“Útero democrático” por Arnaldo Jiménez

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Divagaciones-Arnaldo Jiménez-Poesía de lugar

El hogar sería el espacio donde la conformación de una personalidad democrática podría ser posible, el inicio múltiple de las relaciones sociales; es decir, el hogar como síntesis microscópica de todas las relaciones socioculturales y políticas que sostienen y reproducen la cultura actual.

La circulación de lo afectivo desde las bases solidarias de la familia estaría forjando una socialización según los valores democráticos. Si partimos del principio de que participamos y pertenecemos a una sociedad democrática, ¿por qué no vemos ese molde de personalidad multiplicado en los individuos? ¿Por qué los individuos no se constituyen ni se comportan como socios con intereses y objetivos comunes?

Las posibles respuestas no se encuentran solamente en las esferas políticas de la gobernabilidad. No se encuentran incubadas en los tejidos de la macrofísica del poder. Debemos sobre todo indagar en la infraestructura de la sociedad capitalista, pero cuando digo infraestructura no me estoy refiriendo a la base económica de la explotación del trabajo, sino a las relaciones íntimas y afectivas, a las relaciones eróticas y sexuales que constituye a los hogares.

Es preciso entonces que no se entienda aquí por sexualidad una práctica perversa, plena de prohibiciones que solo tiene como campo de su realización las alcobas de los amantes. La sexualidad es un concepto amplio, se entiende como una instancia politizada, no privada ni asocial, es una plataforma de vínculos y diálogos económicos, culturales, personales, sociales, religiosos, morales y éticos, cuya premisa sería la producción social de identidades. En esta coyuntura histórica, a esas relaciones solidarias y afectivas de comprensión del otro se les llama, en el ámbito colectivo, democracia, pero aquellas relaciones pudieran tener otra adecuación en un tipo de sociedad diferente.

Las relaciones ideológicas y culturales que cada época histórica muestra como surgida de relaciones sociales extra-hogar se han configurado previamente en las relaciones intra-hogar, es lo que pudiéramos llamar un modo sexual de producción de identidades. ¿Por qué sexual? Porque en torno a la repartición de funciones según el sexo en el hogar se configuran las funciones contractuales de la sociedad como un todo.

Al menos esa fue la génesis de la sociedad moderna y esa es la que se fragua en los hornos de la posmodernidad que se caracteriza por la desintegración del modelo de familia que aún perdura de la cultura anterior, a través de la resurgencia formal de prácticas sexuales que antes eran silenciadas o no explotadas por el mercado, como los homosexuales, el feminismo, los transgéneros…, y la formación de un nuevo sujeto que tiende a dejar para sí todas las cargas eróticas que debería darle a la cultura y, por lo tanto, basa sus relaciones sociales en torno a la agresión y a la destrucción.

¿Por qué sexual? Porque cada persona sacrifica su energía libidinal para que las instituciones culturales sigan funcionando, esa energía se transforma luego en argumentos discursivos que tienden a unir o aglutinar a las personas, es decir, en política. Podemos afirmar que desde los hogares surgen los modelos ideológicos y culturales que identifican a una época. Ahora bien, ¿por qué si toda la política se interesa por la consecución de una personalidad democrática ésta no termina de ser el lugar común de nuestro comportamiento?

Dije anteriormente que debemos indagar en el modelo familiar que sirve de fragua para el desarrollo de aquella personalidad; y al hacerlo, estaríamos buscando también las posibles respuestas que otras instituciones como la religión, la política, la economía, etc, nos podrían dar, ya que todo lo privado es público, todo lo externo es interno, todo lo psíquico es social y viceversa.

La religión interviene en el hogar dividiendo a la mujer y al hombre. La mujer se debate entre ser una buena esposa y una mala amante, es decir, entre complacer sexualmente al esposo y ser su puta privada o inhibirse de esto y ser profesional, madre, esposa servil y, por tanto, pecar lo menos posible en el hogar, ya que al tener hijos es la imagen de la pureza y la virtud que los padres deben mostrar: la sagrada familia.

