Es cierto que la cotidianidad nos ha ido quitado el asombro por lo simple, nuestras expectativas cada vez están marcadas más altas (y no estoy hablando solamente de la industria del cine). Por eso vemos con mayor normalidad tantas cosas que antes no lo eran, y encontrarme con esta historia me hizo entender muchas cosas a pesar de eso, de ser “normal”. No puedo negar que, al principio, tenía una idea muy equivocada sobre el drama que iban a presenciar mis ojos, sobre todo, tratándose de un film sueco (nunca había visto uno). La protagonista y directora Josephine Borne busch, creó una historia abrumadora de algo tan “simple”. “Aprender a soltar” es una bofetada de realidad que más de uno debería tener en su vida, aunque esta no se trate exactamente de lo mismo que aquí se presenta.

 

Contexto

Crisis familiares y matrimoniales abundan, pero ver cómo Stella lucha contra el desamor y la apatía de sus hijos y esposo Gustav por recuperar todo aquello que habían soñado alguna vez, es desgarrador. Un viaje familiar podría terminar de abrirle los ojos a su distante esposo para que de una vez por todas vea realmente cómo es su familia que, de paso, resulta ser un terapeuta de parejas (irónico).

 

Reconectando

Desde el comienzo sabemos que a Stella le ocurre algo, aunque aún no nos dicen de qué se trata y por supuesto, que ella se lo va a callar hasta lo último. Tras un día caótico con sus hijos, su esposo también pone su granito de arena y le pide el divorcio. Podemos observar cómo Stella lleva a cuestas toda la carga de la familia, el tratar de criar bien a sus hijos y callar sus propios problemas, pero con este nuevo acto de su esposo, llega un algo más doloroso que todo lo malo que le ocurre a ella. Intentar hacerle ver un poco de la evasión de responsabilidades y emociones para con sus hijos, se vuelve la meta de Stella.

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“Todo estará bien… aunque no lo esté”

A pesar de que Stella sabe muy bien su destino y así lo acepta, pero intenta seguir controlando todo hasta lograr que sus hijos estén bien y puedan continuar sin ella, crear otra vez el vínculo que tenían con su padre para que puedan contar con él emocionalmente cuando lo necesiten. Si nos fijamos, poco a poco Stella va armando todo a la vez que los va dejando.

 

Mido 2 metros y nadie me ve

Porque también aquí tenemos que aceptar que algunas veces los hombres no siempre son los culpables de todo, Gustav también tiene sus razones de ser (no justificables ni válidas, pero razones al fin). Parte de su distanciamiento fue por la misma Stella y su necesidad de controlar todo, reclamos constantes y no tener un espacio dónde encajar en su propia casa. Cierto, él también tuvo culpa por no comunicar el cómo se sentía, pero bien está el dicho de “casa de herrero, cuchillo de palo”; él podrá ser muy terapeuta y arreglarle la vida a los demás y lo que sea, pero si es incapaz de lograr comunicarse con la persona que él escogió para pasar el resto de la vida, perdió todo. Sí, también es culpa de Stella por apartarlo con sus actitudes; una mujer sobrecargada y estresada puede llegar a ser un poco… ¡uff! Aceptémoslo, somos insoportables. Así que vamos a dejarlo así, los dos son culpables, ninguno tenía razón y listo; además Gustav fue un infiel.

 

Conoce a tus hijos

Bien lo decía Stella, el trabajo de los padres es arduo y simple a la vez, apoyas a tus hijos en sus sueños, tratas de criarlos bien, darles amor y comida. Pero de eso tan “simple” no tenía ni la remota idea Gustav, no sabía los detalles de la enfermedad de su hijo menor y tampoco tenía idea de lo que hacía realmente su hija. La excusa de “es una etapa”, “dale lo que quiera comer y listo”, no son válidas nunca y sus propios hijos se lo hacen ver con el rechazo y palabras hirientes. No se puede respetar y querer a quien nunca se interesó por uno, y eso fue lo que aprendieron los hijos con su padre.

A pesar de tratarse de una historia llena de drama y que muchas veces nos hará molestar, tiene sus momentos en los que nos puede robar sonrisas, puede resultar algo irónico, pero luego de que sonrías te viene un golpe fuerte, Stella no da descanso en ningún instante. Esta dinámica familiar ya la hemos visto representada muchas veces, capaz hasta conocemos historias reales sobre esto, pero caemos en mi punto inicial: lo normal, simple y abrumador. Ver cómo va decayendo poco a poco Stella, desvanece poco a poco nuestras emociones, quieres traspasar la pantalla y abrazarla para que entienda que todo estará bien, aunque en realidad no lo esté. Te hace reflexionar todas esas veces que dejaste pasar una discusión por orgullo o simplemente no querer molestar; a veces es necesario y más sano enfrentar esa incomodidad y cambiar por quienes están a tu alrededor antes de que sea muy tarde, tal y como le pasó a Gustav con Stella.

Aprender a soltar

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Aprender a soltar

Esta historia, si bien es “habitual”, Josephine hace que se te remuevan las entrañas en cada escena. Realmente es muy buena, y sé que ya les dije que es mi primera película sueca, pero ya se volvió mi favorita; está llena de mensajes fuertes, mensajes llenos de amor, mensajes que duelen, en fin… esta historia es como un regaño de mamá sobre cómo llevamos nuestras vidas y nuestras relaciones (de todo tipo). Y creo que está de más, pero si me lo preguntan, les responderé como siempre: “Sino la han visto, véanla, y si ya la vieron, vuélvanla a ver, no tiene pérdida de nada”.

Aprender a soltar   

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Isabel Londoño-columna El Rincón CinéfiloIsabel Londoño, egresó de la Universidad de Carabobo (UC) en el área psicosocial, tiene también estudios universitarios en turismo y sistemas.

Es una apasionada de la música y del Séptimo Arte desde que tiene memoria, siendo el cine y sus distintos géneros la pasión a la que ha dedicado más horas y análisis. Sus reseñas sobre clásicos o estrenos del cine aparecen ahora, cada viernes, en Ciudad Valencia desde “El Rincón Cinéfilo”.

 

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