellas parentales, capítulos y detalles generados desde muy distintas percepciones posibles, que se anotan en la identidad de esa huella-país.
Descubrirlo desde esta perspectiva lo convierte en un territorio para ser leído, desde múltiples maneras, y de hecho ese espacio rural tiene entonces un sello significativo y un lugar en el contexto en torno a nuestra historia nacional.
Si lo pensamos en términos de la esfera de los lenguajes de creación, podemos relativizar su circunstancia a la obra de los pintores que se han ocupado de la gesta de aquella Batalla de Carabobo, de la cual se registran anécdotas particulares, de lo llevado a cabo por los guerreros que participaron en ella, ejecutando sus hazañas sobre ese espacio territorial.
Y sin duda habría que implicar desde soldados rasos a militares de carrera, quienes son nombrados en los textos que remiten al recuento de la Historia Patria de Venezuela en los momentos de ese desenlace tan significativo.
A esa tarea rigurosa y expedita se dedicó el realizador Luis Alberto Lamata para la creación de su interesante serie televisiva, en la que nos cuenta circunstancias y detalles en torno a los sucesos que condujeron a la Batalla y al proceso de su ejecución.
Cuando estaba por celebrarse el gran aniversario de esa Batalla de Carabobo, el diario de prensa Ciudad Caracas mantuvo en guardia a varios de sus periodistas, quienes se venían aquí [al Campo de Carabobo] con el fin de entrevistar a gente que hoy día constituye la población de ese territorio y su entorno, en una búsqueda de pesquisas que nos orientaran a conocer en qué medida el habitante de ese espacio tiene una imagen significativa en relación de lo que ese lugar físico es, en el ámbito de lo simbólico-histórico para el país y sus con nacionales.
Posterior a esas programaciones de recordatorio de aquellas circunstancias y aconteceres celebrativos, hemos tenido la oportunidad de disfrutar de la exposición del fotógrafo Rodrigo Benavides, Premio Nacional de Fotografía, quien llevó a cabo una serie bastante completa de su obra fotográfica dedicada a imágenes del Campo Carabobo, en la visión del hoy, desde su mirada personal, en nuestra contemporaneidad, y expuso buena parte de ese trabajo en el Museo de Arte Valencia (MUVA).
Su exposición se anota en ese contexto del mirar un espacio territorial dado, que tiene simbólicamente una gran trascendencia histórica, y de hecho es importante para todos nosotros, y analizar, la relación que puede producirse entre la percepción de esos espacios del Campo de Carabobo directamente y la visión que transmiten tales fotografías directamente de ese espacio-lugar en su dimensión hoy.
Estamos tomando conciencia de que ese lugar, que sabemos corresponde al haber sido escenario de tales o cuales circunstancias, que implicaron anécdotas y personajes, tiene un subrayado imborrable en el contexto de nuestra historia nacional.
En la escuela nos enseñaron que Negro Primero alcanzó a decir algo cómo: “Vengo a decirle adiós, porque estoy muerto” a José Antonio Páez, y anécdotas como esa completan un conjunto de imágenes que se nos describen, una y otra vez, en el proceso de nuestra escolaridad y que vivimos o revivimos de diversas manera en el trayecto mismo de la recepción, en nuestra vida como alumnos de las cátedras de Historia de Venezuela desde la escuela primaria.
Espacios, personajes, diálogos posibles, paisaje, todo se interioriza y va diseñando un cauce combinatorio, que es una realidad para la construcción misma de nuestro imaginario en la ubicación de aquello que la “Historia Patria” nos relata.
Si establecemos algunas coordenadas comparativas con otros casos similares, pensamos por ejemplo en aquello que cuentan La Iliada y La Odisea, con un “núcleo histórico notable”, y encontraremos que ha resultado difícil a los especialistas “probar siquiera que haya existido Troya”. (Delgado J., El bosque de los libros, pág.35). Y estamos hablando de los poemas homéricos y la historia griega.
Me alejo del tema porque estamos relativizando nuestra Historia de Venezuela, y lo que ha tenido que ver con un territorio dado, donde se realizó una batalla que fue concluyente para el proceso de su independencia. Pero el paralelismo es válido.
Ayer, cuando Rodrigo Benavides y Luis Alberto Lamata exponían su perspectiva dimensionada en términos territoriales, pensamos también en esa dimensión desde un paisaje, un lugar, y las posibilidades de creación alrededor del mismo.
