Cortar por lo sano y avanzar, es lo que muchas personas hacen para salirse de algún entorno tóxico y/o dañino. Pero hay veces en que tenemos que enfrentarnos a esa realidad para poder sanar de verdad y perdonar, o al menos ese es el objetivo. Desde Argentina nos llega una historia que podría ser tomada como ordinaria o común, pero Conversaciones de Odio, bajo la dirección de Vera Fogwill, va un poco más allá. Aunque debo confesar que mientras la veía no generaba mucha incomodidad, tanto por la parte visual como por los diálogos, pero este thriller psicológico fue creado para eso, molestarte a tal punto que pienses que estás perdiendo el tiempo; pero les aseguro que al terminar y analizar todo lo que pasó, van a quedarse viendo al techo un buen rato mientras se cuestionan un montón de cosas y reprochándose otras. Aquí doy un punto negativo, porque esta es la tercera película argentina que veo que comienza exactamente igual: se va la luz en el barrio en la noche. Entiendo el mensaje, pero que al menos varíe un poco la forma, un poquito más de creatividad. Ya desde ahí pensé que sería igual de mala que las otras dos, pero igual le di una oportunidad.

 

Conversaciones sobre el odio 2

Conversaciones sobre el Odio

Una visita

Déborah (Marisel Álvarez) visita a una vieja amiga, también llamada Débora (Cecilia Roth). Esta última está pasando por un cáncer terminal, aunque no dice nada de la gravedad de su enfermedad (el poco tiempo que le queda); es una agente de talentos y psicóloga, es una mujer súper orgullosa, terca, manipuladora, malgeniada, con una visión muy distinta a la de su “amiga”.  En cambio, Déborah es una actriz, es madre, es un poco sumisa, aunque puede llegar a ser contundente y para nada sigue considerando a Débora su amiga, así que no deja muy claro al principio qué hace en su casa entonces.

 

Incomodidad necesaria

Conversaciones sobre el Odio

Distorsión

Conversaciones sobre el odio 3Desde el inicio vemos a Déborah muy incómoda por la situación, con una sensación de dualidad de que no quiere estar allí, pero tiene que hacerlo. La conversación parece ser inocente, pero Débora manipula todo y la voltea a su antojo, todo es culpa de los demás y su “amiga”, pero ya ha pasado mucho tiempo y “perdona”, aunque nunca deja de sacarle los trapos. El apartamento de Débora es un total desastre, lleno de gatos por todos lados, suciedad, cosas acumuladas, es un desastre en donde ni siquiera se puede respirar por todos esos olores encerrados, ¡hasta tiene una lechuza volando por todas partes! Aunque ella mencione a cada rato lo importante, lo influyente y adinerada que es, es simplemente una mujer sola que ni siquiera busca a alguien para que le haga la limpieza o buscar una enfermera que la cuide y la ayude con su tratamiento que sigue desde casa. Aun así, Déborah se ofrece a limpiar un poco mientras está allá, solo para recibir de vuelta una sarta de reproches malintencionados que la hacen sentir por el suelo. Para Débora, está bien todo, sin embargo, no deja de mencionar que sigue estando sola y tiene que seguir siendo fuerte, es una manipulación tras otra.

 

Partes en la culpa

Si bien ya podemos tomar una posición desde el comienzo, ya que Débora representa todo un monto de toxicidad, a la dulce Déborah también le recae un poco de las consecuencias, a pesar de que pueda ser entendible, uno como espectador, se pone en sus zapatos. La pesada de Débora siempre crítica, se burla, juzga y no toma en serio nada de lo que haga Déborah, pero la acepta y la quiere porque es joven y no sabe lo que hace.

 

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Conversaciones sobre el Odio

Todo el film es un toma y dame entre este par, hasta nosotros queremos salir corriendo de ese estrecho espacio, pero al final es que entendemos que era necesario para Déborah para cerrar ese episodio del que no pudo pasar página hasta ese momento. Quizás para muchos sea hasta algo tonto el volver abrir esa herida, pero es cierto que muchas veces es necesario tener en frente a tu verdugo para medirte a ti mismo, enfrentarlo y cerrar al fin ese ciclo. O, si hay quienes son como Débora, se necesita una cachetada de la realidad, para ver si podemos doblegarnos un poco y aceptar todo lo que se hizo, tocar fondo… aunque al final, ella no tuvo la oportunidad de tocarlo porque murió, y con su muerte se llevó todo eso que tuvo guardado tantos años Déborah. Sí, necesitamos tener conversaciones incómodas, que no nos gusten para nada, aunque sintamos que no nos llevará a ningún lado, a veces eso que nos tragamos se convierte en un gran peso; así tengamos esas escenas imaginarias en la que salimos victoriosos con una disculpa de la contraparte, pero eso es como poner una bandita a un disparo. Débora muy en el fondo quería redención, aunque tenía una forma desquiciada de demostrarlo, sabía que estaba sola por su culpa; y Déborah necesitaba enfrentar la inseguridad y múltiples traumas que le generó su vieja amiga. Esta historia no se disfruta para nada, es tediosa, es dolorosa, es cruel, es desoladora, pero así es la vida muchas veces cuando nos estancamos; aquí es donde nos medimos a nosotros mismos y vemos si nos presentamos al mundo como una injusta Débora o una valiente Déborah, nos invita a reflexionar y a hacer introspección. Así que, si me lo preguntan, les responderé como siempre: “Si no la han viso, véanla, y si ya la vieron, vuélvanla a ver, no tiene perdida de nada.”

 

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Isabel Londoño-columna El Rincón CinéfiloIsabel Londoño, egresó de la Universidad de Carabobo (UC) en el área psicosocial, tiene también estudios universitarios en turismo y sistemas.

Es una apasionada de la música y del Séptimo Arte desde que tiene memoria, siendo el cine y sus distintos géneros la pasión a la que ha dedicado más horas y análisis. Sus reseñas sobre clásicos o estrenos del cine aparecen ahora, cada viernes, en Ciudad Valencia desde “El Rincón Cinéfilo”.

 

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