Clásicos Venezolanos (1) comenta el libro “Comprensión de Venezuela” del escritor merideño Mariano Picón Salas. JCDN.

El libro en una edición de Monte Avila Editores (1976)

Casi tres lustros después de la muerte de Juan Vicente Gómez, Mariano Picón Salas (Mérida, 1901-Caracas, 1965) publicó en 1949 “Comprensión de Venezuela”, no sólo para establecer un balance histórico en tiempo real, sino también como propuesta del país por venir. Las coordenadas de aquel entonces justifican su empresa intelectual: La nación se incorporó al siglo XX con treinta y cinco años de retraso cultural.

Este compendio valioso de ensayos habría de conformar un mapa ético, político y posible a consultar, dada su cruda vigencia. Al igual que Arturo Uslar Pietri, Mario Briceño Iragorry, Augusto Mijares o Domingo Alberto Rangel, Picón Salas ata cielo y tierra en la misión de conocernos a nosotros mismos en los desaciertos, equívocos y virtudes que registra nuestro accidentado devenir histórico y de pueblo.

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El ejercicio crítico es despiadado, no obstante su gran calidad escritural. No hay complacencia hacia un bando político, ni resentimiento hacia el otro, sean godos o liberales. El discurso ensayístico se asienta en el tenor integrador y la transparencia expresiva. El ensayo de raza como tributo y continuidad de las mejores plumas del siglo XIX (Los dos Simones Bolívar y Rodríguez, Miranda, Roscio, Bello, entre otros), nos previene en este caso de la superficialidad de la propaganda política.

El ensayista y narrador Mariano Picón Salas según una caricatura de Pancho

Respecto a la contingencia histórica del paladinismo de Castro y “el letal letargo” de Gómez, aduce “Pero en ésta –como después lo veremos- es preciso no juzgar tan sólo las circunstancias autóctonas, sino también las de un imperialismo voraz, las de consorcios inversionistas sin escrúpulo, que encontraron en el duro pastor de La Mulera el mayordomo que requerían sus intereses”. Se desmonta el caudillismo a la par de las manos poco visibles que mueven los títeres tras bastidores.

El primer ensayo homónimo del libro, vincula la geografía y la historia con el desarrollo del Estado Nación: Contrariando el Positivismo del alto funcionariado que rodeó al Bagre, edifica un Elogio del Trópico como civilización del calor y el mestizaje. La dictadura gomecista, como las de la Grecia antigua, no se justificaban en el afán de preservarse del frío andino. Por el contrario, fue producto de un proceso histórico muy concreto, además de la complicidad aviesa de una intelectualidad floja y la cautela rastacuero de una burguesía parasitaria desde su nacimiento. El malestar de nuestro país, aún hoy, va más allá del providencialismo apocalíptico y los mitos mal curados.

El libro en una edición de PDVSA

Asimismo, comprender a Venezuela significa cuestionar el unidimensional sesgo épico de ciertas historiografías que han apuntalado el Mesianismo en nuestros predios. Páez creó el culto a Bolívar cuando trajo sus restos al país en 1848, ello con un doble propósito: El Libertador como deidad tutelar de la República que al punto justifica al caudillo llanero y el terrateniente en proceso. Tiempo después siguieron en esa línea envilecida Guzmán Blanco, el mismo Gómez y Betancourt, entre muchos otros.

Picón Salas alega que hemos perdido de vista nuestra épica civil (“¡Oh, si por tantos caudillos como tuvimos entonces hubiera poseído el país cincuenta Diegos Febres Cordero!”). El sistema escolar venezolano, incluso en la actualidad, no nos habla con entusiasmo de nuestros escritores, científicos, emprendedores, artistas y maestros. Lamentamos la persistencia de la cultura superficial y accesoria que todavía ancla en la mente de los educandos.

