Vuelo a lo invisible con Eugenio Montejo (2) por Mohamed Abí Hassan
La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.
Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.
Eugenio Montejo
Abrimos esta segunda entrega con La Poesía (Adiós al Siglo XX, 1992), esclarecido texto muy a propósito de celebrarse hoy 21 de marzo el Día Mundial de la Poesía, establecido por la Unesco con el fin de fomentar la diversidad lingüística a través de la expresión poética y estimular el diálogo cultural y la paz entre las naciones.
Destacamos que en este encuentro tan singular nuestro personaje hace una emotiva reflexión sobre los talleres literarios comparándolos con el noble oficio de panadero que ejerció su padre como maestro de cuadra, a comienzos del pasado siglo XX.
Iniciamos nuestra travesía con un recorrido a grandes trazos por la obra de Montejo, con las palabras de presentación pronunciadas por Gumersindo Reza, integrante del recordado Taller Literario Hojas Sueltas:
Gumersindo Reza Novoa: Hoy concluimos un ciclo de conferencias que iniciamos con el poeta Rafael Cadenas, personaje que reconocemos como defensor acérrimo del lenguaje, quien una vez más nos recordó que la palabra no es el lugar del resplandor, pero insistimos, insistimos, nadie sabe porqué.
Después, estuvo compartiendo este espacio, Luis Alberto Crespo, poeta elocuente y confesional, quien nos dijo: Ando en la mirada del caballo, detrás de una casa perdida. Dejándonos en el aire una confesión que en cierto modo es el centro de sus angustias: Un hombre puede estar en el bosque, puede hablar del bosque, pero en el desierto debe callar; por eso mi poesía es del desierto, es una escritura silenciosa.
Seguidamente, contamos con la presencia de Alejandro Oliveros, cautivador y expresivo, quien con su fino humor y desprovisto de formalismos atrapó a la joven concurrencia que nos visitaba en el Salón de Sesiones de la Cámara Municipal, y a los amantes de las letras que colmaban ese espacio. El poeta nos dejó algunas reflexiones existenciales: ¿Cuál será nuestra herencia, en estos tiempos indigentes? ¿Cuál será nuestro legado en este tiempo despojado de esplendor?
Los dejo en compañía de Mohamed quien seguramente nos dará algunos indicios para acercarnos un poco más al arte poético de nuestro invitado.
Mohamed Abí Hassan: …De entrada quiero decirles que a última hora tuve la idea de titular mi modesta presentación Eugenio Montejo o la agonía del poeta entre las posibilidades y los límites de las palabras.
Podríamos comenzar diciendo que contamos con el privilegio de poder compartir con un auténtico poeta y un creador con una vasta obra publicada a temprana edad, en la que realiza una profunda reflexión sobre la lengua a lo largo de sus años de dedicación al trabajo de la palabra.
También, resulta oportuno señalar que nuestro invitado ha sido catalogado por la crítica como poeta cósmico, por la aspiración a la armonía y el orden universal implícito en sus textos, acompañados de un estilo depurado y una singular manera de ver el mundo como un conjunto de signos por descifrar, como un gran alfabeto incompleto que por sí solo no basta para explicarse la vida.
Nuestro amigo aboga entonces por un lenguaje depurado, despojado de adornos y más cercano al canto de los pájaros, marcado sí por la nostalgia y la búsqueda de nuestros orígenes, dejándonos por escrito parte de su dilema existencial en el poema Alfabeto del mundo (1986), con el que da nombre a su antología:
En vano me demoro deletreando
el alfabeto del mundo
leo en las paredes un oscuro sollozo
ecos ahogados en torres y edificios
indago la tierra por el tacto
llena de ríos, paisajes y colores
pero al copiarlos siempre me equivoco.
Eugenio Montejo: Muchas gracias. Agradezco a los amigos del Taller Hojas Sueltas. Cuando me formularon la invitación con gusto la acepté. Soy un fervoroso defensor de los talleres literarios, y avivar la llama de un taller en un pueblo, en una ciudad, en donde sea, es fomentar la llama de la cultura, es avivarla y mantenerla. En una sociedad donde la gente está distraída en otras cosas y las limitaciones son a otras muchas cosas, al nosotros aproximarnos a cualquier cultura, inmediatamente nos damos cuenta que lo principal para ellos es la cultura…que haya amigos que en Mariara estén asumiendo este taller para mí es profundamente gratificante.
Me recuerda la etapa de mi adolescencia trabajando con otras personas, fundando revistas, haciendo talleres, discutiendo, sacando hojas sueltas, batallando por la cultura. ¿Para qué a mi edad? Ahora ando por los 57 años. No sabría responder, pero si podría decir que si volviera a nacer lo haría idéntico, pero con un poco más de tesón, porque la cultura es absolutamente necesaria y más en nuestra sociedad. Si a algo nos aferramos es a nuestra cultura. Si en algo se ve movilización en Venezuela, para no hablar de tanto pesimismo que se nota por allí con más o menos razón, porque hay cosas que nos golpean, y así rozamos el campo de la política.
