“Simulacro y literatura” por Federico Ruiz Tirado

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Federico Ruiz Tirado- Pepe Mujica

Simulacro y literatura… Entre tantas remotas e inolvidables lecturas de Cien Años de Soledad conservo muchas imágenes de la novela que se han venido instalando en mi memoria como recuerdos de vida.

Con el tiempo, obras como ésta, versos, aforismos relampagueantes y líricos de poetas leídos o escuchados y convertidos en «decires» (de familia) desde la infancia, declamados por mis padres o hermanos (Vallejo, Miguel Hernández, Neruda, Andrés Eloy, Miguel Otero, Alberto Arvelo Torrealba) han adquirido formas de seres vivos de carne y huesos en nuestra historia de vida, y andan acompañándonos como amuletos.

Hay pasajes de la historia de Macondo cuyos visos de verosimilitud terminan por disipar sus rastros de ficción cuando en la vida «real» se expresan como escenas de una película recién vista y todos nos reconocemos.

Suceden, son vividas y protagonizadas por los vecinos del barrio durante acontecimientos particulares, reuniones en las que se comparten necesidades, se discute si dos y dos son cuatro, o si fue Marx o Lenin quien dijo tal o cual frase, si la tecnología y la informática tienen la importancia que les asignan, si se nace hembra o varón para siempre, o, como lo presencié en el reciente simulacro electoral: que si Nicolás va por el camino correcto, que si patatín, que sí patatán.

Como en la historia de la guerra entre liberales y conservadores colombianos, cuando el Coronel Aureliano Buendía comprendió que «solo luchaban por el poder» y firmó medio ladillado el tratado de paz,  a veces vivimos  episodios que se  parecen a hechos tan fantásticos como ese, o  como uno cree recordarlos y los hace suyos, convirtiéndolos en reos imaginarios para soltarlos como liebres antes de que se extravíen y pierdan la sonoridad metafórica o realista.

 

Siempre están allí, en la retaguardia

El día del simulacro recordé, o al menos eso creí, que ofuscado por el óxido de esa nostalgia ciega que le dejó la pacificación, el Coronel quiso una vez aplacar a escopetazo limpio la bullaranga que unos vecinos venían haciendo desde días atrás en el umbral de la casa y perturbaban su solitaria disciplina en la confección  de los pescaditos de oro.

Lo recordé escuchando el monólogo de una señora que discutía consigo misma para que lo supiera el mundo entero. A gritos le echó paja al gobierno. Llamó mi atención su alegato sobre la aplicación Veapp: alucinante discurso sobre cómo esa herramienta era una invención de Maduro. Mientras hacía la cola, haciéndose la loca para escuchar, espiar, meter la cuchara en la sopa, dijo que ella estaba harta, que iba a votar por el Viejito, así se cagara en los pantalones que, por cierto, «parecen prestados de lo ancho que le quedan».

—Mire, doña –le picó adelante una joven que votará por primera vez el 28 de julio– con el 1×10 del Buen Gobierno, el presidente de la República, Nicolás Maduro, se ha anotado el  gol del siglo XXI.

Le explicó que en su programa “Con Maduro +”, ella le escuchó decir que el sistema del 1X10 del Buen Gobierno se convertirá en Ley de la República.

—¿Usted sabe lo que significa llevar el Sistema 1×10 del Buen Gobierno a Ley de la República? –le preguntó mirándola a los ojos–. Es una oportunidad real para fortalecer la democracia participativa en Venezuela y mejorar la calidad de vida de la gente.

“Esta manera directa de atención a las necesidades del pueblo en áreas como la salud, el agua y la educación brinda un canal directo de comunicación con el gobierno y promueve su participación en la gestión pública”, le dijo como una maestra se dirige a sus alumnos.

«Esta  iniciativa contribuye a construir un país más justo, eficiente y próspero, póngase las pilas, vecina, y vote en contra de usted misma si lo que quiere es autosuicidarse».

El simulacro del domingo transcurrió como en una calle de Macondo. Un señor echó el cuento de un director del banco del Vaticano, Paolo Cipriani, y su segundo, Massi, que los  agarraron con las manos en la misa (o en la mesa), después de la captura de un prelado italiano ligado al banco, el Instituto para las Obras de Religión (IOR).

 

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Este obispo Nunzio Scarano, quien trabajó en la administración de los bienes de la Sede Apostólica (APSA, la organización que administra los bienes de la Santa Sede), lo hizo con la ayuda de dos personas –una de servicios para miembros llamada por sus siglas la NCO, una cosa de lucha contra el espionaje y el intermediario financiero italiano– intentaron repatriar desde Suiza 20 millones de € en efectivo, «fruto de la evasión fiscal», dijo el señor.

Cuánto daría uno por saber los secretos que guarda la Conferencia Episcopal Venezolana, remató: «esa que apareció en pleno celebrando el golpe de Estado o asesorando a la MUD en materias políticas”.

¿Dónde guardan sus tesoros? ¿En qué Banco se las llevan y las traen?

Así, el simulacro se vivió el domingo en la escuela del barrio: hablando de literatura fantástica.

 

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Federico Ruiz Tirado (Barinas, 1955): Escritor, poeta, diplomático. Miembro Fundador de la Red de Escritores Socialistas de Venezuela. Autor de Un puñado de pájaros contra la gran costumbre (antología sobre el 4F), Un día para siempre, La Patria está en otra parte (MPPCULTURA, PDVSA).

 

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