#Opinión: «El Día de la Madre» Por Douglas Morales

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Casi todo valenciano sabe que en nuestra ciudad se inició la celebración del Día de la Madre, en 1920, quizás en homenaje al abnegado comportamiento de las madres luego de la pandemia que martirizó al país entre 1918-1920 (gripe española), tan ruda que hasta el hijo preferido del Gral. J. V. Gómez (Ali Gómez) murió contaminado.

Por iniciativa de la municipalidad se erige un conjunto escultórico representando tres madres: la Patria, la Virgen María y la Madre de cada quien.

La escultura se situó en el bulevar que separa el Teatro Municipal y la antigua Facultad de Derecho; luego fue trasladada a la Plaza de las Tres Madres, ubicada detrás de la actual Cruz Roja.

Ahora, si nos acercamos a la Plaza de la Glorieta, en San Blas, antigua alcabala de Valencia y construida en la misma época del puente Morillo (1818-1820), encontramos una estilizada e íntima escultura colocada en 1941 en la remodelación decretada por nuestro José Rafael Pocaterra, presidente o gobernador del estado.

Se bautizó como Minerva o «la Instrucción», aunque más bien representa a una dulce y bella madre en actitud pedagógica con dos niños. Los dos conjuntos escultóricos son, por excelencia, los monumentos valencianos a las madres, sin olvidar que en «el canto a Valencia», recitado por el mismo Pocaterra en el Cuatricentenario de la Ciudad (1955), concluye con el verso:

«Valencia eres madre, pariste a Venezuela» en alusión al pérfido momento, cuando Venezuela se separa de la Gran Colombia, y el Congreso Constituyente, reunido en la Casa de la Estrella, en la misma calle Colombia, nombra a Valencia, capital provisional del país.

 

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