El mundo espera con ansiedad las vacunas contra el Covid-19, panaceas del regreso a un mundo donde las personas podrán pasear sin un tapabocas, podrán saludarse sin temor a enfermar y podremos tocarnos afectuosamente sin un dejo de dudas o de temores.
Pero las vacunas, que ciertamente vienen llegando desde varios frentes, no son la panacea que todos esperamos, no se trata de la inyección simple y rápida que nos va a regresar la vida tan simple que llevábamos hace un año.
Rusos, chinos, ingleses, alemanes y cubanos están desarrollando vacunas para impedir la propagación y erradicación de esta cruel enfermedad; se han acelerado los procesos de investigación, elaboración, experimentación y pruebas médicas con la finalidad de dar a la humanidad esta vacuna tan fervientemente esperada. Ya casi se logra.
Sin embargo, el éxito de esta esperanza se ve matizado por dos circunstancias que no son estrictamente científicas ni médicas, sino logísticas y especialmente económicas.
Las más esperadas vacunas son las que vienen de la mano de Pfizer-BioNTech y Oxford y AstraZeneca ambas, como vemos, laboratorios farmacéuticos de alto perfil y privados.
Los medios de comunicación de mundo capitalista se han abocado a darles una amplia difusión a las informaciones que se derivan de estas investigaciones. Estos mismos medios han sido cautelosos, fríos y hasta han sembrado ciertas dudas acerca del desarrollo de otras vacunas como la rusa, la cubana y la china.
Esa es la lógica de defender y apoyar los productos del mundo al cual se pertenece y anular aquellos producidos por los rivales, hasta los ideológicos, aun cuando estos me puedan salvar la vida y aquellos ni siquiera pueda pagarlos.
Si bien es cierto que los procesos logísticos para el transporte y almacenamiento de las vacunas contra el Covid-19 son complicados y requieren de estrictas condiciones de sistemas de enfriamiento, los de Pfizer-BioNTech son tan extremos que se requiere la construcción de facilidades especiales para almacenar las vacunas a una temperatura de -70 grados Celsius, lo cual encarece exageradamente la vacuna y la hace prácticamente asequible solo a países ricos.
En este sentido, María Cristina Rosas, doctora en Relaciones Internacionales y Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México (Unam), comentó al portal informativo Sputniknews, que el estándar de refrigeración de la vacuna de Pfizer está fuera del alcance de África, América Latina y países en desarrollo. Agrega la investigadora mexicana que esta vacuna está diseñada exclusivamente para países de altos ingresos.
La mass-media evidentemente seguirá alabando y promoviendo las vacunas mencionadas y relegando a un segundo plano, cuando no atacando, a aquellas vacunas que surjan de propuestas solidarias o cuando menos no tan imposibles de adquirir como las desarrolladas por grandes consorcios.
Es una lógica normal, tanto de los laboratorios como del sector salud capitalista, que antepone el dinero a la salud.
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Es por ello que voces tan autorizadas como Hellen Clark, exprimera ministra de Nueva Zelanda y exadministradora del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; el presidente de Sudáfrica y de la Unión Africana, Cyril Ramaphosa; la expresidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas, María Fernanda Espinosa, o el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, piden a todos los gobiernos del mundo aunar esfuerzos para apoyar una vacuna de carácter “popular” contra la COVID-19.
Pronto veremos cómo los grandes medios comenzarán a descalificar a estas personas.
Fernando Guevara / Ciudad VLC