Carpentier el venezolano (1) es una serie de cuatro entregas la cual comenta las cuatro novelas que el cubano escribió en Venezuela. Iniciamos con “El Siglo las Luces”. JCDN.

Sin lugar a dudas, al igual que el Gabo García Márquez feliz e indocumentado que trabajaba para las revistas “Venezuela Gráfica” y “Momento”, Alejo Carpentier sigue siendo uno de los nuestros.

Vivió en Caracas, Venezuela, entre 1945 y 1959, donde escribió cuatro de sus grandes novelas que incorporamos impune y juguetonamente a nuestro canon flexible e iconoclasta: “El reino de este mundo” (1948), “Los pasos perdidos” (1953), “El acoso” (1956) y “El siglo de las luces” (1962).

 

El siglo de las luces y el diálogo entre América y Europa

Alejo Carpentier

El siglo de las luces novela y el diálogo paradójico entre América y Europa.

La revolución francesa como cultura de contrabando en América Latina, se encuentra respaldada y también cuestionada desde nuestro continente.

Esteban confronta en ambas locaciones dicho proceso político y económico social burgués, asumiendo quizás el rol de iniciador ficticio del género narrativo de la revolución traicionada.

Claro está, el personaje en trance crítico y desilusionado antecede al mismo Carpentier de “El reino de este mundo”, al Rulfo de “Pedro Páramo” (1955) y “El llano en llamas” (1953), “Los animales puros” (1946) del ecuatoriano Pedro Jorge Vera y “País Portátil” (1968) de Adriano González León.

La integración de ambos mundos, el primero y el tercero según la nomenclatura desarrollista, fluye –qué duda cabe- en un discurso musical sinfónico y épico.

Tenemos la enumeración, las repeticiones y la desubicación historiográfica aparente del discurso narrativo.

La descripción compulsiva y sensual del entorno, tiene como fundamento expresivo hiperreal la enumeración vivaz y barroca de sustantivos y adjetivos que tejen la red intrincada del fondo y la forma.

El inicio del sepelio y la inhumación del patriarca familiar, se envuelven en la sonoridad y la arquitectura lingüística que recrea el luto en medio del bullicio citadino. La imaginería sensual se mueve gracias al uso personalizado y lírico de la sinestesia.

El narrador omnisciente nos amarra al deleite y la repulsión de los sentidos, ello con el sublime fin de reconciliarnos eróticamente con el mundo implosionado por la Palabra.

Los adolescentes Carlos, Sofía y Esteban se solazan en el almacén heredado del padre recién enterrado, ámbito interior que retrotrae la bullaranga olorosa del mercado público.

“Comenzaba una vida distinta, en el bochorno de aquella tarde que el sol hacía particularmente calurosa, levantando fétidas evaporaciones de los charcos callejeros” (Carpentier, 2005, p. 32).

El forastero Víctor Hughes

El ardor púber del trío concibe la casa y la ciudad como espacios encendidos por un éxtasis terrenal.

El capítulo III, por ejemplo, se explaya en el desorden libertario de la casa como universo familiar constreñido, hasta que hace su llegada el forastero Víctor Hughes, personaje extraído de la historicidad de la revolución francesa.

El sábado de gloria, Hughes llega a la casa precedido de un aura misteriosa pero no menos legendaria.

Este ángel caído u hombre orquesta equiparable a los artistas del Renacimiento, reúne la integración de diversos oficios como el sibaritismo, la administración comercial, la panadería, la docencia y la oralidad de los cuenta cuentos.

Su presencia demoledora sacó a los chicos de su encierro en la fijación oral onanista y egocéntrica.

El personaje real e histórico Víctor Hughes, sin negar tales condiciones de ubicación espacio-temporal, se ve enriquecido por lo real maravilloso, esto es la incrustación de lo mágico y la hipérbole en lo cotidiano, lo cual acarrea a su vez una vuelta de tuerca escritural que no pervierte la Historia del continente.

Así está dividida la novela de Carpentier

Esta novela bloque se estructura en 7 grandes capítulos. Del primero al sexto, tenemos 11, 12, 5, 6, 7 y 6 subcapítulos en ese orden.

