A Mauricio Messi De Nóbrega, mi sobrino as del balón
La marcha del golazo solitario… En noviembre de 2020, año de la peste del covid-19, se nos ha ido a un rincón de la memoria, Diego Armando Maradona. Murió a los sesenta años en su casa del Tigre, Argentina, luego de descompensarse su muy golpeado organismo y sufrir un infarto. El Diego marcó no sólo al fútbol y al deporte universal, sino en especial al imaginario latino (americano) por lo que a nosotros y a los napolitanos nos toca.
La cultura del fútbol lo recibe como en su momento acogió a Pelé, Garrincha, Di Stefano, Beckenbauer, Eusebio, Butragueño, Xavi, Iniesta, Messi y Cristiano Ronaldo entre muchos otros egregios del balón. Más allá de su virtuosismo deportivo, su título del mundial México 86, los títulos con el Napoli de sus amores, tenemos su personalidad polémica, rebelde, arisca y fascinante.
Maradona vivió en la suya, sin importar el escándalo inflado por envilecidos medios que erigieron y luego derribaron su estatua épica de estatura gigantesca. Es el David de Miguel Ángel revisitado en Nápoles. Fue un provocador rudo y endurecido que desafió a los poderes fácticos dentro y fuera de la FIFA. Se le cuestionó el apoyo a Fidel Castro y a Hugo Chávez, entre otras figuras polémicas como él. A los medios se les olvidó avizorar más allá del ego del Diego. No vieron y/o invisibilizaron su afán de justicia social y amor preferencial por los más pobres. Detrás del polemista, tenemos al pibe de barrio que amaba en la carestía a sus viejos. También el adulto que rendía culto a sus dos hijas, esto es el mito desmitificado en el Amor.
Ahora está planteada esa odiosa cultura funeraria que se ha llenado los bolsillos pero que ha fracasado en desfigurar a estos héroes muy nuestros en la memoria de a de veras. Al principio, mordí el bozal de arepa moralista e hipócrita de los medios. La drogadicción del nuestro fue cabeza de turco para restarle brillo a su poesía futbolera. No hay derecho, pues nada se dice de los vicios envilecidos y, peor aún, envilecedores de los grandes cacaos de las finanzas y los mass media. Somos hijos de la misma hipocresía. El alcoholismo y el tabaquismo, adicciones institucionalizadas, matan y causan tanto daño en el cuerpo y en el entorno de cada quien. Y hay que ver el juego de intereses de las todopoderosas corporaciones para matar a la clientela por lo legalito.
Empecé a comprender su paradójica e incontrovertible grandeza de futbolista y ser humano, cuando vi el muy revelador, sentido y poético documental de Emir Kusturica. Una conversación sabrosa y conmovedora en la periferia de lata y cartón piedra de Buenos Aires, así como también en el campamento gitano del director Serbio patente en el film de ficción «Tiempo de Gitanos».
Nos impactaron su auto crítica como padre de familia, asimismo cuando baila con Kusturica en la fiesta gaucha y gitana del final. Por lo tanto, abominaríamos que se le demerite con subproductos comerciales y equívocos como El Cantante de Jennifer López y Marc Anthony que, sin embargo, fracasó y se estrelló en el amor melómano que tenemos por Héctor Lavoe. Con el Diego no podrán como tampoco pudieron con el Che Guevara ni con Jorge Luis Borges. Nos gustaría que Aristarain o Ricardo Darin le hicieran un filme magnífico en el más tierno de los cariños.
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Mi compadre Pedro Téllez lloró la derrota de Argentina en Las Malvinas. Pero, sin ser aficionado del fútbol, se gozó los dos míticos goles que le estampó en la frente arrogante de la pérfida Albión y convirtió en piedritas la horrenda cara de esa Medusa llamada Margaret Thatcher.
Así que no me interesa la fiesta mortuoria que montarán algunos a propósito de la muerte del Diego. Son los que adoran a ese esperpento que es y sigue siendo Posada Carriles o también los Videla, Galtieri o De Aubuisson del Salvador masacrado. No celebró la aristocracia terrateniente junto a su curia cabrona y mala leche el magnicidio de Monseñor Romero? Tanto Oscar Arnulfo como Maradona pertenecen a lo mejor de nuestros pueblos y eso no nos lo arrebata nadie.
Escuchen con atención la canción La marcha del Golazo Solitario de los Fabulosos Cadillacs. Juega con el lenguaje soez, alienante y fracasado del poder y sus aparatos de propaganda. Sin decirlo, subyace un espaldarazo al Diego que besaba a sus muchachos de la albiceleste cuando los dirigió en un mundial en el que se les interpusieron los alemanes.
Sos grande, contingente y maravilloso en tus contradicciones, querido Pelusa!
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José Carlos De Nóbrega es un ensayista y narrador venezolano (Caracas, 1964). Licenciado en Educación, mención Lengua y Literatura, de la Universidad de Carabobo (UC). Ha publicado los libros de ensayo Textos de la prisa y Sucre, una lectura posible, ambos en 1996, y Derivando a Valencia a la deriva (2006). Fue director de la revista La Tuna de Oro, editada por la UC. Forma parte de la redacción de la revista Poesía, auspiciada por la misma casa de estudios. En 2007 su blog Salmos compulsivos obtuvo el Premio Nacional del Libro a la mejor página web. En el año 2021 ganó el concurso de Ensayo de la VII Bienal Nacional de Literatura Félix Armando Núñez y el concurso de Crónica de la V Bienal Nacional de Literatura Antonio Crespo Meléndez, convocado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, por intermedio del Centro Nacional del Libro (Cenal) y la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.
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