Por su parte, el hombre tiende a conseguir para sí los signos que lo transforman en el macho de la horda moderna, dinero, sexo y poder. Válido para cualquier clase social, pues estos signos, en el caso de la pobreza, se convierten en modelos a conseguir, en virtudes que demarcan las carencias y en significantes que adquieren otras connotaciones y otras vías para su realización. Todo esto lo lleva a no permanecer en el hogar mucho tiempo, lo convierten en un jefe nómada.

Estos tipos de personalidades son los que se “encuentran” sexualmente, estos son los seres que preparan la circulación de lo afectivo para que el molde logrado en el hogar pueda extenderse a esferas públicas y políticas más amplias. La religión, como vemos, cruza lo íntimo e interviene, al incubarse en el yo-cuerpo, en la conciencia-sujeto, en todas las demás esferas.

Sin embargo, actualmente conseguimos una reducción de sus resonancias, una debilidad como institución rectora de lo cultural. Pudiéramos ubicar el instante de esa fractura a principios del siglo pasado cuando el ser humano comienza a preguntarle a la divinidad por su eficacia en la solución de los problemas sociales.

Es cierto, los grandes ideales religiosos ya no forman parte activa en el desarrollo de la personalidad como lo fue hasta hace pocas décadas. Los mandatos colectivos estaban llamados a crear un carril por donde se enganchaban las personalidades. Solo la mujer consigue retener un poco de la prohibición religiosa cristiana y generalmente opera en el hogar como un vector de displacer, el hombre, acostumbrado a negar lo que lo niega huye del displacer porque allí no realiza sus intereses ni sus ideales.

Pero aún no hemos dicho todo. El hogar también tiene una existencia física. Ya hemos visto que las negaciones recaen mayormente en la mujer, mas, desde lo económico y lo político se cierne una ruptura en el hogar al no permitir que la mayoría de la población pueda ser propietaria o hacer uso de una estructura física adecuada a la producción de la identidad democrática; y si partimos de la certeza de que esta sociedad es patriarcal en sus comandos de poder, entonces ya sabemos cuál es la función del hombre en y para el hogar.

Recapitulemos: en un hogar físico y moral quebrado e inadecuado, con relaciones sexuales que no logran superar los valores de la competencia ni las frustraciones producidas por la moral religiosa, con seres competitivos en sus roles, es decir, antagónicos y diferenciados, pero complementarios en la producción de la subjetividad democrática que actualmente tenemos y rechazamos o queremos perfeccionar.

Un hogar que establece relaciones con una cultura que reproduce las condiciones de la separación y la indiferencia aún en la convivencia, una cultura cuya institución religiosa fracasa en la conducción de los patrones de la personalidad colectiva; en un hogar así, es casi imposible que se pueda producir la personalidad democrática, que, debería no mostrar la división entre lo público y lo privado; debería mostrar la autenticidad del individuo.

 

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Nótese que por momentos cambiamos individualidad o personalidad por subjetividad democrática. La distinción no es sólo semántica ni caprichosa. La primera, al fracasar, extiende las condiciones para que la segunda surja. La personalidad sería la puesta en práctica de un conjunto de valores arraigados en los que prevalecería el nosotros del hogar sobre el yo-egoísta del capitalismo como sistema (en el campo de la política esto sería equivalente a la preponderancia de los intereses colectivos sobre los individuales).

La subjetividad estaría signada por una división de la personalidad en la que la ideología de la competencia, de la negación del otro, se encarna, cobra fuerza un nosotros formal, coartado en sus alcances, que funciona como espejismo o como una meta a ser alcanzada con la condición de que nunca sea alcanzada. Por ello, es de vital importancia que deslindemos todo lo que de mito tiene la democracia y tracemos objetivos educativos que penetren los hogares y los transformen.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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