En esta era de la electrónica y la informática solemos tropezamos a cada instante con una palabra de la más rancia estirpe latina que muchos ven como inglesa, más por pereza mental que por ignorancia propiamente dicha. Esta palabra no es otra que monitor, derivada del verbo latino monere, que significa advertir, avisar y amonestar.
Monitor es, pues, tanto en latín como en castellano, “el que amonesta o avisa’’. Se llaman monitores, por ejemplo, los instructores encargados de guiar los movimientos de los atletas en las exhibiciones deportivas.
En el lenguaje de la ciencia y la tecnología modernas se conoce con el nombre de monitores un número de aparatos dotados de una pantalla luminosa destinados a vigilar el desarrollo de algún proceso técnico.
El más conocido de estos dispositivos es el monitor de televisión, que recoge en su pantalla las imágenes que se van produciendo a través de las cámaras a fin de controlar su calidad sin interferir el circuito. En los hospitales y clínicas, especialmente en las salas de operaciones, se observa el funcionamiento del corazón de los pacientes en la pantalla de un monitor.
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En estos últimos tiempos, la palabra monitor ha dado origen al horrible verbo monitorear, tomado del inglés monitor o monitoring, lo mismo que el espantoso sustantivo monitoreo.
En inglés, por cierto, monitor nombre de cierto tipo de lagartos carnívoros de Asia, África y Australia. ¿No se podría pensar entonces que monitorear es ofrecer una corrida con estos animalejos?
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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