Luis Alberto Angulo-Alquimia del amor

“Alquimia del amor”…

A Melchor, Gaspar y Baltazar.
Magos del Oriente.
Dondequiera se encuentren.

De niño, algunos de mis compañeritos le escribían a los Reyes pidiendo presentes; por indicaciones de mi madre, a veces también lo hice al Niño Jesús, que me traía algún regalo la noche del 24, para maravillarme el 25 de diciembre descubriéndolo.

Si, por alguna razón desconocida, esa noche “el niño Jesús” no
lograba pasar por mi casa, mis padres y abuelos decían que los regalos los traerían, el 6 de enero, los reyes magos.

Alquimia del amor

Supongo que la tradición de los regalos en diciembre rememora otra que cuenta que tres grandes Astrólogos (Magos) de Oriente, le ofrecieron adoración al recién nacido niño Jesús en Belén, hace más de dos milenios.

Por cierto, nunca supe porque no le llevaron juguetes al Niño, y sí “mirra” y “oro”; debió ser, pensé en una época, porque sus padres andaban escondidos huyendo de Herodes, un gobernante que no dudaba en asesinar niños para que estos no le disputaran su poder cuando crecieran.

El oro era y sigue siendo muy útil en este mundo mercantilizado, me digo; pero, alguien me informa que ese oro era un simbolismo y que esos Reyes Magos Astrólogos eran, en realidad, Alquimistas, quienes entre sus conocimientos tenían el de la transmutación de metales pesados en oro. El secreto de la inmortalidad que solo algunos habían conocido.

La adoración de estos Sabios a Jesús es el reconocimiento de la llegada del transmutador divino de la humanidad. El Alquimista sagrado que convertirá el agua en vino y su sangre en Vida. El Mesías redentor que traerá un nuevo mandamiento sin abolir a los consagrados de la Ley Mosaica: el Mandamiento del amor.

La alquimia de Jesús es la de poner al alcance de todos la posibilidad de la inmortalidad mediante la práctica del amor. Un propósito aparentemente inocente que, sin embargo, lo llevará, en primer lugar, a ser martirizado y sacrificado.

Dentro de la vieja tradición de escribirle a los Reyes Magos, son muchas mis peticiones; en realidad, infinitas. La mía sería una carta imposible, pensaría en quienes sufren y en quienes amo, en cada uno de ellos.

El sufrimiento, la compasión y la iluminación, son los puntos neurales de la humanidad.

La posibilidad de una confrontación bélica capaz de poner en peligro la existencia misma de la humanidad resulta, en su exageración, una burla y la mayor de las estupideces. Un despropósito maligno.

 

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Alquimia del amor

A la alquimia suprema solo podemos pedirle la transmutación de los materiales innobles en oro espiritual. En el urgente hallazgo de sentido que saque a la humanidad de la necrofilia y la coloque en la vía de la vida.

 

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Luis Alberto Angulo [Rivas]. Nació en Barinitas, estado Barinas (VEN), en 1950. Coterráneo de los poetas Enriqueta y Alfredo Arvelo Larriva. Autor de las sumas: Antología de la casa sola (Fundarte, 1982), Fusión poética (Universidad de Carabobo, 2000), La sombra de una mano (2005), Antología del decir (2013), y Coplas de la edad ligera (2021), títulos publicadas por Monte Ávila Editores, colección Altazor. Prologa la edición en vida de la Obra poética completa de Ernesto Cardenal (Editorial Patria Grande, Buenos Aires, Arg. 2008).
Premio del IV Concurso Internacional de la revista Poesía (UC), otorgado anteriormente a: Jim Seguel, Arnaldo Acosta Bello y Eli Galindo. En Valencia, ciudad donde reside desde hace más de cincuenta años, ha sido columnista de los diarios Notitarde, El Carabobeño y Ciudad Valencia, jefe de redacción de la revista Poesía (UC) y director de las revistas Zona Tórrida (UC) y Redve (Red Nacional de Escritores de Venezuela). Ha realizado selecciones poéticas de: San Juan de la Cruz, Miguel Hernández, César Vallejo, Ernesto Cardenal, Enriqueta Arvelo Larriva, Teófilo Tortolero, Gelindo Casasola, Rómulo Aranguibel, Lubio Cardozo y Ana Enriqueta Terán.

 

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