Ya el hecho de tomar el nombre de “Francisco” demuestra las intenciones ecuménicas de su papado. San Francisco de Asís, y de todos, hombres, mujeres y animales, es un santo ecológico.

Las florecillas de San Francisco, a través de su lenguaje poético, su vida (hay biografías maravillosas, como la de G. K. Chesterton), y en nuestro idioma el poema Los motivos del lobo, de Rubén Darío, nos dan una clave que conecta a San Francisco, a Francisco I (“Jorge Mario Bergoglio”, su nombre secular como ciudadano argentino) y a un visitante que tuvo un día antes de morir.

El papá Francisco fue breve: le dio su mano y el lobo le dio su pata. No sabemos con certeza cuál fue la conversación: “!Paz, hermano lobo!”, pudo pedirle a J. D. Vance, el enviado por Trump. El Papá Francisco conocería de memoria el poema de Darío y tendría presente las sospechas de Bolívar con el imperio.

 

El papa Francisco-J. D. Vance

 

Eso fueron minutos en la agenda del Santo Padre, que se extienden como horas o más por ser su último día. Y estoy seguro de que Venezuela y su reconciliación estuvieron presentes en sus últimas oraciones.

 

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Podría hacer mención en su papado de otros elementos: como su condena al capitalismo, a la discriminación por razones de raza (migración) o género (homosexuales) y su permanente   preocupación por el medio ambiente.

Invitamos a reflexionar hoy sobre Francisco I, sobre San Francisco de Asís, sobre Juan XXIII, sobre Juan Pablo II, sobre nuestro Dr. José Gregorio, sobre Arnulfo Romero (y la razón por la cual los santificó), y recordar el poema de Rubén Darío Los motivos del lobo, el cual nos aporta las claves para entender al Papa que se despide: paz con nosotros mismos (con el lobo que tengamos por dentro), paz entre los hombres y las naciones, y paz con la naturaleza: las otras especies, con el planeta. Son las tres ecologías de Francisco I.

 

Ciudad Valencia / Pedro Téllez