Un Bolívar de Carne y Hueso

#ManuelFeoLaCruz100: «Un Bolívar de Carne y Hueso»

El próximo 9 de julio se cumplen cien años del nacimiento de Manuel Feo La Cruz: escritor, docente integral, periodista, jurista, promotor cultural y gremial, epónimo de la Biblioteca Central del estado Carabobo.

Hijos y amigos están trabajando en la edición de sus obras completas para difundirlas a través del universo digital, cuya presentación formará parte de la programación de actividades previstas para realizarse en la fecha conmemorativa.

Hasta ese día, en Ciudad Valencia publicaremos fragmentos de su producción literaria. Para hoy, respetando las normas ortográficas de su tiempo, seleccionamos y transcribimos el discurso “Un Bolívar de Carne y Hueso”, que pronunció el 17 de diciembre de 1964, en acto oficial realizado en el Centro Penitenciario de Tocuyito con ocasión del 134º aniversario de la muerte de nuestro Libertador.

 

Un Bolívar de Carne y Hueso

Se me ha invitado a disertar en torno a DON SIMÓN BOLÍVAR, el de la espada inmácula, con motivo de cumplirse un aniversario más de su fallecimiento en la Santa Marta colombiana. Y he aceptado en mi condición de Maestro que se debe a su pueblo y a la esperanza de ese pueblo. Y os hablaré como tal, deseoso de que mi palabra os deje la sensación de algo ya conocido, ya familiar e íntimo, capaz de revivir ansias mejores y de alentar esfuerzos por realizaciones futuras.

Se comete a diario un gravísimo error al tratar de los hombres que nos dieron vida digna, con sacrificio de la propia vida: se trazan semblanzas de Bolívar y sus Capitanes de la hazaña inmensa, así como de nuestros Maestros de ayer y de siempre, dándoles estructura de dioses, de personajes inalcanzables, dueños de poderes divinos propicios al dominio del mundo y del futuro. Por eso, oímos decir: Bolívar fué el dios o el semidiós de América, el Profeta, el Visionario… Y se nos hace difícil imaginar al hombre cierto, al hombre verdadero. Y se nos va de la mano y del pensamiento, para colocarse como estrella o como nueva luz celeste, cuyas radiaciones podemos observar, pero cuyos pasos no son seguibles por los nuestros, tan pequeños, tan de aquí abajo, de la tierra y el polvo…

                Y esto, amigos, es un mal, a veces difícil de enmendar, de corregir: Si Bolívar no fué un hombre de carne y hueso; si fué un dios o un semidiós; si tuvo poderes ocultos e insondables, ¿qué valor tiene su obra? Si era todo poderoso, mal podríamos atribuirle fuerza a sus acciones. Y mal podríamos sacrificarnos por seguirlo: ¿Para qué si somos carne flaca, huesos endebles, corazón chiquito?

Y esto es lo que debemos repetir, a cada instante: Bolívar vale y sigue viviendo entre nosotros y animándonos, precisamente porque fué un hombre como nosotros, como cualquiera de nosotros: con sus virtudes y con sus vicios; con sus grandezas y sus debilidades… Sólo que sublimó su vida y se entregó a vivir agonizando para que los demás vivieran.

Observad, conmigo, dos hechos fundamentales: ¿Cuándo nace el Bolívar de fuego, el hombre apasionado capaz de revolver el mundo y erguir a su pueblo para el mejor combate? Cuando la luz de ternuras de su María Teresa se le apaga en los brazos. Es una herida honda. Es un dolor inmenso. El hombre joven acusa el golpe y casi enloquece, como hombre. Y otra luz se le abre y otro camino le ofrece la anchura de su esperanza y de su horizonte: ya no es luz de ternura. Es fuego pasional. Es sol reverberante. Y él va al encuentro del sacrificio Libertario.

¿Qué ha ocurrido? Sencillamente, Bolívar ha reaccionado como un hombre, no como un Dios. Y es tan hombre y ha sublimado de tal modo su dolor de hombre, que él solo se hace humanidad!

Otro se habría entregado a la comodidad o a buscar el olvido en tantos placeres fáciles al dinero y a la posición social…Esa es la diferencia!

