Los pocos que me conocen saben mi admiración absoluta por la obra de Pablo Picasso, y a pesar de creer que conocía gran parte de su vida estaba bastante equivocada, pero gracias a la oportunidad que he tenido, como columnista en el Diario Ciudad Valencia, he podido dedicarme un poco más a la investigación de cada tema que trato semanalmente y, sin duda alguna, hablar de Picasso ha sido para mí un descubrimiento asombroso, ya que pude reconocer a varios “Picassos” caminado y dejando las peores huellas por la ciudad de Valencia.

Digo esto porque mientras más me adentraba en la historia de vida de los que rodearon al genio español (para mí hoy sus víctimas), éstas se iban entrelazando de manera invisible con las de muchos colegas y amigos de las artes en Carabobo, debido a que me he encontrado con diversos relatos y experiencias vividas por pintores, escultores, críticos, fotógrafos, intelectuales y uno que otro poeta que de manera directa ha sido extorsionado, humillado, desvalorado, minimizado, estafado, robado, manipulado y, peor aún, hasta abusados sexualmente por “uno que otro Picasso valenciano”.

 

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Y con esto claramente me refiero a la controversial personalidad de Pablo Picasso, el original, pues a pesar de que muchos de estos nuevos minotauros han sido sorprendentemente talentosos y han dejado un legado, o han sido referentes dentro de las artes, como la literatura, la pintura, la escultura, el cine, la música, la danza y el teatro, no pueden ser comparados con la trayectoria ni el legado artístico del verdadero Picasso a nivel planetario.

Sin embargo, al parecer sí “se parecen igualitos”, como dice el gran Emilio Lovera, al Monstruo, pues han asimilado, cual impronta genética, a la bestia dominante, y en su andar florece invisible su ser manipulador, soberbio, infiel, maltratador y reproductor de almas emocionalmente suicidas. Es decir, estos nuevos victimarios ya no serían parte de la maldición picassiana, sino que desarrollaron sus propios nuevos apellidos, apellidos conocidos por todos y por todas, pero a los cuales nadie o casi nadie se atreve a denunciar ante las autoridades competentes.

Tal vez por miedo, tal vez por amenazas, o simplemente por una supuesta admiración y lealtad ante el “Maestro o la Maestra”, pero cada una de esas almas maltratadas, sin darse cuenta, fue desarrollando y adquiriendo la misma conducta de aquellas amantes picassianas; encontrándonos así con almas pasivas, hundidas, rotas, heridas, sin autoestima y con terror a enfrentar a su bestia amada.

Pero también, y gracias a Dios, tenemos a nuestros propios sobrevivientes, esos que a pesar de todo han tenido el valor de enfrentar y batallar contra estos genios demonios. ¡Y sí!, son genios, genios de la manipulación y la dominación individual y colectiva, hombres y mujeres con una inmensa capacidad de encanto, llegando a inspirar adoración y lealtad absoluta, pese a sus atrocidades, y ¿cómo pasa esto?, ¿cómo la obra y la admiración pesan más que las aberraciones y el maltrato del autor?

Partiendo de estas inquietudes e interrogantes fui generando distintas tertulias con amigos y colegas donde abordamos el tema, pero fueron estas tres preguntas, realizadas por mi amado, quien como siempre se dedica a trastocar mi visión de las cosas, de la vida y la conducta del ser humano, las que le dieron un nuevo giro a mi percepción sobre Picasso: “Y ahora dime, ya conociendo a tu amado Pablo, ¿con quién nos acostamos, con el artista o con su obra?, ¿ha cambiado tu percepción sobre uno de los pintores que más admiras? ¿La obra pierde valor cuando conocemos la oscuridad de quien la ejecuta?”…

En este punto confieso ante todos que quedé muda, cosa casi imposible para mí, y es que a pesar de que de manera rotunda y absoluta siempre afirmaba ante mis colegas que gracias a dicha oscuridad la obra debería ser pulverizada, cuando comprendí que la obra de Picasso pasaría a estar en el asiento de los acusados, entre en un conflicto existencial.

