«Ideas robinsonianas: visión decolonial, educación y lucha popular” por José Capielo

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Haremos un nuevo acercamiento a las ideas del maestro Simón Rodríguez, o “Samuel Robinson”, conscientes de lo denso de la temática y de los enfoques, con la intención de vincularla, como siempre, a los procesos emancipatorios en nuestro continente.

Una de estas líneas representa la “visión decolonial”, que como proceso trasciende históricamente el colonialismo, del cual supuestamente salimos en el siglo XIX, con la victoria independentista y la expulsión de los españoles, lograda bajo el liderazgo de nuestro Libertador Simón Bolívar. Nos mantenemos, según esto, en una fase de colonialidad.

Esto lo relacionamos con el planteamiento robinsoniano aún vigente, de que seríamos “independientes, más no libres”; ya que las nuevas Repúblicas debían “construirse” sobre nuevas estructuras educativas y políticas; y no simplemente “fundarse” sobre bases en esencia coloniales.

Como área de estudio, discusión y praxis, se la ha promovido principalmente desde los años 90, pretendiendo fortalecer la lucha emancipadora latinoamericana y caribeña; bajo un enfoque amplio en la caracterización de los pueblos en cada país, a quienes corresponden encabezar y dirigir estas luchas para ser definitivamente libres e independientes; y como sistema alternativo al capitalismo neoliberal.

Simón Rodríguez vislumbró la necesidad de decolonizar el poder, a través de la causa educativa social para llenar el espacio inmenso que hay entre la independencia y la libertad en América. En sus “Luces y virtudes sociales” (1840) planteó que la “sabiduría” de Europa y la “prosperidad” de los EEUU significaban dos enemigos a la capacidad de pensar en América.

Argumentó que al develar la realidad europea, aparecen sus miserias y sus vicios; y en el caso de los angloamericanos, en el “edificio” construido, han dejado parte del viejo sistema inglés, combinando principios de libertad con la opresión contra los afrodescendientes y demás sectores excluidos.

El investigador Enrique Dussel, de larga trayectoria y gran producción teórica, ha estudiado en profundidad, desde la visión decolonial, todos y cada uno de los procesos de transformación social en nuestro continente; y sostiene que esta nueva percepción ha permitido valorar, aún más, el papel protagónico de los pueblos, que tienen sus particularidades en cada país.

En algunos casos privan los sectores asalariados, pero igualmente, en otros, el papel de la población originaria, los campesinos y/o los sectores medios de la población, han tenido un gran protagonismo. Todo esto debe ser evaluado en cada contexto, estableciendo el llamado sujeto histórico del proceso emancipador a cumplir. También plantea desechar el inmediatismo, ya que los procesos de cambio verdadero son prolongados en el tiempo.

Cabe destacar que han existido otras críticas a la modernidad y al eurocentrismo, pero al final se han hecho con igual patrón de origen; y es así como se rechaza la llamada postmodernidad, que ha promovido la falta de compromiso y el cuestionamiento a ultranza de los procesos liberadores. Dussel habla de transmodernidad, que sería simplemente, la antítesis del modernismo neocolonial, en todas sus facetas.

Las ideas robinsonianas representan, en especial para Venezuela, un caudal propio de pensamiento decolonial. Formalmente se han asumido en nuestra Carta Magna (1999), como en la Ley Orgánica de Educación (2009), los principios que deberían orientar los procesos educativos a todos los niveles; además de que existen avances significativos en nuestros sistemas educativos, aún con todas las limitaciones, las marchas y contramarchas.

Está pendiente la educación universitaria, que mantiene la antigua Ley Caldera de 1970, dado el saboteo de las llamadas universidades autónomas y la dificultad del Estado para hacer cumplir las normativas. Recuerdo que en el año 2011 se aprobó un proyecto de Ley de Universidades, que el propio presidente Chávez debió echar atrás, dadas las circunstancias presentes.

Pero lo educativo abarca no solo la educación formal; ya que toda construcción organizativa requiere de capacitación  como herramienta, guiada también por preceptos liberadores y no en forma impositiva.

 

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Toda la edificación del Poder Popular, que debe abarcar, al menos, un porcentaje sustancial de la población, como las propias vanguardias organizadas en torno al proyecto político, deberían reivindicar una educación liberadora, que permita “formar republicanos” y no simples activistas del momento.

Estamos en un proceso de cambios, largo, complejo, contradictorio, sujeto siempre a errores, saboteos, traiciones y deserciones; de manera que formar bien a nuestra gente es un antídoto, ante cualquier pérdida de valores.

Educar es crear voluntades… Eduquemos en la idea nueva de ver por el bien de todos”. (Simón Rodríguez; 1849).

 

José David Capielo / Ciudad VLC