Clásicos Venezolanos (13): Vicente Gerbasi trata de un comentario sobre la obra poética de este poeta carabobeño oriundo de Canoabo. JCDN.

Este poemario fundacional en edición de Monte Ávila Editores

Vicente Gerbasi (Canoabo, 1913 – Caracas, 1992). Su gran poema “Mi Padre, el Inmigrante” (1945), es un eslabón imprescindible en la configuración del discurso poético fundacional en Venezuela. Acompaña a las Silvas americanas de Bello, a Vuelta a la Patria de Pérez Bonalde, a la Silva Criolla de Lazo Martí, al contrapunteo épico de Florentino y el Diablo de Alberto Arvelo Torrealba y a los altos picos poéticos de Ramón Palomares, Enriqueta Arvelo Larriva y Ana Enriqueta Terán. Siguiendo al poeta Luis Alberto Angulo, las voces poéticas se encuentran en la celebración y la contristación mutuas, no en el egotismo ni en el doble discurso.

LEE «MI PADRE EL INMIGRANTE» DE VICENTE GERBASI

Cabe resaltar que Reynaldo Pérez Só, más allá del escarceo académico, manifestó con simplicidad solidaria una captación válida del poeta y el hombre enclavados en la tierra así nomás: “Transparencia del ser, podría decirse. Ninguna carga de agresividad verbal, sino despojo” [este subrayado nuestro destaca la belleza de un término que pocos saborean con placer elemental].

Al mismo tiempo, el texto en cuestión forma parte del Homenaje al Padre en la poesía venezolana: no es difícil evocar poemas conmovedores de Palomares, Tortolero, Pérez Só, Pepe Barroeta, Angulo y Caupolicán Ovalles, además de incluir el registro novelístico de Enrique Mujica al habla campesina paterna, enmarcados en tal línea temática.

Por supuesto, el establecimiento de un diálogo paisajístico que vincula a Canoabo y a Vibonatti, revela la particular interiorización del paisaje en la obra de Vicente Gerbasi, plena de efectos de luz y color que nos retrotrae las intensas e interesantes propuestas plásticas de Armando Reverón [“La playa es un cristal de mediodía / que anula los colores”], Manuel Cabré [“La montaña / cambia / con la pesadumbre del mundo”] y más acá el Bestiario de Alirio Palacios [“Los peces colgados / entre sombras / y resplandores / el rostro de un hombre / detrás de una telaraña / los ojos / de los pájaros muertos / cabezas de perros / ladrándole a la luna / fantasmas huyendo / con la lluvia / la brujería / en el delta / del Orinoco / me colocan dentro y fuera del cuadro / ante un espejo”].

La aldea –venezolana e italiana- como motivo poético nos conduce a un jardín delicioso, sucedáneo si se quiere del Paraíso bíblico o la Arcadia grecolatina, que a su vez vindica el discurso híbrido de nuestro mestizaje con sus virtudes y equívocos históricos.

Un simpático Gerbasi con sombrilla y el inicio de su poema fundacional

Recomendamos, entre muchas referencias críticas y ensayísticas, el “Homenaje a Vicente Gerbasi” que realizó la revista Poesía de la Universidad de Carabobo en 1984 (número monográfico doble, 62/63) y el libro “Vicente Gerbasi ante la crítica” (Monte Ávila, 1997). Asimismo, destacamos el ensayo “Vicente Gerbasi y la modernidad poética” de Ludovico Silva (Separata, Universidad de Carabobo, 1974). Argumentando en torno a la modernidad de la obra poética de Don Vicente, nos apunta Ludovico que si él fuera europeo, posiblemente militaría en el nihilismo. Sólo que como poeta americano, mestizo y bilingüe, lo abrazaría una legión “de contenidos, de contradicciones, de asombros”.

En un momento le asociamos a Lêdo Ivo y la recreación de su Maceió natal: La metáfora no sólo se deshace en las imágenes visuales del paisaje, sino en la sinestesia de texturas, olores y sabores que nos reconcilian con la vida misma. La tarde se enseñorea entonces de Canoabo: “Hay un escarabajo de ardiente metal volando en mis sentidos, / un clima de bambú para el silbo de la serpiente, / un agua estancada donde una joven labriega recoge flores bermejas”. O las interrogantes dramáticas que dan sentido al Tiempo Equinoccial: “¿He de preguntarme por qué soy un inválido rodeado de escarabajos?”.

Asimismo, su Bestiario personal nos trae el contentamiento del sueño profundo, la transición inquieta de la modorra e incluso el terror sideral del insomnio. Asumimos nuevamente la feliz impertinencia que significa la enésima relectura del poema Leopardo, en voz alta y paseando la mirada por su versión manuscrita: “El leopardo se refugia en la noche / de las grandes hojas / que brillan como fuentes, / hunde en sus huellas escarabajos dormidos, / da vueltas en su furor oscuro / que tiene lumbre en los ojos. / En torno suyo la sombra huele a vegetales de menta, / dispersa luciérnagas entre las lianas. / Los cazadores toman su piel / y la tienden al viento como una constelación” [aquí el punto final se precipita en una sugestiva línea quebrada].

No podemos ignorar que la “atemporalidad” de la poesía no descansa en la evasión del tiempo histórico que le toca vivir al poeta; por el contrario, prevalece el ojo crítico y estético que reconviene el despropósito del siglo preñado de injusticia y explotación.

Gerbasi lo argumenta en el caso del poemario “Tirano de Sombra y Fuego” (1955): “Primero, porque el Tirano Aguirre es una vivencia: él pasa todas las noches cerca de Canoabo, por las Sabanas de Aguirre, sale en fuegos fatuos, en caballos con sus jinetes por medio de la calle, los relámpagos caen y lo destruyen (…) No es un libro histórico, es un libro mítico. Ahora bien, cuando empecé a escribirlo lo primero que pensé fue en Pérez Jiménez. También nombro a Gómez en el poema”.

Vicente Gerbasi según Enrique Hernández D’Jesús

El mito del Tirano Aguirre como Ángel caído de la Libertad, se presta para construir una poética apocalíptica del dictador latinoamericano: “Es cierto, la vida del hombre pasa como un día, / pero tu muerte es una noche de aguas estancadas / donde flotan los decapitados”. Es evidente que el diálogo intrahistórico va ligado a la esencia del Decir Poético: la transparencia de la voz no sólo apuesta por la apropiación del objeto poético en su belleza contradictoria y paradójica, sino también en el grito rebelde y libertario. La aniquilación del Discurso del Poder involucra la vinculación de la Poesía con una vida digna e iluminada que va de adentro hacia afuera.

Don Francisco Moreno, uno de sus más queridos vecinos, nos contó que por efecto de un “adverso” milagro, el guayabito cómplice del Vicente niño había retoñado para que ardiera la nostalgia de parientes, amigos y lectores muchos años después.

Este franco y sentido diálogo sobre Gerbasi que convoca a jóvenes y viejos por igual, se anota otro tanto a favor de guisa permanente, pues la relectura de los nuestros no agota su obra –en el cansancio de los malos lectores y peores críticos- sino más bien la vivifica con mayor intensidad en la memoria y en un presente esperanzador. Ya nos lo canta/refiere el camarada y el poeta: “Te amo, infancia, te amo / porque eras pobre como un juguete campesino, / porque traías los Reyes Magos por la ventana”.

Sólo nos resta invitarlos a la celebración de los Reyes Magos en Canoabo, apertrechados con la munición de boca que es la poesía de Vicente Gerbasi.

LEE NUESTRA ENTREGA ANTERIOR SOBRE LUIS ALBERTO ANGULO

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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