Mientras que el séptimo funciona como epílogo sin subdivisiones internas. Totalizan 48 partes. Priva el imperio de la parrafada bien hilada como unidad estructural del discurso narrativo.

El subcapítulo X es una parrafada perfecta e impresionante: El bestiario marino a la vista, prefigura y condiciona a las bestias humanas: la tripulación del barco aporrea tiburones mientras que Víctor y Sofía consolidan el juego seductor que los emparenta en el solidario orgasmo mutuo.

¿Se nos cuenta esta versión sobre la revolución burguesa traicionada en 48 horas? ¿O en una sucesión de 48 decapitados por ese objeto terrorista e implacable que fue la guillotina?

Este artefacto mortal cubrió la ruta marítima París-Las Antillas al igual que la Inquisición en el resto de Hispanoamérica, de la cual –por cierto- no escaparía Miranda, quien sí se salvó de chiripa de la guillotina.

Carpentier

Su afilada hoja cobra vida en la novela para dispensar la muerte indiscriminadamente: El instrumento es a la vez guadaña y verdugo. Personaje principal, siniestro y voraz que pareciera no calmar jamás su apetito sangriento.

La enumeración con cansancio caribeño en las naves que traficaron esclavos y luego los exprimieron en los ingenios azucareros [como varas de caña hechas papelón, jugo o aguardiente], a la que nos acostumbra la maestría de Carpentier, se asimila a un río endurecido por el ciclón y la vaguada inmisericordes.

Víctor Hughes afectó radicalmente la vida en casa de los chicos huérfanos, hasta el punto de echar al tutor ladrón Cosme, iniciar en el sexo a Sofía e influir ideológicamente en Carlos y Esteban.

El extranjero nos parece antecesor del forastero intruso del film “Teorema” de Pasolini, quien pervierte y santifica a la familia burguesa que le da cobijo.

En llegando a Haití, sumergida en su propia revolución, se disgrega este clan particular: Víctor y Esteban cogen rumbo a Francia, Ogé el brujo y Sofía se quedan en la isla del vudú, mientras Carlos apareja el negocio familiar en Cuba.

La vuelta de Hughes a París es geográfica e idiomática al punto: “vuelto más francés que nunca al hablar en francés con un francés, se enteraba de las últimas noticias de su patria” (Carpentier, 2005, p. 132).

Esteban termina de formar su personalidad en el epicentro del ciclón que embarga a Francia.

Robespierre, agotadas las cabezas de los aristócratas, procedería a decapitar a los aliados. Danton perdería la suya por orden de su mejor amigo y cófrade revoltoso.

El muchacho aprendió que la revolución no aboliría ni la esclavitud ni el colonialismo, hasta el extremo del bonapartismo que brincó la talanquera de la república a la monarquía con su nueva prosapia y sesgo expansionista.

No en balde el paralelismo revolucionario entre Francia, 1789, y Cuba, 1959: “La Revolución había infundido una nueva vida a la Calle -a la Calle, de enorme importancia para Esteban, ya que en ella vivía y desde ella contemplaba la Revolución” (Carpentier, 2005, p. 138).

El proceso auguraba para este chico la asunción identitaria del Cambio como una metáfora fulgurante, trepidante y popular.

Esteban se inició como masón en Francia al igual que Francisco de Miranda. Tiempo después le dio muy mala espina la prohibición de la orden por el ala jacobina de Robespierre.

Asimismo empezaron los desencuentros con Víctor Hughes, quien se fanatizó al punto de encarnar al mismísimo egregio que se despachó a Danton. Sin embargo, el discípulo se comprometió con la misión de exportar la Revolución a España traduciendo y divulgando sus documentos fundacionales.

El autoritarismo del Directorio, el retroceso conservador que significó Termidor, y el despropósito totalitario de Napoleón, lo irían sumiendo en una gran decepción política y existencial.

En tal sentido, la mayoría de los epígrafes al inicio de los subcapítulos nos conducen a los Caprichos y los Desastres de la guerra del liberal anti-monárquico Don Francisco de Goya, reportero gráfico de excepción que cubrió las invasiones napoleónicas.

Imaginamos a Esteban muy contrariado ante tan dantescos grabados.

 

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BIBLIOGRAFÍA
Carpentier, Alejo (2005). El siglo de las luces. Caracas: CELARG.

 

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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