Vielsi Arias-columna-Ciudad Escrita-Festival Internacional de Teatro Progresista

El pasado 16 de junio se cumplieron 159 años del natalicio del pintor valenciano Arturo Michelena. Preocupado por dar cuenta de los acontecimientos históricos que gestaban el nacimiento de la República durante el siglo XIX, centró buena parte de su obra en los sucesos políticos de la época al pintar cuadros emblemáticos para el arte nacional como: Miranda en la Carraca, Las Queseras del Medio, Retrato Ecuestre de Bolívar, El Niño Enfermo, Vuelvan Caras, entre otros.

Axel Blanco en su artículo “Arturo Michelena, el infatigable héroe de la luz” (Almiar, oct.17 de 20) refiere que Arturo Michelena desciende de una familia ligada a las artes y a la política.

Desde principios del siglo XIX el primer Michelena desembarca en las costas de Aragua por compromisos con la Compañía Guipuzcoana y a partir de allí establecerán nexos con la historia de la vida nacional. Origen que, indiscutiblemente, llevarán al artista a desarrollar un discurso plástico estrecho con los acontecimientos políticos del momento.

Vale mencionar, en este sentido, a su abuelo materno Pedro Castillo, conocido como pintor, político, escultor y retratista; realizó algunos frescos bajo encargo de José Antonio Páez para su residencia ubicada en la calle Boyacá.

Asimismo, Juan Antonio Michelena, su padre, desarrolla un trabajo artístico que luego abandona por la política y su madre Socorro Castillo de Michelena manifiesta un talento por el oficio textil.

Con motivo del aniversario de la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena, Luis García Jiménez en su discurso de fecha 19 de marzo del año 2020, nos relata que cuando el pintor nació Valencia era una ciudad tranquila de pocos habitantes atravesada por una cotidianidad rural sumida en la incertidumbre de las guerras a las que dio lugar la independencia.

Su residencia (que ya no existe) estaba ubicada en la hoy calle Páez. En esa modestia vivienda Arturo Michelena recibirá clases particulares con la artista francesa Constanza Sauvage, quién le enseña a mejorar su técnica del color y la luz.

Su vocación artística, influenciada por su ambiente familiar, rápidamente se manifiesta mostrando una madurez para el oficio. Con 11 años, Francisco de Sales Pérez, un empresario, escritor y amigo de los Michelena, impresionado por el talento del niño le propone ilustrar su libro Costumbres Venezolanas, texto publicado en el año 1877. Así, desde sus primeros trabajos afianza una técnica que será determinante para el curso de su carrera.

Para Juan Calzadilla el arte venezolano durante el siglo XIX es expresión del nuevo orden político establecido luego del quiebre con la corona española; el cambio se hace ver en la nueva iconografía que aparecerá en la producción artística del país, dando lugar al retrato y el paisaje así como a temas inspirados en los nuevos valores promovidos desde la República.

Sin embargo, el tema religioso sigue presente en las temáticas abordadas por los artistas. El modelo republicano sustituye el modelo colonial por las escuelas de arte e implementa el estudio del dibujo y la pintura siguiendo el patrón europeo.

De manera que el artista nacional tendrá ciertas limitaciones para el desarrollo del oficio y debe conformarse con las posibilidades que le ofrece el Estado. Solo viajar al exterior le garantizaba el desarrollo de una técnica.

Sales Pérez, interesado en el talento del muchacho, gestiona ante Guzmán Blanco una beca para que el joven fuera a estudiar a Francia, sin embargo, la negativa del Presidente le impiden acceder al subsidio. Pero Michelena no se detendrá ante las circunstancias, apertura, junto a su padre, un pequeño taller donde imparten clases de dibujo y pintura.

Al calor del clima político que vive el país y la herencia de una familia ligada al arte y la política Arturo Michelena continúa en la consolidación de un lenguaje propio, trabajando incesantemente siempre bajo la tutela de Juan Antonio Michelena.

Algunas veces es su ayudante, otras veces experimenta con encargos particulares, pero siempre con la vocación, desde temprana edad, de asumirse un artista cabal.

