El entorno colonial más hermoso de mi Valencia y que ha podido ser conservado casi intacto es el que conforman los predios de los antiguos conventos.

Allí se elevan las estructuras de lo que hoy es El Capitolio, el Teatro Municipal, La Casa de la Estrella y la de «Los Celis», «El Templo de San Francisco, la Plaza Sucre, la Casa de Don Fernando y la, Vieja Universidad.

La Plaza Sucre de los años 30 y 40, era un sitio encantado, donde solíamos estudiar por las noches ante la proximidad de los exámenes y durante el día, servía de solaz a los estudiantes del Colegió Federal, del Colegio, Páez, y del Liceo Pedro Gual.

 

Años más tarde, fue trasladada, de la esquina de San Francisco, para asentar allí, la Escuela de Derecho Miguel José Sanz. Mis recuerdos son los del -liceo por haber constituido una vivencia de los dos años de bachillerato, segundo y tercero que pude cursar allí cuando tuve que abandonar el «Andrés Bello» de Caracas, por haberme asociado a una protesta estudiantil durante el mandato cívico-militar del ilustre general Medina Angarita.

Pero, permítanme regresar a lo que conocí de ese entorno colonial donde se ubicaba la Plaza Sucre, de casi mil quinientos metros Cuadrados; y que por sus reducidas dimensiones, era llamada la «Placita Sucre»…!

La «placita» que conocí, tenía un barandal de hierro, bancos de granito y en vez de grama o jardines tenía espacios cubiertos con piedras picada, que a menudo utilizábamos para matar el tiempo entre clase y clase con el criollísimo Juego de pom-pom.

Allí esperábamos ansiosos la salida de las bellas niñas de la Escuela Federal «Peñalver» que ocupaba la vetusta casona colonial de «don Fernando» porque su dueño, era el ilustre, prócer valenciano de origen español Fernando de Peñalver.

– Shh… Shhhh.. Olguita… Olguita…!

– Déjala quieta vale, que la maestra te está viendo…!

– Es que quiero invitarla para la vespertina…!

– Bueno, pero es feo que la estés

«siseando», vale!

– Ah pues! Pero si el bachiller Ponce Bello, te caza, o si la maestra Josefina se da cuenta, nos van a prohibir a todos que nos paremos aquí y pagamos juntos por pecadores!

– Bueno, esta bien, pero no te alteres, yo se que tu lo haces por el bien de todos. Bríndame un «raspao», pues!

Yo ..? No hombre chico! Lo que tengo es para el tranvía…!

– Bueno pichirre, te lo brindo yo..!

 

Un dialogo de adolescentes formales, porque ya nos habíamos’ «echado los pantalones largos» símbolo de «seriedad de hombres» y porque era la costumbre. El que los usaba, «cortos» con largas medias hasta la mitad del muslo, podría todavía permitirse la libertad de jugar en las calles, saltar, correr, etc., pero quien usaba «pantalones largos» … : era un hombre!

Los bedeles del liceo, escuchaban en los corredores del viejo convento, el murmullo de cánticos y rezos de los franciscanos.

El viejo bedel de la Escuela, creía a su vez oír en los largos corredores de la vieja mansión el eco de pisadas y el tintineo de los aperos militares de los antiguos moradores de la era colonial.

Cuanta fantasía puede nuestra mente forjar en el bajel del pensamiento; al emprender los misteriosos viajes hacia el pasado!

Me sucedió muchas veces cuando el sueño me rendía: sobre la silla de extensión que me llevaba para estudiar en esa mágica placita Sucre, ante la proximidad de los exámenes. Éramos sin duda; un selecto grupo de valencianos de postín:

Siempre coincidíamos los estudiantes de categoría: como Aníbal Rueda, Armando Guevara y su hermano Luis Guevara Moreno, Oswaldo Vigas, afamados pintores patrimonio de Valencia, Guillermo Mujica Sevilla, hoy Cronista de nuestra ciudad y médico eminente, Edgar Gómez y Raúl Gómez, ex-gobernadores, Oscar Guevara y el Negro Guevara, tempranamente des aparecidos y otros entrañables, a quienes a veces menciono en las páginas de este libro.

Toca finalmente hablar de muy ¡lustre Director de aquel viejo liceo Pedro Gual. El bachiller JOSE GREGORIO PONCE BELLO…! Me parece verlo de pie frente al viejo portón, en actitud de vigilia, adusto, carismático, todo un señor profesor.

– Profesor, mire…

– No me diga profesor, dígame «bachiller»….! .

Al decirlo, sus facciones daban señales de legítimo orgullo:

– Hay que ver, jovencita, como hay que quemarse duro las pestañas, para merecer el título de bachiller! Serio y silencioso se paseaba por los corredores del Pedro Gual, cuando no estaba dictando sus amenas clases, matizadas con un toque carismático de buen humor. Imposible compararlo con muchos de los profesores de las últimas décadas, algunos de ellos sin vocación alguna. Ponce Bello era, también fino poeta, creador de muchos epigramas donde desbordaba su ingenio.

Algunos de sus alumnos, llegaron a entablar con el una férrea amistad, al extremo de salir «a correr truenos»…

Me contaba mi inolvidable primo-hermano Vicente y su incondicional Francisco Polo Castellanos «Polito» que, en una de esas noches de farra, pararon el carro de alquiler donde se desplazaban, en una venta de licores:

– No hay brandy bachiller, pura caña clara..!

Sin comentario alguno, Ponce Bello habló al chofer…

– Aquí no es ..! Prosigue «auriga», prosigue!

Cuando por fin consiguieron la bebida que buscaban y pudieron escanciar aquella botella, el bachiller hizo gala de de satírico humor y de aquel ingenio que le era característico para brindar, en «homenaje» al chófer que supo Llevarlos a conseguir la tan ansiada bebida, en estos términos:

– Brindo por este, moderno auriga, que con una rienda de forma redonda hace caminar a cuatro caballos también redondos, de raza «banda blanca».

Resulta grato evocar estas cuatro figuras tan llenas de vivencia: La placita Sucre, cuyo encanto no ha sido posible recobrar, a pesar de haber sido objeto de remodelaciones a cargo de talentosos arquitectos.

La Escuela Peñalver donde tantos amores se transformaron en hermosas estampas familiares. El liceo que también ha perdido su encanto, porque perdió el calor de los alumnos que en nuestra mayoría, le pusimos amor y le dimos la importancia que aún conserva y El Director Ponce Bello, cuya figura carismática no pudo ser imitada… jamás!

Sin duda. Otras gentes, otras vida, otros ideales!

 

Calle Carabobo con Cantaura (Ángulo sur – oeste de la Plaza Candelaria)

 

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Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

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