Tendría yo unos 12 años, por allá en 1965, cuando mi papá, José Miguel Dasilva de Jesús, empezó a trabajar en la famosa y muy popular panadería La Torre Centro, en Valencia, en la avenida Urdaneta, a pocos metros de la catedral en calidad de hornero.
Antes había pasado por varias factorías del pan, la Sur América, en la calle Comercio cruce con Campo Elías; la panadería San Blas en la calle Colombia, entre avenida Branger y Ricaurte, cerca del antiguo cine San Blas, propiedad del señor Manuel Goncalves; la panadería Leuletana al frente del Pasaje Centro en la calle Páez, entre otras, y por último La Torre, fundada en 1917.
Recuerdo muy bien a sus propietarios, el señor Rincones, venezolano, muy conversador, de mediana estatura, robusto, y a Manuel Silva, portugués, de un pequeño bigote, callado. Época cuando se imponía el pan de trigo a la arepa, o a la yuca, al casabe o al delicioso plátano verde o maduro.
Empezaron a proliferar las panaderías, presentaban sus manjares de harina en hermosas vitrinas para que los visitantes se deleitaran con sus apetitosas variedades y sabores y, sin pensarlo mucho, adquirieran estas múltiples diversidades del pan.
Se ofrecía el pan francés y el sobado, canilla, el campesino, el gallego, el de molde o sándwich, el pan de banquete, el pan de avena, andino, de leche, pan de queso, acemas, el pan de centeno, ponqué, pan de guayaba, el delicioso golfeado con queso y papelón, el cachito, el pan dulce de mano de gato o el de clinejas, entre los que puedo recordar.
El organigrama de las panaderías presenta varios cargos o funciones, pero el “maestro de masas y el hornero”, que están al mismo nivel, son los de mayor jerarquía, mejor remunerados y, por supuesto, contraen mayores responsabilidades.
Les voy a expresar en mi vivencia de panadero dos conocimientos básicos de un buen hornero: el primero, el corte del pan francés, una vez que ha llegado a su punto de levante antes de hornearlo, hay que hacerle un corte preciso con hojilla no muy profundo porque se espicha pero tampoco superficial pues no abre, se hace con velocidad, en un movimiento uniforme, sostenido.
El segundo conocimiento cuando ya has colocado los panes sobre el palín para introducirlos al horno, hay que realizar un movimiento, rápido, seco que permita que todos los panes queden en el horno sin que se volteen, algo similar al golpe o jalón que se da a un mantel que tiene cristales sobre él para que queden intactos sobre la mesa. Esto se aprende a través de la experiencia.
Era una panadería muy concurrida, en algunas oportunidades vi entrar al señor Eladio Alemán Sucre, fundador del diario El Carabobeño, rotativo que quedaba en la acera del frente, a unos 12 metros, al lado de la Casa del Niño y Korda Modas, muy bien vestido con paltó, corbata y sombrero, a deleitarse con un espumoso café con leche y un rico pan dulce.
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Esta panadería se caracterizaba por los ricos y apetitosos panes de jamón, se elaboraban muchísimos. En el mes de diciembre hacíamos tantos panes de jamón que llegó un momento, debo confesarles, que los aborrecí y tuvieron que pasar varios años para volverlos a comer.
Esto se lo comenté a un buen amigo que trabajaba en la fábrica de cerveza en San Joaquín y él me comentó que esto nunca le sucedió, que mientras más las hacía siempre deseaba refrescarse con una birra bien helada. Cosas de la vida.
Permaneció mi papá en este trabajo hasta 1970, es decir, que al igual que mis hermanos, “J» y “Rafa” estuvimos ayudándolo por 5 años, aquí logré aprender con mucha destreza el delicado oficio o arte de ser hornero de panadería. Mundologías que siempre he conservado con mucho cariño y que de alguna manera marcan la historia de mi vida.
!!! ASI MISMO ES, SOMOS HISTORIA ¡¡¡
Miguel Ángel Dasilva Gavidia / Ciudad VLC