Arturo Michelena pertenece a lo que Juan Calzadilla llama “la generación del centenario”; forma parte de la etapa de la conciencia de un arte moderno en Venezuela que se inaugura con el Salón Centenario en 1883, con motivo de los 100 años del nacimiento de Simón Bolívar, algunos auspiciados por el mandato de Guzmán Blanco.

Al salir Guzmán Blanco del poder, el amigo de la familia gestiona una nueva beca y logra que el joven pueda viajar a París a estudiar en la academia Julien donde se encuentra con el pintor Cristóbal Rojas.

Estando en París su maestro Jean-Paul Laurens le recomienda participar en el Salón Oficial de París y concursa con la obra “el niño enfermo” obra que impacta al jurado y obtiene la medalla en segunda clase máxima distinción que el salón le concedía a un artista extranjero.

Miriam Marcano Torres en su texto “semiología de la enfermedad en la pintura venezolana” hace alusión a la obra señalando lo siguiente:

La escena transcurre en la habitación de una casa de clase media en cuya cama cuidadosamente vestida, yace un niño entre 8 y 10 años de edad, con un cuadro de

fiebre alta probablemente precedida de escalofríos, ya que permanece quieto en su lecho protegido por una cobija y arropado por una gruesa manta en un ambiente en el que la temperatura debe ser cálida, pues por la ventana cuya cortina ha sido cuidadosamente recogida penetran los espléndidos rayos del sol, iluminando la estancia y produciendo un hermosísimo juego de luces y sombras sobre las esponjosas y blanquísimas almohadas que soportan su cabeza. (Gaceta médica, 2003).

La noticia de su premio pronto se conoce en Venezuela y al regresar a Caracas a finales de 1889, es recibido con ovación y reconocimiento de las autoridades. Por primera vez un latino había logrado la distinción del Salón de arte más importante de Europa.

Arturo Michelena es un artista que se inscribe (a juicio de Calzadilla) entre el método historicista aprendido de su maestro Laurens, y podríamos decir de la herencia de su abuelo y su padre, y el estilo naturalista marcado, de alguna manera, por su condición de salud.

Donde muestra su conocimiento del dibujo, lo cual apreciamos en su obra: Pentesilea y la reina de las Amazonas (Círculo Militar de Caracas) y sus países de Caracas. Su afección le llevará a contemplar el paisaje y el color del trópico.

Considerado como uno de los artistas que abarca el centro de la escena de la historia del arte venezolano del siglo XIX, trabajó el género épico e historicista, el paisajismo y el realismo. Pinta incansablemente hasta sus últimos días de vida, dejando algunas obras inconclusas entre ellas “La última cena”. Con tan solo 35 años de edad la muerte se lo llevó como consecuencia de una tuberculosis.

Entrado el siglo XX en la ciudad de Valencia se inauguran avenidas e instituciones para reivindicar su memoria: la Av. Arturo Michelena que comunica la zona industrial de La Isabelica con el centro de Valencia, la Escuela de Artes Plásticas Arturo Michelena, fundada en 1948, la cual funcionó en sus inicios en los espacios de la Casa Páez como Escuela de Pintura Arturo Michelena, hoy continua abierta (en condiciones paupérrimas) en su nueva sede ubicada en la Av. Carabobo, la Universidad Arturo Michelena fundada en el año 2001 y el extinto Salón de Artes Plásticas Arturo Michelena, dan cuenta del legado que dejó este pintor para Valencia.

 

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Vielsi Arias Peraza, Valencia Vzla 1982. Docente, investigadora, promotora cultural. Ha publicado Transeúnte (2005) Los Difuntos (2010) La luna es mi pueblo (2012) Luto de los árboles (2021). Premio nacional de literatura Stefania Mosca (mención honorífica, poesía) premio historia de mi calle (Fundación la letra voladora) actualmente coordina la plataforma del libro y la lectura del Ministerio de la cultura en su ciudad natal y lleva adelante un proyecto de escritura creativa con niños de su localidad.

 

 

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