Un templo es un lugar destinado a un servicio sagrado, es la casa a la que acudimos para renovar la fe, hacemos ceremonias, venias, encendemos velas y agachamos la culpa para recibir perdón; regresamos con el alma limpia renovados por la fuerza donde apoyamos hombros.

En edades distintas de la humanidad, se han levantado edificaciones con el objeto de realizar ceremonias solemnes; pero ¿a qué ceremonia nos invita Mirih Berbín en su libro Hacerme Templo?

La mecánica de la vida, como ella afirma: “esa la de ensuciarse las manos sin juego”, es el ritmo al que Mirih Berbín nos convoca en su poemario. Una mujer que abandona su propio cuerpo para transformarse en templo donde beatos y profanos piden por igual, pero “para limpiar hace falta ensuciarse”.

 

Mirih Berbíncon-poemario

Compartimos con el poeta Javier Alexander Roa su aseveración en el prólogo del texto de no ser la discípula  de otro, parece que Mirih deja pocos hilos al artificio de la comparación de una influencia particular.

Hacerme Templo, integrado por 70 poemas, es parte de sus vivencias como madre, memorias de la infancia y su propia construcción, que ella ha ido elaborando al calor de su voz.

El poemario abarca cinco momentos  denominados contemplaciones, lo que se cuenta, historia en espacios abiertos y lo que nos contamos de otros. La sincronía de los textos nos va llevando al ritmo de los movimientos sutiles a que da lugar todo cambio.

Hay una suerte de transfiguración de sí misma, donde se abandona el recinto familiar para ocupar el lugar de la madre, nombrada por ella como una taza de café que se hereda de una mano a otra.

 

A cada paso que  avanza, la madre, la abuela, la casa de la infancia, el mar que la trajo al mundo aparecen como “un baño de esencias” para descubrir la nueva forma que viene; la silueta de su árbol asume posturas aún no descifradas en la primeriza cuando nos dice:

 

me defino por ser hoja,
volteando mis páginas faltantes

 

Pero parece que ante la enunciación la persigue una culpa de la que no quiere vestirse,  “la mujer de la que todos hablan” una Magdalena apedreada por los apóstoles acude al templo pero no va a redimirse, la ceremonia es real, éste su templo es una grieta calva que se lleva la brisa.

Pero ¿en qué santuario quiere convertirse Mirih Berbín?, ¿acaso un capilla para guardar el silencio?, ¿confesar tropiezos?, ¿”para mirar la verdadera piel de las cosas”?

 

ME DEFINO
Es más fácil
nombrar lo demás
hacer descripciones
y fijar la mirada
cuando es para adentro que se ve
cuando uno se desnuda
choca de frente consigo mismo.
Se vierte el claro del ojo
en lo brazos
ellos tocan el vientre
el vientre fluye hasta los pies
y me observo.
me defino por ser hoja
volteando con movimientos sutiles
mis páginas faltantes.

 

Su templo es un árbol reseco desnudo, sin embargo, como ella misma atestigua: las hojas secas, no son hojas caídas.

 

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No hay otoño en su árbol, en una suerte de mirada sobre el espejo de su cuerpo, esta poeta se vierte sobre sí misma hasta desprenderse y abandonar el tallo.

 

RAZÓN DE MUJER
Una madre no se viste si no es esperando
el retrato
hay un baño de esencias
para descubrir la forma que viene
sin que la curiosidad alcance
el abrazo de la espera
           canta
    revive
reanima
descubre la filosofía de las cosas
automática postura en actos descritos
descifrados del movimiento
que hacen a una silueta
aumentar a la mujer
que será madre por primera vez
en cada alumbramiento.

 

Mirih Berbín nació en el estado Bolívar y reside en Valencia desde hace algunos años, es poeta, traductora, docente y promotora cultural. Se desempeña como profesora ordinaria del Departamento de Filosofía de la Escuela de Educación de la Universidad de Carabobo. Su primer libro Mareas (2009) fue publicado por la editorial El Perro y La Rana.

 

DE  TANTO AGRIETARSE
Para mi otoño es una palabra extranjera
Yo veo hojas llenarse
       dormirse
no están secas
para mi no existe la imagen de la brisa
llevándose el pañuelo
de una mujer despeinada.
Aquí el mismo calor de enero
se recicla en estas fechas.
Pero algo más deben saber
            los árboles
que de tanta grieta
se están quedando calvos.

 

Vielsi Arias (vielsiarias.wordpress.com) / Ciudad VLC