Ahora bien, sin duda alguna el que desconoce peca por ignorante, o por inocente en el mejor de los casos, pero existen infinitas causas que impulsan tanto a las víctimas de estos personajes, como a sus admiradores a callar o a minimizar estas acciones y aptitudes sobre la obra. Una de ellas es la conexión íntima en todos los aspectos, profesional, intelectual, espiritual, etc., que se desarrolla con el autor y que a mi parecer es lo principal para justificar cualquier barbarie de esta naturaleza.

En mi caso, Pablo me cautivó desde el primer momento por su capacidad de romper todas las reglas establecidas dentro de la academia y el mundo de las artes, y entre otras confesiones me fascinó su manera de dominar a quien lo amaba, llegando a pensar por algún tiempo que si yo lograba ser aquella pintora reconocida también tendría más de un amante alrededor del mundo, por supuesto, antes de enamorarme.

Es decir, no solo Pablo me permitió encontrarme con el arte, con mi trazo y mi propio lenguaje plástico, sino que sentía una fuerte afinidad con su personalidad libre y apasionada frente al amor, y sin saberlo algo oscuro se escondía en cada mancha, en esos ojos grandes e imponentes, era aquel monstruo que lo habitaba.

Luego de conocer las infinitas anécdotas de sus víctimas y sobrevivientes comprendí que tanto las víctimas de Pablo como la de “los nuevos Picassos valencianos y del mundo” se aferran a la genialidad de aquellos que sí lo lograron, y tal admiración nos empaña los ojos y la razón.

¿Pero por qué? Por la entera necesidad de tener siempre a alguien que nos guíe, que nos impulse o simplemente nos domine, ya que necesitamos un mentor, un maestro, una figura que forme parte de nuestro crecimiento partiendo de su influencia en nosotros, y no es que sea malo adquirir el rol de seguidor, pupilo o fan de uno que otro artista o personalidad importante en la historia.

Se trata de establecer límites emocionales, criterios y reflexiones propias ante hechos que van contra nuestra propia moral y principios, se trata de decir basta, de no callar, de no tener que sobrevivirle a nadie, de decir la verdad en el momento adecuado, de ser justo ante la barbarie sin esperar que nos toque a nosotros para poder gritar el daño.

Aprendí con Pablo y con muchos otros que no podemos idolatrar a ningún ser humano, pues nunca sabemos ni conoceremos cuál es su verdadero sentir o verdaderas intenciones, y sobre todo reafirmé que no existe el absolutismo y que también todos tenemos nuestra propia sombra, que la humildad es una virtud que pocos desarrollan y que el bien siempre triunfa y que por nada del mundo debemos hincarnos ante genialidades como éstas, ya que nosotros mismos seremos pulverizados.

 

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Hoy sigo pensando que la obra es el autor y el autor es su obra y, por ende, no se pueden separar, y que si bien dicho autor logró un legado histórico y gracias a eso su obra se convirtió en motivo de estudio para nuevas generaciones también debe ser evaluado minuciosamente su andar y cómo logró llegar a obtener ese supuesto “legado” ¿desde el abuso, el robo, la humillación o el chantaje?

Si es así, debe ser juzgado con todo el peso de la ley y, sobre todo, debe ser contada la historia para no volver a repetirla y poder liberarnos del nacimiento de nuevos monstruos picassianos.

Hoy conozco a Picasso hombre, que es el mismo Picasso artista.

¡Nos vemos en el lienzo, el pigmento y el papel!

 

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Penélope Tovar-columna-Trazos en el tiempo-Bienal de Artes Visuales en pequeño Formato Arturo Michelena

Penélope Tovar, artista plástica, egresada de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”; es también licenciada en Pedagogía Alternativa, mención Desarrollo Artístico, por la Universidad Nacional  Experimental “Simón Rodríguez” (UNESR). Ha participado en exposiciones  colectivas a nivel nacional (Galería de Arte) e internacional (Canadá, EEUU, Reino Unido, Portugal y España). Exposiciones individuales: Museo de Bellas Artes de Caracas y Museo de Arte Valencia (MUVA).  Reconocimientos: Artista  Joven del mes de Noviembre 2021 por el Museo de Bellas Artes, Caracas, Venezuela.

Actualmente es facilitadora en Arte-terapia en el Centro de Neuro-desarrollo “KOKIGYM”, apoyando en la rehabilitación de niños y niñas con discapacidad.

 

Ciudad Valencia / Foto de la autora por Penélope Tovar