Santa Cecilia es la patrona de los músicos y en su honor se celebra el Día del Músico para honrar la más sublime de las artes. Ella fue una noble romana convertida al cristianismo, quien sufrió martirio en un día no precisado entre los años 180 y 230 de nuestra era, y como los pintores solían representarla tocando el arpa y otros instrumentos, tal vez de allí derive la asociación que se le fue dando a esta Santa con la música y sus ejecutantes, hasta identificarla como protectora de todo el que cantara y tocara instrumentos.
En cuanto al 22 de noviembre como fecha exacta de esta celebración a nivel internacional, se habla de un torneo de compositores en Evreux, Francia, allá por 1600, que luego se fue extendiendo como celebración de los músicos por Europa (Escocia, Alemania, España…) hasta llegar a Brasil alrededor de 1920 para luego extenderse por toda América.
Frank Sinatra y Antonio Carlos Jobim con la Bossa Nova
Así que hoy es oportuno comenzar con Brasil esta celebración de la música, ya que, al igual que Cuba, su rica herencia africana ha legado al mundo ritmos de fiesta, alegría y mucha “saudade” (melancolía): la Samba y la Bossa Nova.
Uno de sus músicos inmortales será por siempre Antonio Carlos Jobim, responsable junto al poeta Vinicius de Moraes de la creación de la Bossa Nova a finales de los años ’50 del siglo XX, y también “padres” de la mundialmente famosa “Garota de Ipanema” (Chica de Ipanema), aquella que veían pasar con su suave balanceo camino del mar…
Pero para hacer aún más patente la trascendencia de este músico dentro de los consentidos de Santa Cecilia, hoy se lo presentaremos junto a otro inmortal de la canción, el gran “crooner” norteamericano Frank Sinatra, con quien Jobim grabara un célebre album de Bossas a mediados de los sesenta, y se lo presentaremos además cantando a dos voces, y en inglés y “brasileiro”, entre otras canciones imperdibles, “The gilr from Ipanema”.
Gardel y Razzano le pusieron voz al Tango
Así como el Danzón cubano en sus inicios fue un ritmo meramente instrumental, y mucho después se le incorporó la voz para dar origen al Danzonete, siendo Barbarito Diez su mejor exponente, el Tango argentino en sus orígenes fue también instrumental.
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En el año 1917, el joven Carlos Gardel (1890-1935) conformó un dúo con su gran amigo, el uruguayo José Razzano (1887-1960), y a partir de entonces se convirtieron en los primeros intérpretes del Tango cantado. Este ritmo, curiosamente, no se masificó, si se le compara con ritmos de origen cubano como la Guaracha, el Bolero y el Son, entre otros; a pesar de la idolatría que generó Gardel en su corta vida.
Se arraigó dicho ritmo en Argentina, por supuesto, para trascender a Uruguay y Colombia, sobre todo en Medellín, donde se tiene una marcada afición por el tango desde que allí muriera Gardel, en un accidente de aviación, en junio de 1935. Y asimismo se crearon peñas en muchos países latinoamericanos y europeos, donde el Tango y Gardel son objeto de culto.
También debe destacarse que con Gardel se rompió el molde, todos, o la mayoría de los tangueros, querían ser, cantar, vestir y hasta peinarse como él. Eso tal vez influyó en esa proyección, no tan arraigada ahora, en las sucesivas generaciones. Y Venezuela tampoco escapó a esa veneración desenfrenada por el Morocho del Abasto.
Ahora les presentamos un clásico indiscutible al cual este dúo le dio música, un tango con guitarra y con letra de Celedonio Flores, y que Gardel interpreto hacia 1923: “Mano a mano”; tango esencial y consecuencia indiscutible de esa unión entre amigos que fue perfilando el Tango canción que luego difundiría por los cuatro puntos cardinales el gran «Zorzal Criollo», como también se le conoció a Gardel, bien acompañado de bandoneón y orquesta, o desde el cinematógrafo.
