Australia aún estudia el impacto del «caso Djokovic». La expulsión del serbio hace tres días puso fin a un culebrón mediático, que comenzó el 5 de enero, cuando el número uno del tenis llegó con una exención médica que le permitía jugar el Abierto de Australia, y que después dio paso a dos arduas batallas legales para recurrir a sendas cancelaciones de su visado y dos detenciones en un hotel.

La derrota en este pulso con el Gobierno de Australia, que aplicó una de las políticas más duras del mundo contra la pandemia de la covid-19, supone también que la raqueta número uno del mundo no pueda entrar al país oceánico en virtud de la sección 133c(3) de la Ley de Inmigración, a menos de que existan «circunstancias excepcionales».

No obstante, el primer ministro australiano, Scott Morrison, insistió en la fortaleza de sus fronteras, reconoció el «sacrificio de los australianos» durante la pandemia e insistió en que los extranjeros que entran a Australia tienen que estar vacunados contra la covid-19 o tener una exención médica válida, al justificar la polémica deportación.

Aún en Australia está servida la polémica en el caso de Novak Djokovic, un anti-vacuna declarado, expulsado del país oceánico por falsificar su prueba contra el Covid-19 y mentir a las autoridades de inmigración, el tenista enfrentó dos batallas legales que generaron en la cancelación de su visado por tres años.

 

 

El gobierno de Australia mantiene una de las políticas más duras y de cero tolerancias contra la pandemia, razón por la cual el número 1 no pudo participar en el Abierto, campeón en nueve ocasiones y ganador en las tres ediciones anteriores, Djokovic debía enfrentarse a su compatriota Miomir Kecmanovic en caso de que se le autorizase a jugar.

Djokovic al enterarse de la noticia abandonó el país de noche en un vuelo con escala en Dubái. Antes, ofrecía sus primeras declaraciones tras conocer su expulsión: «Estoy profundamente decepcionado»

 

Una sanción de advertencia para el resto de deportistas anti-vacunas

El caso del serbio abrió un debate tanto en los medios, como en las redes sociales, estaban quienes apoyaban al tenista y justificaban su actitud, y aquellos que aplaudían al gobierno australiano de hacer cumplir las leyes.

A quienes no les cayó bien la noticia fue a los organizadores del Open de Australia que se pusieron al lado del número uno, claro, el negocio es primero, el serbio era el favorito y no podrá competir por su 21.º Grand Slam, opción que rompería la igualdad entre los otros dos grandes, Nadal y Federer con 20 títulos cada uno.

Los patrocinadores todavía deben estar sacando cuentas por las pérdidas millonarias que esto va a traerles y ya la empresa Lacoste le pide una explicación al serbio por lo sucedido en Australia.

 

 

Pero los organizadores fueron sus más grandes defensores y trataron por todos los medios que el gobierno australiano dejara que Djokovic jugara, hasta la Federación Internacional de Tenis envió un pase especial para que Novak participara y que el gobierno de Australia descartó inmediatamente.

Durante todo el domingo pasado, los magistrados escucharon a las partes, la defensa de Novak y la defensa de la acusación (el estado Australia). Tras una deliberación de dos horas, le retiraban definitivamente el visado. La decisión de los jueces James Allsop, Anthony Besanko y David O’Callaghan ha sido unánime.

Si bien, la expulsión del deportista balcánico causó indignación en Serbia, que la tachó de «escandalosa», «cacería de brujas» y de «farsa», en Australia, Morrison parece haber minimizado la desazón del país balcánico en favor de lo que pasa en casa.

 

 

De hecho, Djokovic se enfrenta a enormes problemas internacionales. Su expulsión de Australia podría extenderse a Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia y vetarle de participar en sus Grand Slam. La cruzada anti-vacunas de Djokovic podría salirle muy cara.

 

 

Esto pareciera ser una advertencia para aquellos deportistas anti-vacunas, una forma de decirles que sus actos tendrán consecuencias, el covid-19 y sus mutaciones está más viva que nunca, ellos como figuras públicas y mediáticas tienen en sus manos parte de la solución, pero con su actitud no ayudan para nada en una solución para el control de la pandemia y que las personas vean que las vacunas son una ayuda para la prevención y no el problema.

 

71% de la población de acuerdo con la expulsión del serbio

En una encuesta realizada a la población de Australia, un 71 por ciento apoyaba la expulsión del tenista de 34 años, según datos de un sondeo publicado por el Sydney Morning Herald (SMH).

Un 91 % de la población del país de los canguros está vacunada, pero los ciudadanos viven momentos de preocupación por la llegada de la variante ómicron, esto ha causado problemas en las cadenas de abastecimiento y en los servicios al dispararse el número de infecciones, y sumado a los problemas con la escasez de pruebas de antígenos.

Según los analistas, el coste político de dejar que Djokovic se quedara era muy alto para Morrison, este año se enfrenta a unas elecciones generales y teniendo en cuenta que el tenista que no está vacunado, había dado información falsa sobre su viaje y acudió a una entrevista con un medio francés el mes pasado sabiendo que estaba enfermo con covid.

«Djokovic se ha convertido en un icono para el movimiento anti-vacunas. El ministro ve claramente que hay ahí un riesgo… para bien o para mal, se le considera un icono de las anti-vacunas y su presencia en nuestro país contribuye en ese sentido.

Por otro lado, la oposición del país oceánico está a provechando esta oportunidad para ganar réditos políticos, aunque no ha cuestionado frontalmente las razones de la deportación, sí ha arremetido contra el Gobierno por los fallos a la hora de gestionarlo.

 

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Los mismos tenistas se declaraban saturados. «Es hora de empezar a hablar de tenis», decía Pablo Carreño. «Djokovic ha querido jugar con sus propias reglas. Todos los que hemos cumplido las instrucciones quedábamos como tontos», había dicho Stéfanos Tsitsipás.

 

Ciudad VLC / Joan Planas / Agencias