Y el otro hecho que quiero observar, se relaciona con otra figura de mujer hermosa… La noche de diciembre es negra. Negra por las sombras. Negra por las malas intenciones. Y al vivac, al puesto de mando, llegan las amenazas y la violencia desatada. Empero, Bolívar no sufre el atentado, porque no está en el sitio que su deber le señala. ¿Dónde está el Jefe? Allá, en los brazos torneados de Manuelita Sáenz, ensaya la conquista de nuevos continentes de pasión..!

Son muchos los hechos que pudiera recordar, en los cuales Bolívar se manifiesta hombre, hombre corriente, accesible como tal… Por eso, es decidor el poeta de «Cuando los Veteranos», quien traza una semblanza ‘terrena’ de Bolívar, del Bolívar en armas, del Bolívar visto y sentido por sus compañeros y seguidores, por los ‘veteranos’ de nuestra guerra emancipadora:

«Cuando los veteranos de horribles costurones

escuchaban contar de un Bolívar galante,

narrador de epopeyas en corros de mujeres,

estallante de guantes, medallas, lentejuelas,

echábanse a reír.

Cuando se les hablaba de un ígneo general,

sobredorado y raro, como un fetiche caro,

vomitando centellas y triunfos y batallas,

mostraban con sarcasmo sus bocas desdentadas.

Cuando se les preguntaba por el Genio rabioso,

con la frente preñada de bruscas predicciones,

la voz como ultratumba, los ojos como el sol,

movían la cabeza rezongando que: no.

Ellos no conocieron más que un muchacho flaco

(moviendo casi a risa)

que hundido en su chamarra,

acogotó con ellos los páramos temblantes

y se mezcló en sus vidas y les pedía sus nombres,

y les comía sus ranchos.

Y así, y todo, les hizo ganar!”

 

(ANTONIO ARRÁIZ)

 

A veces, me pregunto: ¿Por qué ese empeño en alejar del hombre la figura de Bolívar? Y me respondo: algunos -honestamente- lo han idealizado, creyendo que así cumplen la función ductora de hacer que nos elevemos hacia el cielo de los Grandes. Olvidan que nuestra pobre condición nos hace conformar con mirar desde abajo: contemplativos y cómodos, que somos, llegamos a reconocer valores y a reconocer nuestra escasa fuerza para llegar allá: ¿Cómo llegar, si aquél fué un hombre excepcional; un hombre-dios? Y preferimos quedarnos aquí abajo, sin esfuerzo ni sacrificio alguno…

Otros, de intención bastarda, prefieren que Bolívar sea inalcanzable. De ese modo, justifican su olvido y el haber maltratado y seguir haciéndolo, el legado de fe, de justicia, de humanidad, que Bolívar nos entregó. Y miran a Bolívar en la moneda cambiable por dólares y por conciencias, por mezquindades y poderíos: Y es ése el Bolívar que admiran. No el de la espada y el verbo encendidos, sino el que está a su alcance material… Aquél está muy alto! Y con modestia hipócrita, lo dicen, lo gritan: “Nuestra pequeñez sólo llega a este bolívar, que no fustiga; a este bolívar callado, cuyo silencio aseguramos y nos asegura otros silencios”…

Nosotros debemos creer en un Bolívar nuestro: hombre con el pie afincado en la tierra, afirmando su huella, en lucha abierta con la naturaleza y con los hombres. Y con el corazón y la inteligencia alzados en parábola de luz y amor hacia el mejor de los cielos… Y es y debe ser consigna: Queremos al Bolívar de carne y hueso, de pulso desbocado, de corazón en vilo, que rompe el silencio de una noche de misterios, con una oración o con una blasfemia! Queremos al Bolívar del sueño y la esperanza: al Bolívar que redondeó el sueño, su ensueño de libertad, para dejarnos camino abierto de esperanzas!

No, al hombre perfecto. No, al dios o semidiós. Sino, al que -a diario- nos grita que nada hemos hecho en favor de su pueblo; que nada hacemos por conservar lo que él y los suyos, hombres del civismo y la espada, nos dejaron; que habría sido preferible lo dejáramos morir de una vez y para siempre, en cama y techo ajenos, en tierra suya porque la hizo, no porque fuera la de su nacimiento!

