Hace catorce años, Gustavo Pereira –ensayista y poeta venezolano– publicó Derechos culturales y revolución, como expresión unánime de que una revolución no es tal, si no es cultural.

En un sentido amplio, es concebir la cultura como el hacer de los pueblos con sus valores, creencias y tradiciones: “la cultura es una experiencia humana que, aunque de difícil definición, representa para nosotros la totalidad de medios por los cuales el hombre diseña para vivir”, nos afirma el poeta.

El libro presenta los derechos culturales de producción y divulgación de toda obra científica, técnica y humanística; creación de bienes culturales y protección de los derechos de autor.

Además, se considera al Estado como garante de los bienes culturales y de asegurar las condiciones medios e instrumentos, así como la protección social a los trabajadores y la difusión de la información cultural y la obra de los creadores.

Como vuelta de tuerca para la transformación, nos invita Pereira a “…cambiar el concepto reverencial de la cultura para convertirlo en punto nodal de participación creadora, de acopio de conciencias sensibles, libre de sujeciones y factores alienantes”.

La sensibilidad para captar las esencias de lo originario, de lo fundacional como pueblo; la conciencia y el espíritu crítico para detectar y contrarrestar los procesos injerencistas. La cultura puede concebirse como perfección individual y como posibilidad social.

Para Francisco de Venanzi –médico y escritor–, la cultura es la traducción existencial de una comunidad, que lleva implícito un significado colectivo, “y la cultura humanística puede proyectarse personalmente.”

El pueblo venezolano, la Venezuela profunda, en colectivo, eleva sin desmayo sus propuestas pluriculturales y multiétnicas en sus cantos, bailes, artesanías, literatura, como manifestaciones anticoloniales de rebeldía y emancipación, con el impulso de la Gran Misión Viva Venezuela, en todas las comunidades, en todos los centros educativos.

La educación y la cultura proporciona al ser humano la posibilidad de prodigarse al universo; de darse en su infinitud, para que no se cosifique y sea susceptible de manipulación o como expresó Bolívar: “…instrumento ciego de su propia destrucción”.

 

LEE TAMBIÉN: “Un ladrillo menos en la pared marcando distancia”

 

Es necesario volver a José Martí, maestro, poeta y prócer cubano, quien vinculó el cultivo del espíritu, con la independencia y la libertad: “ser cultos para ser libres”; partía de la convicción de la necesidad de despertar las conciencias para no convertirnos en “…siervos futuros ni aldeanos deslumbrados”.

En momentos cuando el gobierno de los Estados Unidos y sus corporaciones persisten en amenazas contra nuestro país: secuestro de migrantes, considerar la migración como delito, medidas coercitivas unilaterales, respaldo a Guyana, dispositivos mentales para borrarnos la memoria, entre otras, la Gran Misión Viva Venezuela es una enérgica respuesta colectiva de soberanía, libre determinación y autoafirmación, que sigue demostrando que somos el pueblo que vence las dificultades.

 

***

 

María Auxiliadora Castillo Espinoza (Valencia, Carabobo) es docente e investigadora de la Universidad de Carabobo (UC). Exrectora de la Universidad Politécnica Territorial de Valencia. Comunicadora social y productora y conductora del programa radial Verdiras y Mentades (RNV Región Central 90.5 FM).

Magister en Investigación Educativa y estudios de Postgrado en Lingüística; Doctora en Educación por la Universidad de Carabobo, ha llevado a cabo estudios postdoctorales en investigación y Especialización en Gerencia Pública.

 

Ciudad Valencia