Toda esa tramoya ideologizante esconde tanto a las sociedades de cómplices que han saqueado las riquezas de Venezuela, como el mito de El Dorado con que nos han alienado: Ni las perlas de Cubagua, ni el café, ni el cacao, mucho menos el petróleo, nos han hecho una nación próspera. Por lo que es menester democratizar el capital entre nosotros, lo cual se opone tanto a un Estado hipertrofiado como al totalitarismo depredador de las transnacionales.

El polígrafo venezolano Mariano Picón Salas

Nuestro insigne polígrafo no se queda en el quejido crítico lastimero, por el contrario, nos propone una vía socio-política posible que reivindica el trabajo creador y no el consumismo esterilizante del cuerpo y el alma. “Entre los dos campos antagónicos que ya perfilan una nueva guerra mundial, cabe soñar en la tercera posición: la de los países pequeños que no desean desgarrase sino desarrollarse y para quienes la tarea no consiste en pugna por la primacía sino por el bienestar y la cultura”. Ni sumisión ni dominación, esto es integración. Sólo que esta tarea es de difícil pero necesaria completación.

En “Rumbo y problemática de nuestra historia”, Picón Salas desdice tanto a los sanedrines del academicismo como a la lectura superficial e improvisada del pasado. La Historia en mayúsculas es una ciencia social viva que entronca con el arte y la literatura, además de vincular al especialista con la ciudadanía de a pie. “Junto a la Historia militar y política, preferente trabajo de nuestros historiadores durante el siglo XIX y primeros años del vigésimo, ya vemos surgir como otra cara del problema, una Historia económica y una Historia cultural”, diagnóstico y proyección de una Venezuela en construcción a partir de la muerte de Gómez y, por supuesto, del gomecismo. Se trata, pues, de derrotar al totalitarismo y la demagogia en la configuración de una auténtica conciencia de pueblo: Ni mantuanos ni pardos enfrascados en nuevas guerras civiles, sino ciudadanos venezolanos al amparo de un proceso de desarrollo inclusivo y mestizo.

Una biografía de Mariano Picón Salas por Gregory Zambrano

El ensayo dedicado a la Poesía venezolana desde 1880 hasta 1940, marca un nuevo territorio crítico, eso sí, divorciado del elogio confortable y la polémica estéril. Esta panorámica poética transita de la afilada dureza y la inquietante ironía de la voz a la visualización de un porvenir esperanzador. Partiendo de las grandes voces del siglo XIX como Bello, Pérez Bonalde y Lazo Martí, empalma con la Generación del 18 (Luis Enrique Mármol, Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Enrique Planchart, Fernando Paz Castillo y Rodolfo Moleiro) en tanto oleada de transición postmodernista y pre-vanguardista. Concluye a tal respecto que “El verdadero gran poeta venezolano será el que por sobre las fórmulas y los convencionalismos de las retóricas vigentes se trague y se sumerja en esa materia germinal; arranque su canto del misterio que todavía somos, coincida en la actitud anímica y en la palabra reveladora con todos los que lo están aguardando”. Para Picón Salas, la literatura es un vehículo idóneo para exorcizar la legión demoníaca y seráfica que nos sacude histórica y cotidianamente.

Finalmente, tenemos su perfil personal de Caracas en tres tiempos fundamentales: 1920, 1945 y 1957. Comprende sucesivamente la ciudad detenida entre lo rural y lo urbano; la que se despereza de la desilusión caudillista; y la que se fue vistiendo de concreto, luz neón y asfalto. Constituye un tríptico que mezcla el ingenio y la nostalgia del atento cronista con la agudeza crítica del ensayista de garra. El escritor merideño no oculta su condición caraqueña: “La amamos y también nos querellamos con ella porque resume en su dinamismo y complejidad la esencia de una patria en ebullición que todavía gira sobre el futuro”. Nos resta todavía apelar al espíritu cívico muy corajudo, dadas esta coyuntura revuelta de hoy, para proteger a nuestras urbes de los aventureros y “las demasías del dinero”. Por supuesto, esta empresa comprende a Venezuela como un todo.

LEE LA INTRODUCCIÓN A ESTA SERIE SOBRE «CLÁSICOS VENEZOLANOS»

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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