“Joven como es no puede tener antologías”, comentó Orlando Araujo en una importante página de crítica literaria, haciendo referencia a Antología de la casa sola (Fundarte, 1981), un libro que estaba por salir en esos días; se refería el escritor y crítico barinés a mí, un joven inédito, sin experiencia, tal era mi situación.
El libro, sin embargo, justificaba el título con el editor, quien conocía las circunstancias de su origen y desarrollo. El poeta Gabriel Rodríguez, director de publicaciones de Fundarte, quien al retirar yo unos ejemplares de un libro (una selección de autores jóvenes de la zona central del país realizada por José Napoleón Oropeza), donde yo aparecía incluido, me dijo de forma directa que le habían gustado mis textos y si tenía un libro listo, él podía publicarlo.
Le respondí que tenía varios y me contestó que sólo podía publicarme uno; me comprometí a entregarlo para la fecha convenida y regresé a casa lleno de emoción, pero con una enorme angustia al no saber cuál de aquellos poemarios debía escoger. También me dijo que le ofreciera la posibilidad de publicación a la gente en Valencia.
A quienes hablé de eso, todos, entregaron sus manuscritos, yo no pude hacerlo en el tiempo acordado pese a tener poemarios que habían obtenido reconocimientos en certámenes literarios. Estaba en estado de shock porque estuve esperando muchos años una oportunidad así y no lograba ajustarme a la exigencia de entregar mi original.
Decidí finalmente, con el apoyo psicológico del escritor y psiquiatra José Solanes, estructurar un libro incluyendo mis poemarios sin sobrepasar las exigencias editoriales. Debí sacrificar textos y diseño e integrarlos en una misma propuesta. Descubrí que había una secuencia creativa y una unidad interna por debajo de su fragmentación formal.
Era una selección personal articulada por ocho cantos con los que mi editor logró el ensamble perfecto. Pude entonces entregar mi trabajo, lo que también me sirvió para obtener una bolsa de trabajo del CONAC para un taller de poesía con el poeta guayanés Luis García Morales en el Centro de Estudios Rómulo Gallegos en 1980.
Me han preguntado alguna vez que de dónde salió el tema de la casa y yo creo que se formó él mismo, por muchas razones. Nosotros tuvimos una casa grande en la niñez, quedaba a una cuadra de la otra casa grande de la infancia, que era la de mis abuelos paternos; esa casa se vendió después de la muerte de la menor de mis hermanas, y nunca más tuvimos otra.
Rentando muchas en Barinitas y Barinas con unos sueldos de miseria que recibían los padres, yo veía que la casa de mi abuelo materno permanecía sola después de su fallecimiento y de la mudanza de mi abuela a Valencia.
Ese signo me marcó, especialmente luego de mudarnos y vivir allí muchos años. En esa casa escribí los primeros versos y allí nació el menor de mis hermanos y varios libros de mi papá, de los que solo se publicó uno donde aparezco como coautor.
El tema de la casa en mi poesía también nació allí y fue mutando en la medida que entendía la poesía y la realidad social de dos décadas muy importantes como fueron las del ‘60 y ’70 del siglo XX.
Recuerdo haber leído para aquel tiempo “Poética del espacio”, de Gastón Bachelar, La casa y el templo, el Tao Te King y un libro sobre el Zen, no recuerdo el título, donde por vez primera oía hablar de la vacuidad budista
A veces he visto publicadas, e incluso se me ha solicitado textos o notas para supuestas antologías, que no tienen claro, a mi modo de ver, los criterios básicos de una selección de esa naturaleza.
LEE TAMBIÉN: “Mario Vargas Llosa: entre aplausos y silbidos”
Se trata de compilaciones, algunas afortunadas, en torno a un tema o referidas a un grupo específico, generacional o tallerístico. La selección de los textos recae en un responsable y también puede ser colectiva y consensuada. En realidad, la mayoría de las veces la selección es formal y gramatical, sin pasar de allí.
Distinta fue la antología que hizo José Napoleón Oropeza para Fundarte. Una selección de “Jóvenes poetas de la zona central del país” (1978) en la que aparecen Eugenio Montejo, Caupolicán Ovalles, Teófilo Tortolero, Luis Alberto Angulo, Luis Azócar Granadillo, Eli Galindo, Jaime López Sanz, Francisco Martínez Liccioni, Enrique Mujica, Alejandro Oliveros, Carlos Ochoa, Reynaldo Pérez Só, Rafael Humberto Ramos Giune.
A mí me parece que las primeras publicaciones son muy importantes para un poeta y agradezco enormemente el apoyo que recibí de Gabriel Rodríguez y José Napoleón Oropeza a través de aquellas ediciones de Fundarte hace más de medio siglo.
***
Luis Alberto Angulo [Rivas], nació en Barinitas, estado Barinas en 1950. Desde 1972 reside en Valencia (Carabobo). Poeta y articulista.
Bibliografía directa: Antología de la casa sola, Una niebla que no borra, Antípodas, Fusión poética, La sombra de una mano, Antología del decir, Coplas de la edad ligera.
Premios: “IV Concurso Internacional de la revista Poesía (UC)”, así como de los certámenes nacionales de poesía “Francisco Lazo Martí” y “Rómulo Gallegos”.
Antólogo de: San Juan de la Cruz, Miguel Hernández, Enriqueta Arvelo Larriva, Ana Enriqueta Terán, Gelindo Casasola, Ernesto Cardenal; “Rostro y poesía, poetas de la Universidad de Carabobo”, “El corazón de Venezuela, patria y poesía”.
Coautor con Luis Alberto Angulo Urdaneta de “Viento barinés”; con Luis Ernesto Gómez de “Poetas venezolanos en solidaridad con Palestina, Irak y Líbano”; con Nereida Asuaje de “Lubio Cardozo, Del lugar de la palabra”.
Textos suyos aparecen incluidos en las antologías: “Jóvenes Poetas de Aragua, Carabobo y Miranda” (Fundarte 1978), de José Napoleón Oropeza; “Poetas de Venezuela (Revista Poesía UC), de Reynaldo Pérez Só, y “Barinas, cien años de poesía” (1995), de Leonardo Gustavo Ruiz.
Ha sido invitado en varias ocasiones al Festival mundial de Poesía de Venezuela y a la Feria Internacional del libro de Venezuela (Filven).
Ciudad Valencia