No hablo de la atención gubernamental, pero sí de los pequeños grupos culturales que están trabajando lo mismo aquí que en Montalbán o en Güigüe o en Táchira. Hay una presencia cultural venezolana como no la había hace cuarenta años. Eso me lleva a felicitar a los amigos que están dirigiendo esto, agradecerles que me hayan invitado y a felicitarles por este trabajo. También al público que haya tenido la molestia de venir un sábado en la tarde, cuando podrían hacer otras cosas y están aquí. ¡Muchas gracias! (aplausos).
Me decía Mohamed, hace un momento, que debía hacer una pequeña lectura de mis textos…Ahora, más o menos de los años setenta y cinco a los ochenta, se comenzó en Venezuela a avivar esto tan importante de los talleres literarios, antes habría llegado primero a México.
Los talleres literarios están monitoreados por un guía que reúne a unas 15 o 20 personas para comentar lecturas, comentar escrituras. Esto es lo que se hace en las universidades, en los liceos de los pueblos, ciudades y en otras partes donde haya un guía y gente interesada en talleres de lectura y escritura.
La gente de mi generación no tuvo talleres literarios, los echamos de menos. La primera vez que yo oigo de estos es en México. Yo veo en la práctica cómo es un taller y me digo: “caramba, que interesante sería que también tuviéramos en Venezuela talleres literarios”. Al tiempo, en los años 75 y 80 comienza ha haber por allí estos talleres. Yo dije y así lo repetía que no había estado en ningún taller porque yo lo creía así. Pero fue cuando escribí un texto cuando descubrí que sí había estado en un taller. Está en un ensayito mío y se llama El Taller Blanco.
Yo descubrí un día que sí había estado en un taller, de niño, porque mi padre era panadero, y entonces yo había estado en el taller blanco que era la panadería de mi padre, y descubrí que una de las cosas que yo hacía en el compartir literario las había aprendido en ese taller. Porque un niño de cuatro o seis años en adelante, hasta los ocho y medio, que estaba en presencia de aquellos hombres era un niño que los veía como gigantes.
Son hombres que vienen de noche a trabajar porque antes las panaderías comenzaban sus labores a las seis de la tarde, no sé si todavía tienen esa práctica. Entonces a esa hora se comenzaba a calentar el horno con la leña-hablo de las viejas panaderías, no de las nuevas-ahora todo es mecánico y eléctrico. La “pega”, que era como se decía a los hombres que iban al trabajo y comenzaban las agonías del maestro de cuadra, en este caso, mi padre.
Él fue muchas veces maestro de cuadra porque siempre faltaba un obrero en la mañana y había que responder por el pan que no solo era el que se vendía en la panadería sino también el pan de los hospitales que no podía faltar; el de los cuarteles, de la policía y de los orfelinatos. El pan que obligatoriamente había que entregar al alba, es decir, era un trabajo de mucha responsabilidad, y yo descubrí que en esa panadería, aunque ahí no se hablaba de poesía, había aprendido prácticas que después había trasladado a mi poesía sin darme cuenta.
El Taller Blanco fue publicado en el año 81-82. Aquí está reeditado en una edición de una revista española. Editaron unos poemas de Adiós al Siglo XX y pusieron el ensayito del Taller Blanco. Yo no les voy a leer el ensayo porque es más o menos largo, pero les voy a leer unos fragmentos de cuando hablo de este descubrimiento…
(Continuará). ¡Salud, Poetas!
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Mohamed Abí Hassan (El Tigre, 1956). Poeta, artista visual y editor independiente. Licenciado en Educación, Mención Artes Plásticas (cum laude), por la Universidad de Carabobo (UC). Ha ejercido la docencia en la UC y en la Universidad Arturo Michelena. Ha sido colaborador en las revistas Poesía y La Tuna de Oro (UC). Primer Premio II Bienal de Literatura Gustavo Pereira, Mención Poesía 2013; Primer Premio IV Bienal de Literatura José Vicente Abreu, Mención Poesía 2016; Primer Premio Concurso Nacional del II Festival 3.0 de Historias Comunales Ramón Tovar (2022).
Formó parte de la Comisión Rectoral del Encuentro Internacional de Poesía de la UC. Coordinó el Taller de Formación de Cronistas Comunales en Mariara, estado Carabobo, auspiciado por el Minci, la Revista Nacional de Cultura y el Centro Nacional de Historia. Actualmente se desempeña como facilitador de talleres de iniciación en la creación literaria, así como talleres sobre patrimonio histórico.
MÁS DEL AUTOR: «VUELO A LO INVISIBLE CON EUGENIO MONTEJO» (1) POR MOHAMED ABÍ HASSAN
Ciudad Valencia