Hubo una época en la que Cantos para un equinoccio, de Saint John Perse, se convirtió para mí en un libro-casa, un libro abrigo. Más que libros son obras naturales, seres vivientes a la vuelta del corazón, que va haciéndose morada secreta, más abrigada, como otro hogar con otro techo y con otras ventanas.
Un espacio sonoro que se distingue de todos los demás porque es allí donde se perciben las ondas magnéticas, las voces de Los Otros, el himno de los grillos que huyen a la luna desde la superficie de la cama.
Suerte de residencia astral, de las tardes serenas, de las noches turbias de aquel tiempo, cuando quizás mi Padre quiso contarme episodios fantásticos de su vida en la selva.
Cada lugar tiene una distancia y una hora de andar suelto en nuestro propio destierro, ese exilio perpetuo con el que nacemos y viajamos sin norte.
Pero ahora no hablo de desarraigo alguno. Mi beneficio es contemplar los astros con gratitud, cuando releo a Saint John Perse, su discurso del Nobel.
Con la saeta lejana llega a mí el zumbido de una frase de ese entonces: «se escuchará todavía correr la jauría cazadora del poeta».
Mientras escribo recuerdo La Canción del Heredero: «Honro a los vivos, tengo rostro entre vosotros». Bailo en silencio: es una danza de un entonces.
Pienso: nació en una isla Perse. Allá, siempre, habitan aves, existen bosques, gente de estaturas abstractas que juegan, hacen fogatas y el universo les pródiga alimentos.
Porque el cosmos es esa otra orilla invisible que apenas se ve en la silueta de un pájaro volando.
De este lado aramos. Luchamos. Vemos pasar la noche. Vivimos y a veces la derrota nos cuece la piel. Pero también vencemos y somos felices.
Contemplamos y labramos su diamante equinoccial, como Perse.
Celestialmente en la morada, desnudos, sin equipajes áridos
Reunidos con las hojas que han caído.
(A Beatriz, dedico)
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RETRATO HABLANDO
Palabras por Palestina
Un amor como el del Che es fuego que enciende, pasión por la vida, por el hombre que tiende su mano al caído, al débil, que enseña con los hechos su nobleza.
Un corazón que no delata, que se hace grande ante el dolor, ante la injusticia. Un amor como el del Che que trasciende lo personal, que se entrega la causa más justa, a la lucha por la vida, por un mundo libre. Un amor como el del Che, eterno y profundo, que inspira, que sigue siendo un escudo. Un amor como el del Che, es un amor que nos transforma, nos hace más humanos. Es amar la Patria que es la vida.
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Federico Ruiz Tirado (Barinas, 1955): Escritor, poeta, diplomático. Miembro Fundador de la Red de Escritores Socialistas de Venezuela. Autor de Un puñado de pájaros contra la gran costumbre (antología sobre el 4F), Un día para siempre, La Patria está en otra parte (MPPCULTURA, PDVSA).
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