Earle Herrera

Earle José Herrera Silva es el quinto de nueve hermanos, hijo de un obrero petrolero y una enfermera sindicalista, quien lo acercó a las letras encargándole la misión de escribir los discursos que ella leería cada primero de mayo en la celebración del Día del Trabajador.

“Mi madre era una mujer que sacó el sexto grado junto conmigo, cuando yo tenía 7 años ella empezó a estudiar primaria, ella sabía leer y escribir pero venia del campo y se puso a estudiar. Ella veía como yo escribía, sin ser ninguna crítica literaria, y me dijo ¿por qué tú no escribes el discurso del 1ero de mayo?”, cuenta el hoy cronista venezolano.

Luego, sus vecinos supieron de su destreza para lo que llaman “escribir bonito” y le designaron tareas cruciales en los pueblos del interior del país: redactar el Testamento de Judas, los decretos reales de la Reina del Carnaval y hasta los del Rey Momo.

“Por ahí entré al humor”, recuerda Earle.

Tiempo después, una vecina, que era testigo de Jehová, lo quiso catequizar y empezó a leerle pasajes de la Biblia que Earle absorbió como si se tratará de una serie de cuentos.

“La literatura me empezó a llegar por tres vías: una parte sindical que era bastante antipoética, una parte bíblica y una parte mundana o pagana como los carnavales y las fiestas patronales”, cuenta el escritor. Sin embargo, la cuarta vía fue más crucial para vida: los campos petroleros de San Tomé en El Tigre, estado de Anzoátegui.

https://youtu.be/DpdzfpAf-Bg

 

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Earle Herrera, el petróleo y los yanquis

El poeta vivió a tan solo 5 kilómetros del campo petrolero de San Tome, donde llegaron los lotes de norteamericanos encargados de la explotación petrolera que detonó la imaginación de Earle.

  • “Ellos tenían un quemador donde quemaban basura a cielo abierto; llevaban allí toda la madera que ellos embalaban. Mi tío, que era carpintero, recogía toda esa madera para un pequeño taller de carpintería, donde la labraba, cepillaba, y hacia mesas y sillas. Pero en ese mismo quemador, los gringos botaban los suplementos de sus hijos con los héroes de las comiquitas estadounidenses”, recuerda el escritor.

Pero, ¿qué tiene que ver Superman con Earle Herrera? Pues resulta que estos suplementos estaban en inglés y como el pequeño Earle “no entendía ni papa” pues empezó a imaginar que decían los personajes y hasta les leía estos cuentos a sus hermanos y amigos con parlamentos totalmente inventados.

“Yo no le tengo tanta fobia a los superhéroes porque por la vía de ellos llegué al cuento y a la imaginación”, dice.

Además, de gringolandia también le llegó su propio nombre.

  • “Yo tenía un tío, que era Teniente Coronel, de los oficiales de aquellos años 50, que los mandaban a hacer su curso de Estado Mayor en los boinas verdes de EE.UU. o las Escuelas de las Américas y el trajo el nombre ‘Earle’ de allá, a su regreso yo estaba naciendo y me bautizaron así”.

Earle Herrera

No obstante, el escritor jamás se acercó al ideario gringo.

  • “No salí pitiyankee porque sentí la discriminación en los campos petroleros. No se podía pasar a Campo Norte, donde estaban los estadounidenses porque había un alambrado gigante y solo podías ver cómo vivían ellos en tu propio país. Luego los gringos se robaron un rio, el rio El Tigre, cercaron una parte, la otra la dragaron y lo convirtieron en una piscina y nosotros teníamos prohibido entrar (…) Pero los obstinamos tanto que a los 6 meses los echamos del rio”. Y según el autor, esta habría sido la primera victoria antiimperialista en América Latina.

 

De adulto, Earle tuvo muchísimo contacto con el Partido Comunista (PC), sin embargo, nunca engroso sus filas.

