En la sección Sin Límites del Diario Ciudad Valencia, nos detenemos para escuchar aquellas voces que, sin hacer ruido, transforman su entorno con actos de constancia, coraje y amor. Hoy contamos la historia de Manuel Hernández, un venezolano de 32 años, nacido el 3 de junio de 1993 en el estado Aragua, cuya vida se ha convertido en ejemplo de superación y profunda humanidad. Junto a su madre, la señora Monserrat Hurtado, Manuel, ha demostrado que no hay diagnóstico que defina ni obstáculo que detenga un corazón decidido.

 

Un camino tallado con perseverancia

Desde niño, Manuel fue diagnosticado con un trastorno del espectro autista. Sin embargo, su madre recuerda cómo se integraba plenamente con otros niños de su edad, compartiendo juegos, clases y vivencias. Pero más allá de su integración social, lo que más definía a Manuel era su carácter disciplinado y su inquebrantable perseverancia.

Manuel Hernández Brigada Juvenil de Bomberos de Cagua

Cuando cursaba el primer año de bachillerato, su profesor de instrucción militar solicitó a su representante que eximieran a Manuel de las actividades de orden cerrado. Aquello, lejos de ser un límite, fue un detonante. Monserrat decidió entonces trabajar la fortaleza de su hijo. Así lo vinculó con la Brigada Juvenil de Bomberos de Cagua. Allí, comenzó una formación paralela a su educación académica y no solo participó: sobresalió.

Durante los entrenamientos, debía permanecer de pie por más de dos horas. Mientras algunos jóvenes desfallecían por el esfuerzo, Manuel se mantuvo firme, demostrando un temple que sorprendía a sus instructores y compañeros. Fue reconocido con méritos, distinciones por honor y disciplina, y alcanzó el rango de brigadier en dicha institución bomberil.

 

Ese fue solo uno de muchos logros construidos paso a paso

Manuel culminó sus estudios como bachiller en ciencias y posteriormente quiso ingresar a la carrera de agroalimentaria en la Aldea Universitaria de El Mácaro, en el estado Aragua. Sin embargo, el sistema universitario no estaba preparado para incluirlo como estudiante regular. Aquel intento fallido no fue un retroceso, sino una señal clara de los retos estructurales que aún deben superarse en materia de inclusión.

Pero si algo ha aprendido Monserrat de su hijo es que no hay tiempo para rendirse. “Mientras haya un día por delante, hay una oportunidad para avanzar”, afirma con convicción.

 

Una vida activa y creativa

Hoy Manuel tiene una vida rica en experiencias. Ha sido orador de orden en varios eventos y ha realizado presentaciones públicas en escenarios como el Teatro Municipal de Valencia. También es estudiante de música y ejecutante de trombón.

Además, ha incursionado como modelo y chef, gracias a su proceso de formación en Fundadiversidad, una institución que ha sido clave en el desarrollo de sus habilidades y autoestima. Esta diversidad de actividades no solo habla de su talento, sino de su independencia, autonomía y alegría por la vida.

Cada vez que lo ve sobre un escenario, ya sea hablando con solemnidad o interpretando una melodía, Monserrat Hurtado revive todo el camino recorrido. Dice que ha sido difícil, sí, pero infinitamente valioso. Y por eso, desde su experiencia como madre, ofrece unas palabras que encierran su filosofía de vida:

 “Siempre es bueno querer adelantarse al futuro, poder estar un paso adelante pese a las adversidades. Ir más allá con paciencia… y tener aceptación.”

 

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Historias como la de Manuel Hernández y su madre nos recuerdan que el verdadero progreso no se mide solo en títulos o reconocimientos, sino en la capacidad de creer, amar y persistir cuando todo parece decir lo contrario. Porque, como bien lo enseña esta familia, los límites suelen estar más en la mirada ajena que en el corazón propio.

 

Ciudad Valencia / Diego A. Trejo