He aquí la tercera y última parte de la infamia cometida con George Stinney: el niño sentenciado injustamente y cuyos familiares tardaron más de 70 años en ver que se hiciera justicia.
TERRIBLES MOMENTOS EN LA SILLA DE LA MUERTE
Al cabo de unos pocos minutos, para los verdugos pero que seguramente fueron una eternidad para el pequeño George, quien yacía inerte, sin vida, ardiendo en la silla, con quemaduras de diferentes grados pero todas mortales producto del choque del mortal voltaje.
SE CONVIERTE SIN QUERER EN UN ESTÍMULO PARA LAS NUEVAS GENERACIONES
George se convierte así en la persona (afrodescendiente) más joven en ser condenada a la silla eléctrica en pleno siglo XX en los Estados Unidos de Norteamérica. Al mismo tiempo, se volvió un caso que será todo un ícono que sin duda inyecta la fuerza necesaria al movimiento por los derechos civiles para luchar por la igualdad y el fin de la segregación racial.
REACCIONES Y SENTIMIENTOS DE JUSTICIA
Después de reabrir el caso, gracias a la presión de la familia Stinney y analizar la viga de madera con la que le dan muerte las niñas, que tenía un peso de aproximadamente 20 kilogramos, se declaró la imposibilidad de George para manipular tal objeto con la fuerza y pericia necesaria para causar ese terrible daño en la menores.
Lamentablemente, Stinney encontró justicia muchos años después de su trágica e innecesaria muerte, impulsada por la segregación, el racismo, la intolerancia y, ¿por qué no?, la estupidez humana. Estigmas que hoy más que nunca vuelven a mostrar el lado más decadente de una sociedad enferma, distópica y disfuncional como la norteamericana.
A través del tiempo, distintos abogados junto a la familia Stinney intentan infructuosamente durante años reabrir el caso, dado que también dicen que no hay evidencias que lo incriminen y que el argumento más fuerte es que el chico es visto hablando con las niñas, de 11 y 8 años, poco antes de ser halladas muertas.
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George Stinney: el niño sentenciado a muerte injustamente
“Es como si el cielo se hubiera aclarado”, declaró Robinson, maestra retirada de 80 años. “Cuando lo vimos en las noticias, estábamos sentados con amigos. Alcé mis manos y dije: ‘Gracias, Jesús’. Alguien nos había escuchado. Es lo que esperamos por muchos años”, afirmó.
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Otra de las hermanas del adolescente, Amie Ruffner, había dicho que George Jr. no podía ser el asesino porque había estado con ella en el momento del asesinato. Aun así, su testimonio jamás lo toman en cuenta.
La familia para ese entonces denuncia que a George se lo llevan para interrogarlo cuando no hay MÁS nadie en la casa.
Robinson sostiene que, pese a que pasaron 70 años, tiene un claro recuerdo de su hermano, quien era un chico “inteligente, tranquilo y a quien le encantaba dibujar”. “Todavía puedo ver su pequeño rostro. Tenía el potencial para ser excelente”, evocó.
“Estoy feliz porque haya llegado este día después de tanto tiempo, pero me estremezco cuando pienso en mi infancia y en George. No hubo nadie que lo ayudara. Me dan escalofríos cada vez que lo recuerdo”, concluyó.
José Becerra/Ciudad VLC