“Yo no pasé por el PC, yo venía de una formación cristiana, de la juventud católica de mi pueblo, de ayudar al cura en la misa, de leer el evangelio allí, yo empecé a militar con la gente que sale del MIR y fundo Grupo de Acción Revolucionaria (GAR) pero no tengo la formación del PC, aunque sí grandes amigos y todos mis profesores que fueron marxistas”.

 

Las letras como medicina

Con sus profesores, Earle se refiere a quienes le impartieron Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Pero, con anterioridad, este escritor intentó ser médico para complacer los deseos de su madre.

  • “Mi mamá como enfermera idealizaba la figura del médico (…) quería que su hijo fuera médico, de pequeño me vestían con una bata blanca, y yo estudie dos semestres de medicina, pero llegó un momento en que me di cuenta que yo le iba a hacer menos daño a la humanidad con una pluma que con un bisturí y como yo no quería hacerle daño a la humanidad me retiré y me vine a Caracas a estudiar periodismo” en el año 68.

Earle Herrera

Pero para la mamá de Earle no todo fue tan sombrío pues tuvo la oportunidad de ver que un nieto, uno de los dos hijos de Earle, se graduó de médico como ella quería. Aunque el otro siguió por las filas del periodismo y la guitarra.

Cuando Earle los ve, siente orgullo pero también el peso del calendario.

“El tiempo ha pasado y el muchachito que tú llevabas al colegio ya es bachiller, licenciado y bueno, sientes que te está tocando la hora del retiro del guerrero”.

No obstante, Earle aun es muy joven y un eterno aprendiz. Dio clases 27 años en la UCV. Empezó a los 26 cuando se ganó, entre 9 contrincantes y con 19.5 puntos, el concurso para ser profesor.

  • “Yo dije que sí, yo no sabía lo que estaba haciendo pero dije que si, además yo necesitaba trabajar”.

El homenaje en Filven

En estos momentos, Earle Herrera es nada más y nada menos que el escritor homenajeado en la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN) junto a Aquiles Nazoa, a quien tanto admira.

  • “Él es maestro y yo soy alumno, yo soy su discípulo, un eterno seguidores de Aquiles desde mis años de bachillerato y estar aquí en la FILVEN homenajeado como escritor pues es algo que me impresiona, me impacta y como ser humano, no deja de enorgullecerme”.

 

Entre ambos, hay una diferencia de edad de unos 30 años, pero Earle alcanzó a ver a Aquiles en el programa “las cosas más sencillas” en VTV y también vivió sus presentaciones en la UCV.

“Aquiles era uno de los pocos poetas, eso lo destaca Ludovico Silva, que llenaba el Aula Magna, porque generalmente se ha dicho que la poesía es de minorías (…) y los actos con los poetas son íntimos, pero en el caso de Aquiles era un fenómeno, era él conversando con un público de 2.000 personas, que lo escuchaban entre el aplauso, la risa y el silencio”, recuerda el cronista.

Para Earle, Aquiles fue un ser extraordinario como expositor, poeta, conferencista y como titiritero que llevaba una cantidad de muñecas de trapo, piedras de amolar, maquinas de coser, y demás utensilios para cada una de sus exposiciones. Por eso, se hizo merecedor del calificativo de poeta “popular”.

“En la poesía hay muchos calificativos, en las artes en general, pero decirle ‘poeta popular’ a Aquiles no creo que lo ofendiese. Todo lo contrario, él quería que su poesía llegara a todas partes, esa era la aspiración de los surrealistas, cuando André Bretón dijo que la poesía está en la calle, pero los surrealistas hacían una poesía un poco hermética, difícil de entender, pero Aquiles si logró que la poesía estuviera en la calle”, considera Earle.

Los poetas populares de Venezuela son Aquiles Nazoa y Andrés Eloy Blanco, quien escribía textos que andaban de boca en boca.

Ambos rescataron buena parte de la caraqueñidad y la venezolaneidad de sus tiempos.

Y seguramente muchos, los que aún no lo sepan, en unos años descubrirán que Earle Herrera también ha sido una pieza vital de ese mismo rompecabezas.

 

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