Para Rubby Pérez, el dominicano más venezolano del mundo
En aquel tiempo, había grandes fiestas y eventos en los clubes petroleros de la ciudad y era común ver de manera frecuente a las grandes estrellas del espectáculo, sobre todo de la música. Es 1986. El Club Manaure anunciaba para el aniversario 39 de fundación a dos grandes orquestas: La crítica con Oscar de León y a Wilfrido Vargas y sus Beduinos.
Ese día, estaba en una pequeña tasca a una cuadra del Ateneo de Punto Fijo con mi compadre Julio Colmenárez, y alguien se acercó a la mesa a decirnos: “Qué extraño… ustedes por estos lados. Yo los hacía en el Manaure”. A lo que curiosamente preguntamos: “¿Y qué hay por allá?”… “Wilfrido Vargas y Oscar de León”, respondió el pana. Entonces, como quien es impulsado por un resorte, nos levantamos de las sillas y arrancamos en Fa para el Club.
Al llegar, como era lógico suponer, no había dónde estacionarse, y como pudimos dejamos el carro en un espacio que después nos preguntamos cómo carajo pudo el compadre meterse allí. Lo cierto es que nos apresuramos porque, casualmente, escuchamos la voz del animador anunciando a La Crítica con su invitado, Oscar de León. Por alguna extraña razón, entramos como Pedro por su casa, pues nadie había en la puerta. Imaginamos en ese momento que el portero no quiso perderse el show.
Poco a poco y colándonos entre los bailadores nos ubicamos frente a la tarima. Allí estaba La Crítica, que en realidad era mitad Dimensión Latina y mitad La Crítica. Oscar cantaba y bailaba, acompañado de ese sabor con quien siempre ha sido su pareja de baile, Wladimir Lozano. Atrás se veía a Albondiga y William Puchi en los trombones, y a Joseíto en el timbal. La gente gozó de lo lindo la presentación. Y al concluir el set, nos acercamos a la mesa para conversar con ellos y compartir un buen rato, hasta que escuchamos al animador anunciando a Wilfrido.
El intro no pudo haber sido mejor. Fue una pequeña muestra de la calidad de los músicos de la orquesta con un fragmento jazzístico para calibrar bien el sonido de la noche y darle entrada a ese tren maravilloso y exclusivo que nos deleitó en cada baile y la mejor rumba de esos años: Jorge Gómez, Eddy Herrera, Gene Chambers y Rubby Pérez. Allí se dieron el gusto de cantar todos los éxitos que hasta el momento había grabado la orquesta.
Y, claro está, el público estaba extasiado con ese show que sería el último de Rubby Pérez con Wilfrido en Falcón, al cierre de una extensa gira por el país que culminaría el 18 de noviembre de ese año en la Feria de la Chinita de Maracaibo, porque después Rubby, con la ayuda del productor dominicano Bienvenido Rodríguez, armaría su orquesta en Santo Domingo para iniciar su etapa como solista. El dato me lo dio Alberto Araujo, quien fue el coordinador de logística de la gira de ese entonces y que posteriormente se convirtió en el responsable de la gira de Rubby Pérez y su orquesta en 1987, y cuyo primer concierto en Venezuela fue otra vez Punto Fijo, pero en esta oportunidad en el Centro Italo Venezolano.
Pero estaba comentando esa noche del Club Manaure, y recuerdo como si fuera ayer, que la desbordante energía de Rubby Pérez y el carisma le hacían sobresalir de ese tren delantero. Cuando cantaba “El Africano”, «Volveré», «Las Avispas», «Cuando estés con él» y «Cobarde, Cobarde», sin duda, sabíamos que lo que teníamos enfrente no era un “rubí”, sino un diamante, así se llamara Rubby; pero donde se robaba la atención de todos era cuando intervenía junto a Jorge Gómez en “Soy un hombre divertido”. Allí explotaba su don de meterse a la gente en el bolsillo cuando jugaba a que levantaran sus manos, se agacharan, se menearan y la rutina de “¿seguimos?… ¿paramos?…”.
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El show terminó y todos quedamos satisfechos con el regocijo de haber visto a quienes lo dieron todo en ese momento. Con los años, no solo vimos triunfar a Rubby Pérez como solista, sino que también pudimos tenerlo cada vez más cerca, al punto de que él mismo se consideraba un venezolano más.
Por eso nos duele tanto su inesperada y absurda partida; por eso se despidió con la bandera dominicana y la venezolana. Si Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas, República Dominicana y Venezuela son el mismo cielo de un canto que se hermana.
¡Vuela alto Rubby… No te preocupes, siempre “volverás” a nosotros cuando el recuerdo y la alegría te convoquen!
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Simón Petit (1961), Punta Cardón, es consultor cultural, escritor, guionista de cine y televisión, columnista de prensa y revistas literarias, productor y locutor de radio y televisión.
Ha publicado los poemarios: Bajo la Grúa (1991), Otros a la Intemperie (1992), Bajo la Grúa Sobre el Andamio (1999), Sol Sostenido (2001), La Mirada Impía (2004), Desmemoria Infiel (2010), Vieja Luna (2011), El Eco Formidable (2014) y 50 Haikús y 7 Tankas al pie de un volcán (2019).
Entre otros ha obtenido el Premio Nacional de Guion Cinematográfico en Super 8, 3er Premio Mejor Película en el VI Festival Nacional de Cine S8 por su película “Tránsito de Sombras” y 1er Premio Nacional por la misma película en 1988 en el V Encuentro Nacional de Cine S8. Premio Municipal de Literatura del Municipio Carirubana en 1992.
Invitado a la Cátedra de Poesía José Antonio Ramos Sucre de la Universidad de Salamanca en el 2012.
Ciudad Valencia