“Recuerdos tristes de un pasado alegre” por Luis Felipe Pellicer

Luis Felipe Pellicer-Cuando éramos invencibles

Jesús Ángel Rojo, autor de algún panfleto franquista titulado Cuando éramos invencibles, es sin lugar a dudas un mercenario más de la industria editorial española, donde también prueban suerte latinoamericanos, con un tema tan polémico como lo es la historia de la invasión ibérica a estas tierras de Abya Yala, conocidas como América.

Jesús Ángel, con sus piernitas cruzadas y ese cuello tortuga negro tan demodé como su argumentación rosa sobre la historia, no aporta nada. Lo que dice de la “hispanidad” es un invento ideológico en desuso, fuera de training, fuera de ranquin. Apela a un sentimentalismo nacionalista relamido, que produce dentera.

En lugar de esa pose de muñequito’e torta ha debido aparecer como Sarita Montiel, fumando, con el rostro bañado en lágrimas y el maquillaje corrido en una película que bien pudo llamarse Recuerdos tristes de un pasado alegre.

 

Querido Ángel, España nunca ha sido invencible, pregúntale a Morillo si no me crees. España no forjó una civilización, la España histórica fue y sigue siendo víctima de una civilización que contribuyó (de forma pionera) a fraguar, destruyendo muchas civilizaciones cuya complejidad cultural asombró al campesinado ibérico que llegó a estas tierras después de 1492. Me refiero a la civilización moderno-capitalista-colonial, de la cual España fue execrada como polo de poder hace ya más de dos siglos, para tus recuerdos tristes.

Ciertamente el estado español, la monarquía, a pesar de los golpes de pecho de Isabel y Fernando, y de toda la retahíla de tu nobleza parasitaria que los sucedió, forjaron un imperio que también perdieron con Francia, con Inglaterra y con Estados Unidos.

Tu hispanista Franco, quien decretó el 12 de octubre como tu día, convirtió a España en un pobre país de emigrantes. Aquí recibimos con cariño a muchos peninsulares e isleños. De niño, yo hacía las compras en la bodega de Manolo y Capote, dos hermanos simpatiquísimos, que llegaron en el 1967 a Venezuela. Recibí clases de Historiografía Universal con un maestro anarquista republicano, José Sanz, un temple el viejo.

La recientísima democracia representativa, que Latinoamérica contribuyó a construir en tu país, el trabajo del pueblo español y la inmensa deuda a la que está sometida España, ha creado una burbuja de estado de bienestar a cambio de soberanía. Esa pompa de jabón está pronta a estallar Ángel, y escucharé otra vez a gente querida del pueblo hermoso de España decirme con susto: ¡Se viene el hambre, Luis Felipe!”, “Se viene la crisis”.

Y estas cosas que te digo sucedieron y sucederán porque tú prefieres ganarte unas pesetas con tu librito embaucador y malicioso. Y no tienes los cojones para decirle a tu pueblo la verdad. Es decir, que quienes mandaron en ese imperio, donde nunca se metía el sol, lo único que se les ocurrió como razón de Estado fue enviar a “a la Indias Occidentales” a un montón de saqueadores de rapiña, bastante incivilizados, violentos y asesinos cuya única filosofía de vida eran los 7 pecados capitales. ¡Todos!

Esa fantasía imperial que Franco, tú y unos pocos españoles conservan, le ha hecho mucho daño al pueblo español que es tratado por debajo de la línea del ser por europeos y norteamericanos. Lee a Hegel y te convencerás o pregúntale a un compatriota tuyo que haya emigrado a Alemania. O mejor al racista de Rajoy que se quejaba con los europeos mientras les pedía limosna, recriminándoles: “Hombre, que no somos Uganda”. ¡Impresentable!

Ese pobre imperio tenía unas cajas reales que parecían un colador. Oro y plata que entraba salía, de inmediato, a llenar los bolsillos del verdadero imperio y civilización de muerte que tus reyes ayudaron a formar. A costa de la vida de millones de africanos, indígenas, campesinos ibéricos, moros, judíos y gitanos.

 

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España tiene muchas cosas de las cuales estar orgullosa, su pueblo maravilloso es la principal. Pero el estado español que sigue siendo la monarquía que permitió la fiesta orgiástica de sangre en Nuestra América, tiene que pedir perdón y reparar el daño, mucho más porque intentaron continuar la masacre hace dos siglos.

Por último, Angelito, sí tenemos lazos indestructibles de amor, de sangre y arena. Y se harán más notorios cuando la gente como tú comprenda cuál es su lugar en el juego del poder mundial y nos traten como se debe: como hermanos que es lo que podemos ser. Ni más, ni menos, según esa canción de Los Chunguitos, que me encanta y que tú no debes conocer porque no escuchas esas cosas de gitanos.

 

Luis Felipe Pellicer / Ciudad Valencia