CRÓNICAS DE LA PANDEMIA

CRÓNICAS DE LA PANDEMIA: Epidemia y Literatura

El coronavirus es la pandemia de lo que va del siglo XXI. Este año de 2020, ha cobrado millares de víctimas alrededor del mundo.

El hemisferio occidental y el oriental se enfrentan a su avasallante y cruenta peregrinación pestilente.

Paradójicamente, sus efectos –además del clínico, el socio-económico, político y cultural- han supuesto una pausa o calma chicha de la confrontación entre los poderes fácticos imperialistas y el resto del mundo alineado o no.

El coronavirus o COVID-19 ha enfriado por ahora, en baño de maría inverso, la reedición de la Guerra Fría del primer cuarto del siglo XXI.

Debido a factores multifactoriales, hay países más afectados que otros.

El coronavirus al igual que la peste bubónica, la viruela o la gripe española, no repara en si las naciones son de primero o tercer mundo, según la nomenclatura segregacionista y capitalista a la que nos tenían mal acostumbrados.

Lamentamos, por nuestra parte, las muertes en Nueva York, Salamanca, Beijing o Milán.

Por fortuna, el impacto viral en Venezuela no ha sido catastrófico, pues se asumieron de inmediato las medidas de prevención, seguimiento y tratamiento inmediatos de esta epidemia mortal.

 

La literatura y el fondo de las enfermedades infecciosas

La literatura como gran propuesta artística y humanística, nos provee de casos notables en el tratamiento estético y de fondo de las enfermedades infecciosas que han diezmado históricamente a la Humanidad.

La recreación literaria es por demás variada y enriquecedora, pues entraña no sólo la narrativa, la poética y la ensayística de este problema, sino también profundiza en el posible aprendizaje asertivo o envilecido que se desprende del sufrimiento humano individual y colectivo.

En las redes sociales discutíamos los referentes literarios más significativos sobre la epidemia como motivo y actor que se ha enseñoreado de un mundo muy confundido, ello sin importar el tiempo histórico ni la concepción historiográfica predominante del momento.

Entre nuestro canon literario-epidemiológico tenemos, por ejemplo, el Éxodo bíblico y sus diez plagas liberadoras de los judíos en tiempo de Moisés; los historiadores greco-romanos como Tucídides y Suetonio [éste con sus doce césares como pandemia política]; o la profecía en los Evangelios [proferida por Cristo mismo] y el Apocalipsis de San Juan.

Resulta imprescindible el Decamerón de Boccaccio con sus cien cuentos trágico-picarescos que desnudan la fragilidad del mundo medieval, no obstante sus fortalezas místicas y estéticas.

Además de la profecía del desastre de visionarios como el achicharrado Savonarola. De la pira se salvarían de chiripa Lutero y Galileo, así como la poesía de los místicos españoles.

“La máscara de la muerte roja” de Poe ha dejado bien claro que la peste no diferencia a ricos ni pobres: La muerte enmascarada de rojo bermellón, sabotea la indolente fiesta de disfraces de los aristócratas a expensas de los siervos de la gleba fallecidos en los villorrios.

“La peste” (1947), novela de Albert Camus, constituye una crónica polifónica y muy personal acerca de la peste bubónica que se apodera de la ciudad de Orán en la hasta entonces Argelia francesa.

La calma [¿?, ¡!] político-económica es importunada por la enfermedad, acaso como un anuncio de la revolución argelina anti-colonial por venir.

 

De Gabriel García Márquez y otros nuestros

CRÓNICAS DE LA PANDEMIA

Uno de los nuestros, Gabriel García Márquez, lo refiere en Cien años de soledad con la enfermedad del sueño, pandemia del lenguaje que arropó a Macondo sin piedad, o la epidemia de cólera que constituyó el contexto de los amores de los protagonistas de El amor en los tiempos del cólera.  

En nuestro país tenemos el poemario Tierra roja, Tierra negra de Edmundo Aray que reseña la epidemia revolucionaria de los años sesenta que sacudiría a USA en Cuba y Vietnam, dos frentes díscolos de guerra.

El poema clásico de Andrés Eloy Blanco El limonero del Señor;  o Leprosos, ese magnífico cuento-reportaje de Annel del Mar Mejías.

En “Historia de Valencia (Siglo XIX)”, Luisa Galíndez nos refiere la epidemia de viruela de 1898, previa a la visita militar del Cabito Cipriano Castro, quien convaleciente de sus heridas en Tocuyito, recibió la adulación insufrible e insomne de la godarria valenciana de ayer y de siempre.

Recomendamos dos novelas de José Saramago, Ensayo sobre la ceguera y Las intermitencias de la muerte, las cuales evidencian el despropósito del Poder vertical y envilecedor a pesar de las necesidades y padecimientos de las mayorías.

Muy pronto, y por esta vía, les ofreceremos nuestros comentarios sobre las obras literarias que todavía son susceptibles de proveernos un aprendizaje de vida mucho más significativo y libertario, no en balde el encono de la epidemia histórica, presente y por afrontar con la mejor presencia de ánimo en rebeldía.

CRÓNICAS DE LA PANDEMIA

He aquí el Ars Narrativo sobre la pandemia, justo y necesario hoy, propuesto por Albert Camus en “La peste”, Orbis, p. 111: Esto dará  también a esta crónica su verdadero carácter, que debe ser el de un relato hecho con buenos sentimientos, es decir, con sentimientos que no son ni ostensiblemente malos, ni exaltan a la manera torpe de un espectáculo.

El Coronavirus no ha de ser una narrativa ni del deber ser ni de lo políticamente correcto, mucho menos un aborto sanguinolento de la preceptiva mediática tremendista y por demás obtusa.

 

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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