“Les habla Fabricio Ojeda, presidente de la Junta Patriótica”. Fueron las primeras palabras dirigidas al glorioso pueblo de Venezuela a las 3:00 am del 23 de enero de 1958, a través de radio Rumbos, para anunciar la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, quien había huido del país.

Previamente se concertó la unión de todos los sectores sociales y políticos contra la dictadura mediante un decisivo protagonismo popular, concretando así un sueño de redención y justicia, inmediatamente frustrado y traicionado por los representantes políticos de la burguesía apátrida, encabezados por Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y el vacilante Jóvito Villalba, trío tutelado por el Departamento de Estado de los EEUU.

Aquel 23 de Enero fue la expresión primigenia del poder popular, el cual rebasó las expectativas, aun de la propia vanguardia representada por la Junta Patriótica y presidida por el periodista Fabricio Ojeda, cuyo carisma y protagonismo despertó el recelo y la envidia de los tres viejos dirigentes firmantes del Pacto de Punto Fijo, que no fue otra cosa sino la reedición del Pacto de Nueva York, el cual aceleró el proceso de consolidación de la democracia representativa, excluyente y de espaldas a los intereses de las mayorías.

Más tarde Fabricio dejaría el Congreso por la montaña, convirtiéndose en adalid de la lucha guerrillera de los años 60.

 

LOS DOS MODELOS DE DEMOCRACIA

La sangrienta dictadura represiva y criminal agotó la paciencia del pueblo y produjo ese gran estallido de libertad y dignidad para acabar con los años de la ignominia perezjimenista, caracterizada por la represión desmedida, el terror y el miedo.

Resulta necesario destacar que ese día emergieron desde la resistencia anti-dictadura dos modelos de democracia.

Por una parte la directa, participativa y protagónica del pueblo, en su estado embrionario y expresada en reparto de volantes y propaganda bajo la clandestinidad, arriesgando el pellejo, en los barrios, en la universidad, en los liceos, en las fábricas, en los comités de huelga, en las barricadas.

Y, por otra parte, la democracia delegada, formal, burguesa, representativa, partidista, elitesca y demagógica.

En las primeras de cambio, la Junta de Gobierno Provisional, presidida por Wolfgang Larrazábal, y la Junta Patriótica, surgida en 1957 por iniciativa del Partido Comunista de Venezuela (PCV), marchaban juntas en la dirección del nuevo modelo de gobierno; sin embargo, paulatinamente los intereses y acuerdos secretos de las fuerzas tradicionales, al servicio del capital nacional y transnacional norteamericano, terminaron por desplazar el espíritu patriota, popular y revolucionario de la unidad cívico-militar.

El 23 de Enero de 1958 fue derrocado el dictador, pero luego de esa fecha no cesó la represión en la «democracia» adeco-copeyano que nació en octubre de ese año con el Pacto de Punto Fijo. «Comenzó la historia de otra dictadura.

Fue una traición a la voluntad y el sacrificio del pueblo y eso todos debemos saberlo», señaló el presidente Hugo Chávez, al recordar la alianza política entre Acción Democrática, Unión Republicana Democrática y Copei, que dejó de lado a los comunistas.

 

 “DISPAREN PRIMERO Y AVERIGÜEN DESPUÉS”

José Vicente Rangel, en su libro «Expediente Negro», relata que durante la llamada «democracia representativa» hubo más violaciones de los derechos humanos que durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Agrega además que aunque es lo mismo el asesinato de un prisionero político en dictadura o en democracia, en esta última resulta peor, más despreciable e inmoral.

Así pues, fueron largas las listas de asesinados por la Digepol apenas iniciado el camino de la «democracia representativa», que llegó con la figura del máximo dirigente de Acción Democrática (AD), Rómulo Betancourt, quien había estado en el exilio mientras la base de su partido, junto con los comunistas, conspiraba y luchaba contra el dictador Marcos Pérez Jiménez.

Como es sabido, Betancourt acuñó la tristemente célebre frase “Disparen primero y averigüen después”.

Un recordatorio para las nuevas generaciones y para las no tan jóvenes y frágiles memorias sobre los excesos y tropelías perpetradas por quienes nos gobernaron por cuarenta años y más.

 

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Ismael Noé