discurso hegemónico

“La diferencia entre esta pandemia y otras epidemias como fue la del SIDA es que desnudó todas las ficciones del sistema”.  Jorge Alemán

 

En tiempos de pandemia las viejas narrativas se hacen presentes cual sombras fantasmales, los paradigmas que funcionaron para otra época pretenden dar respuesta oportuna a las nuevas interrogantes, todo en boca de quienes se aferran a los mismos porque de ellos han obtenido seguridad y confort, la mayor parte de las veces a costa del padecimiento colectivo.

Este reiterado despropósito se transforma en ritornelo en tiempos de pandemia, sin percatarse de aquello que advierte el escritor y psicoanalista argentino Jorge Alemán: «Estamos conociendo por primera vez un fin de época».

(…) El cruce del capitalismo y la pandemia presenta incompatibilidades estructurales. El orden capitalista no es precisamente el más adecuado para establecer reglas de juego en una pandemia. ¿Cómo combinar, en definitiva, las exigencias del mercado con las sanitarias? A cada rato hay cortocircuitos”.

 

La “radical catástrofe” generada por el covid-19 recrudece en todos los aspectos de la injusticia mundial, la desigualdad, la tristeza, el desamparo de muchos seres humanos.

“Si se cerraran durante dos meses las cosas seguro que habría un alivio, pero están con que quieren salvar la semana santa, el verano; todas las tensiones que la prensa denomina economía-salud, pero que en realidad tienen que ver con que esta pandemia se está desarrollando bajo unas condiciones donde las experiencias colectivas hace mucho que dejaron de existir. Ahora hay que generarlas casi apelando a la responsabilidad individual y colectiva, categorías bastante endebles por otro lado”. Añade el psicoanalista.

«Que hable primero la vida…»

Para Alemán, la nueva realidad instaurada por el Coronavirus al igual que éste muta todo el tiempo: “Tanto por la experiencia poética como por la de mi militancia en mi juventud, la relación con el psicoanálisis y con pensadores como Marx y Heidegger, siempre he tratado de sentir, de experimentar que hable primero la vida. La experiencia. Escuchar lo que ocurre. No anteponer, no intentar encapsular dentro de una teoría lo que sucede, sino dejar que lo que suceda pueda llegar a ser pensable. He tenido siempre, y ahora me parece que eso se redobla con la pandemia, esta actitud”.

 

Ninguna categoría queda en pie

En ese sentido, no hay ninguna categoría que quede en pie. Hay muchísimas cosas que habrá que revisar; habrá que conjeturar y apostar por nuevas lecturas y por la gran experiencia de lo común. Esto no se puede hacer desde uno mismo. Se hace escuchando, conversando, consultando distintas prácticas. Es un momento de articulación de experiencias y prácticas, especialmente si uno quiere seguir apostando -a pesar de todo lo que tiene de horrible la condición humana y de lo pavoroso que se ha vuelto este mundo- por un proyecto transformador o de emancipación.

 

El discurso “Nosotros lo provocamos”, “todos somos culpables”

Ahora resulta que «Todos y todas» somos culpables de las catástrofes globales, la crisis sanitaria, las migraciones, y el cambio climático, solo por citar tres «nuevos jinetes» de nuestro apocalipsis. La aparición de engendros políticos como Hitler, Pinochet, Trump y Bolsonaro es debida a que «Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen»… No me joroben!

Desde una óptica cristiana, el pensador uruguayo Marcelo Leites abona el camino para encontrar al verdadero culpable. “Nosotros lo provocamos”, “todos somos culpables”. Son discursos muy utilizados en el relato del combate de la crisis climática. La idea de que la humanidad toda es responsable se fortalece y es utilizado por distintos actores; los medios de comunicación, políticos, las grandes ONG e incluso en el movimiento ecuménico o interreligioso. Entendidos en su forma literal, este tipo de discursos esconden desigualdades históricas y el rol del sistema económico que causó el cambio climático.

Bajo los auspicios de las corporaciones y su nueva modalidad de responsabilidad ambiental aparecen por todos lados estas ideas; desde las publicidades de la televisión, hasta en una botella de Coca-cola. Éstos son altamente ideológicos, nos proponen hacernos cargo entre todos y diluir la culpa y, por lo tanto, aceptar las consecuencias. Ok, pero ¿quiénes somos “nosotros”, “todos”? No niego la idea de que todos tenemos responsabilidades, pero estas son muy diferenciadas”.

Siguiendo esta lógica, uno de los conceptos mediatizados en estos momentos de pandemia es que, cuando se precariza o se despiden trabajadores, cuando los que trabajan del día a día ya no pueden hacerlo, cuando el hambre aumenta en las periferias: “todos estamos compartiendo las pérdidas”. Sin embargo, las grandes empresas siguen recibiendo subsidios en todo el continente. Esto es igual a la retórica de las políticas de ajuste o austeridad para pagar deuda usurera, entre otros ejemplos. Entonces, si en la crisis compartimos las pérdidas, ¿por qué antes no compartíamos las ganancias?

 

Leites muestra claridad meridiana en el desmontaje del discurso hegemónico:

“El discurso de que el virus nos afecta a todos por igual da por hecho que las condiciones históricas, culturales y materiales son las mismas para todos y todas. Pero no lo son. Este discurso que se viene imponiendo camino hacia la idea de “la nueva normalidad” es por lo menos, falaz; como lo es la idea de la meritocracia: el individuo que se esfuerza, triunfa y prospera, y es pobre el que no se esfuerza lo suficiente”.

Tanto en el caso del Covid-19 o de las crisis climáticas, el discurso parte de la idea de que las condiciones iniciales -de oportunidades e igualdad- son las mismas para todas las personas. Al no serlas, la conclusión que se sigue es falsa. Pero además de compartir su lógica, estos discursos se imponen logrando convencer y subordinar a los grupos de las clases medias y medias bajas a defender los intereses de las élites.

“Por tanto, desde diferentes lugares de nuestra región, existe la necesidad urgente de empezar a hablar sobre aquellas cosas que acontecen sin mayor precaución, que se presentan como lo cotidiano formando parte de los “sentidos comunes” aceptados de la cultura hegemónica. (…) Bajo un esfuerzo de vigilancia crítica y pedagógica frente a este “enemigo invisible” podemos poner en duda el discurso dado, cuestionarlo y hacerlo visible”.

 

Mas que nueva normalidad

Concluye el uruguayo con la búsqueda de algo más. “Para que el mundo post-Covid 19 sea más justo, más sostenible y solidario, no alcanza con los aplausos a las 9 pm. (para los trabajadores de la salud) aunque sea un gesto bonito. Es necesario pensar y actuar en el terreno de largo plazo en la práctica de la solidaridad buscando más que una “nueva normalidad” un “Otro mundo es posible”; nuevas narrativas y una cultura que interpele a las personas en la búsqueda del buen vivir y la justicia para una casa común en la que quepamos todos y todas”.

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Ismael Noé / Ciudad VLC