«Guayaquil 2022» por José Carlos De Nóbrega

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José Carlos De Nóbrega autor de la columna "Salmos y Proverbios"

El 26/7/2022 se cumplió el bicentenario de la entrevista entre Bolívar y San Martín en Guayaquil. Fue el duelo discursivo e ideológico entre ambos egregios latinoamericanos: Una lúdica y enigmática competencia de ajedrez político memorable. En sólo 2 días se decidió el curso de la liberación del sur del continente.

De este acontecimiento se ha escrito y especulado muchísimo, dado que fue un encuentro privado sin mirones ni minuta alguna a la vista de historiadores y del vulgo lector. Colmo de los colmos duelista que no se cerró el 27 de julio de 1822. Años después, Rufino Blanco Fombona se batiría por vía ensayística con Mitre e Ingenieros en su esclarecimiento histórico. A Dios gracias sin muertos ni heridos, puesto que Don Rufino era un eximio duelista con espada o pistola. Tan sólo le bastó al nuestro su Egotismo literario.

En tal sentido, revisitemos dos textos que tratan este misterioso episodio. El primero, un magnífico ensayo biográfico, «Bolívar» (1950) de Indalecio Liévano Aguirre; y el segundo, un inquietante cuento, «Guayaquil», incluido en el libro «El informe de Brodie» de Jorge Luis Borges.

Liévano Aguirre le dedica 3 capítulos (21-22-23) que dialogan sobre el contexto y el hecho en cuestión: El monarquismo peruano-argentino, Manuelita Sáenz y La conferencia de Guayaquil respectivamente. La escritura no es sólo polifónica sino también transgenérica. El corpus biográfico nos conduce al relato épico, la novela romántica y el ensayo histórico. Este duelo entre gigantes al mediodía de América, supuso dos visiones contrapuestas de nuestro proceso de Emancipación: la propuesta monárquica y conservadora de San Martín y la republicana liberadora de Bolívar. Bajo la fluencia del patriciado de Buenos Aires y su Logia de Lautaro, San Martín apostaba por un régimen independiente a la cabeza de un príncipe español que satisficiera geopolíticamente a las monarquías europeas y, al mismo tiempo, conservara las relaciones socioeconómicas tradicionales escurriendo la posibilidad de todo cambio revolucionario en América Latina.

Bolívar, sin dejar de ser cordial y diplomático, le opuso su proyecto democrático de integración continental aliñado con un temperamento mestizo y caribeño. El prócer argentino venía de liberar a Chile, amén de asumir el Protectorado del Perú, como empresa albiceleste. Nuestro Libertador ya había triunfado en Boyacá, Carabobo, Bomboná y Pichincha. El caraqueño, previa la entrevista, pegó primero: el ejército de la República de Colombia tomó de hecho al pueblo de Guayaquil bajo su protección. Había comenzado el muy discreto torneo de ajedrez entre estos dos maestros militares y estadistas.

El primer día de la conferencia fue de un muy cuidadoso estudio, pues no se tocó la materia directamente. La segunda jornada fue la decisiva. No se puede hablar de la victoria de uno sobre otro, sino de la prevalencia de una concepción libertaria y popular respecto a su antípoda aristocrática y europeizante. San Martín, consciente de la grandeza de Bolívar y no falto de habilidad política, fracasó en la imposición de su modelo a través de una alianza estratégica político-miilitar fallida.

 

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Dadas las coordenadas coyunturales y la disposición de las piezas en el tablero, San Martín y las blancas abandonan la última partida, concediendo el campeonato a las negras de Bolívar. Incluso, el Protector fue derrotado por el Libertador en el plano galante. Manuelita, decepcionada ante la opacidad puritana y elitesca de San Martín, se enamoró del egotismo entusiasta, seductor y romántico de Bolívar, cuando éste entró a Quito hecho una fiesta el 16 de junio de 1822.

Borges vincula la conferencia de Guayaquil con «Nostromo», la novela «venezolana» de Joseph Conrad, ello en un ejercicio placentero de intertextualidad ejemplar colindante con la Poesía. El inicio del cuento «Guayaquil» prefigura el final abierto: «No veré la cumbre del Higuerote duplicarse en las aguas del Golfo Plácido (Puerto Cabello), no iré al Estado Occidental (Valencia-Sulaco), no descifraré en esa biblioteca, que desde Buenos Aires imagino de tantos modos y que tiene sin duda su forma exacta y sus crecientes sombras, la letra de Bolívar (el testimonio de las cartas, apócrifas o no, que documentan la entrevista con San Martín)». Los paréntesis son nuestros. En este caso, los duelistas son historiadores y profesores universitarios: Eduardo Zimmermann y quien nos refiere el relato.

El huido del Tercer Reich, favorecido por el filosemitismo y la política de los países aliados, Guerra Fría mediante, sabedor de antemano de su pequeño triunfo, conminó al colega porteño a dimitir de su viaje a Costaguana (Venezuela) para certificar la autenticidad de la carta de Bolívar datada en Cartagena el 13 de agosto de 1822, contentiva de la resolución del enigma histórico de la entrevista con San Martín en Guayaquil. «El servilismo del hebreo y el servilismo del alemán estaban en su voz, pero sentí que nada le costaba darme la razón y adularme, dado que el éxito era suyo». En síntesis, esta travesura de Borges nos deja balbuciendo con amargura y saudade criollas que la Historia la siguen falsificando los poderes fácticos más allá de la realidad y de la ficción.

 

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José Carlos De Nóbrega es un ensayista y narrador venezolano (Caracas, 1964). Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Ha publicado los libros de ensayo Textos de la prisa y Sucre, una lectura posible, ambos en 1996, y Derivando a Valencia a la deriva (2006). Fue director de la revista La Tuna de Oro, editada por la UC. Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web. En el año 2021 ganó el concurso de Ensayo de la VII Bienal Nacional de Literatura Félix Armando Núñez y el concurso de Crónica de la V Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, convocado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, por intermedio del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.

 

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