En efecto, la imagen de un territorio como el ocupado por el Campo de Carabobo, como escenario de la Batalla más importante de la gesta libertadora, puede servir de cuadro inspirador para la creación en diversos lenguajes, como la serie fotográfica de Rodrigo Benavides, o la serie de televisión escrita por Lamata acerca de la gesta libertadora, y son prueba de las relaciones que pueden establecer las y los creadores desde diversos lenguajes del arte y la literatura.
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Es un hecho que no promueve discusión, por el contrario: moviliza la certeza de inventar a partir de una noción de identidad, de identificación con el territorio, lo que puede ser motivante para un artista, para un creador que instrumente el lenguaje que conciba de su mayor afinidad.
Cada lectura significativa de ese espacio puede movilizar hacia la elaboración de nueva obra, reveladora de facetas distintas de esa misma identidad, necesaria sustancialmente para dar alma a lo creado, desde los muchos códigos posibles del arte y la literatura.
Rodrigo llevó a cabo un trabajo de registro fotográfico desde su mirada y Luis Alberto Lamata diseñó y produjo una serie dramática televisiva para contar sucesos históricos, con personajes con respaldo real combinados con otros ficticios, ambas realizaciones son buenos ejemplos de lo planteado, como generadas por ese espacio cuna de la batalla fundamental de la gesta libertadora, que es el asunto central que nos ha reunido estos días, y consideramos este un diálogo que ha valido la pena y nos ha nutrido muy positivamente, por lo que damos las gracias a los impulsores del mismo.
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Laura Mercedes Antillano Armas (Caracas, Venezuela, 8 de agosto de 1950) es una escritora venezolana, que ha incursionado en los géneros de ensayo, poesía, cuento, novela y crítica literaria. También ha trabajado como titiritera, guionista de radio y televisión y promotora cultural.
Es licenciada en Letras Hispanoamericanas y Magister en Literatura Venezolana por la Universidad del Zulia (LUZ). Durante 25 años ejerció como profesora de Literatura en el pre-grado de la Facultad de Educación de la Universidad de Carabobo (UC). También coordinó el Postgrado en Literatura Venezolana de la UC (1995-1998), además de ejercer también como Directora de Cultura de la misma universidad (1999).
Es ganadora del Premio Nacional Cultura, mención Literatura, 2012-2014, Premio Bienal José Rafael Pocaterra mención Poesía con la obra “Migajas” (2004), Ascesis al Premio Miguel Otero Silva de la editorial Planeta de Venezuela con su novela “Solitaria solidaria” (1990), Premio de Cuento del diario El Nacional con su cuento “La luna no es de pan de horno” (1977), Premio Julio Garmendia de la Universidad Central de Venezuela (UCV) con el cuento “Caballero de Bizancio” (1975).
Entre su vasta obra publicada se incluyen, entre otros: La bella época (cuentos, 1969), La muerte del Monstruo Come Piedra (novela, 1971 y 1997), Un carro largo se llama tren (cuentos, 1975), Haticos Casa Nº 20 (cuentos, 1975), Los niños y la literatura (estudio, 1978), Maracaibo: Las paredes del sueño (textos, con fotografías de Julio Vengoechea, 1981), Perfume de gardenia (novela, 1982, 1984 y 1996), Dime si adentro de ti no oyes tu corazón partir (cuentos, 1983 y 1992), Cuentos de película (cuentos, 1985 y 1997), Literatura infantil e ideología (estudio, 1987), La luna no es pan de horno (cuentos, 1988), Solitaria Solidaria (novela, 1990 y 2001), ¿Cenan los tigres la noche de Navidad? (cuento infantil, 1990 y 2005), ¡Ay! Que aburrido es leer: El hábito lector y el cuento de la infancia (estudio, 1991), Jacobo ahora no se aburre (cuento infantil, ilustrado por Tony Boza, 1991), Tuna de mar (cuentos, 1991), Diana en la tierra wayúu (novela infantil, 1992), Una vaca querida (literatura infantil, 1996), Apuntes sobre literatura para niños y jóvenes (estudio, 1997), Las aguas tenían reflejos de plata (novela, 2002), Elogio a la comunidad (texto divulgativo, 2004), Poesía completa 1968-2005 (poesía, 2005), Emilio en busca del enmascarado de plata (novela para niños, 2005), La luna no es pan de horno y otros cuentos (antología de cuentos, 2005), La aventura de leer (estrategias de lectura, 2005), Libro de amigo (poesía, 2007), Crónicas de una mirada conmovida (crónicas periodísticas, 2011), Ellas (Semblanzas, artículos, entrevistas, 2013), Las alas de la lectura (estrategias de lectura, 2019), Me haré de aire (cuentos, 2021).
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