En un tranquilo patio, dos niños estaban jugando a inventarse un idioma especial para poder hablar entre ellos sin que nadie más los entendiera.

-Brif, braf -dijo el primero.

-Braf, brof -respondió el segundo.

Y soltaron una carcajada.

En un balcón del primer piso había un buen viejecito leyendo el periódico, y asomada a la ventana de enfrente había una viejecita ni buena ni mala.

-¡Qué tontos son esos niños! -dijo la señora.

Pero el buen hombre no estaba de acuerdo:

-A mí no me lo parecen.

-No va a decirme que ha entendido lo que han dicho…

-Pues sí, lo he entendido todo. El primero ha dicho: “Qué bonito día”. El segundo ha contestado: “Mañana será más bonito todavía”.

La señora hizo una mueca, pero no dijo nada, porque los niños se habían puesto a hablar de nuevo en su idioma.

-Maraqui, barabasqui, pippirimosqui -dijo el primero.

-Bruf -respondió el segundo.

Y de nuevo los dos se pusieron a reír.

-¡No irá a decirme que ahora los ha entendido! -exclamó indignada la viejecita.

-Pues ahora también lo he entendido todo -respondió sonriendo el viejecito. El primero ha dicho: “Qué felices somos por estar en el mundo”. Y el segundo ha contestado: “El mundo es bellísimo”.

-Pero ¿acaso es bonito de verdad? -insistió la viejecita.

-Brif, bruf, braf -respondió el viejecito.

FIN

 

 

Autor: Giovanni «Gianni» Rodari (Omegna, 23 de octubre de 1920-Roma, 14 de abril de 1980), reconocido escritor, pedagogo y periodista italiano especializado en talleres sobre la comedia infantil y juvenil.

 

 

OTRO CUENTO PARA LA MERIENDA: "EL SOMBRERO BLANCO", DE PERLA DÍAZ

 

 

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