PUEBLO MÍO aquí encerrado: hace 134 años murió don Simón… Murió como cualquiera de nosotros puede morir. Y, para colmo, mal atendido, porque parece que el médico francés Réverend, sí era francés; pero, no era médico… En su muerte se conjugaron dos elementos: la enfermedad del cuerpo, maltrecho y sin defensas, y la del alma. Esta última sólo puede atacar al hombre que se desprende de sí y se entrega a salvar a los demás hombres. Cualquiera puede morir ante el avance de una enfermedad cualquiera: vendrán las cruces y las flores y bonitas palabras mojadas en lágrimas. Pero, sólo aquellos que mueren como Bolívar, pueden seguir viviendo más allá de la muerte, porque han vivido -como Bolívar- entregados al quehacer más alto: sacrificándose en aras de un ideal de pueblo… (Podemos contraer un cáncer, extraño, sorprendente, motivo para el estudio de los científicos; pero, es el cáncer el que sigue viviendo en la investigación y en los libros, una vez que la vida se nos apaga!) …

ES MOMENTO para recordar y rendir homenaje al HOMBRE. ¿De qué modo lo haremos? Están bien las palabras, con mensaje perenne. Pero, no basta… Examinemos nuestras ejecutorias: ¿Que he hecho para elevar nuestra vida? ¿Por conservar el patrimonio de dignidad que nos legó ese GRAN MUERTO? ¿Hemos sacrificado algo de nuestra comodidad y apetito, por cumplir -siquiera en lo mínimo- algún esfuerzo noble? ¿Nos hemos dejado arrastrar por el bolívar moneda, en olvido flagrante del Bolívar verdadero? ¿Hemos incurrido en violación de la armonía social, por la que tanto luchara y se desviviera el GRAN AUSENTE?

Quedan posibilidades de hacer y de erguirse, pueblo mío aquí encerrado! Aún es tiempo de dialogar con Bolívar, de tratarlo de quien a quien, de tutearlo… Y para hacerlo, sólo tenemos que darle a esta nuestra condición de hombres, una razón de vida, un asidero de nobleza… Bolívar no está tan alto… Sólo, que nosotros estamos o somos muy bajos! Tenemos que elevarnos hasta él, sin necesidad de dejar de ser lo que somos: ¡hombres-hombres, nada más!

Juremos hoy, por Bolívar y por Venezuela y por la Humanidad, emprender el mejor de los caminos: el de la hombría de bien… Y afincados en la tierra dura, laborando sobre ella y por los hombres, podremos extender la mano y estrechar la de don Simón, mano de prodigio, a fuer de ser mano de hombre y corazón de humanidad!

Este ha de ser el mejor homenaje. Y, si cumplimos la promesa, el juramento, la palabra empeñada, un mundo de paz -el que anhelamos- tendrá que erigirse para todos: sin odios ni reservas; sin perseguidos ni perseguidores; sin cárceles ni presos, sin humillados ni humilladores; sin opresores ni oprimidos!

Concluyo, amigos, con la plegaria de otro poeta:

 

“Padre nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire

de toda nuestra extensa latitud silenciosa,

todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:

tu apellido la caña levanta a la dulzura,

el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,

la patata, el salitre, las sombras espaciales,

las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,

todo lo nuestro viene de tu vida apagada…

Tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios;

tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre.

Tu pequeño cadáver de capitán valiente

ha extendido en lo inmenso su metálica forma,

de pronto salen dedos tuyos entre la nieve

y el austral pescador saca a la luz de pronto

tu sonrisa, tu voz palpitando en las redes….

 

Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.

La paz, el pan, el trigo, de tu sangre nacieron.

De nuestra joven sangre venida de tu sangre

saldrá paz, pan y trigo, para el mundo que haremos!»

 

(Pablo Neruda)

 

                PUEBLO MIO aquí encerrado; Pueblo mío de aquí y de la calle; Pueblo todo, con armas y sin ellas, con letras o sin letras…Creamos en BOLÍVAR y respetemos su mensaje de siglos! Gracias, amigos!

 

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