“Derrotas, saboteos y victorias: del puntofijismo al bolivarianismo” por Christian Farías

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De entrada, debemos advertir con toda sinceridad, que hablar hoy de estas tres categorías: derrotas, saboteos y victorias, con sus respectivos protagonistas, fuerzas, escenarios y contextos históricos, no es fácil ni simple; sino difícil y complejo, por la naturaleza dialéctica, crítica, autocrítica y sistémica de ciertas condiciones históricas aún no resueltas de manera definitiva.

Pero, a pesar de esas limitaciones, vale la pena atreverse y arriesgarnos entre el acierto o el desacierto. Todo indica que es necesario y pertinente, tener bien claro quiénes son los protagonistas y cuál es el terreno que ocupa cada una de las tres fuerzas que han dinamizado el periodo 1958-2023 de nuestra historia: las fuerzas derrotadas, las que siguen saboteando y las que avanzan con sus victorias.

De manera previa, debemos advertir que cada vez que nos planteamos el análisis de la realidad política de nuestro país (la patria venezolana), nos damos cuenta de su creciente complejidad, dada la agudización de las contradicciones antagónicas y no antagónicas, la dinámica de sus contextos,  la diversidad de los intereses económicos, sociales, políticos y geopolíticos que concurren dialécticamente en la lucha por el poder político, el control o la hegemonía del Estado, nuestras riquezas económicas y las formas del gobierno nacional, regional, municipal, parroquial y comunal.

En ese sentido, podemos distinguir tres perspectivas o posturas políticas-ideológicas fundamentales, que van desde los más dogmáticos y cerrados hasta los más flexibles y abiertos a la rosa de los vientos, dejando en el medio a los oportunistas más proclives a la conciliación, la subordinación y la negociación de candidaturas y cargos. Veamos los tres escenarios.

 

1.- El escenario de las derrotas (desde 1958 hasta 2023)

Este escenario de las derrotas se inició con la izquierda venezolana agrupada en el “glorioso” Partido Comunista de Venezuela (el “histórico PCV”) que no supo ni pudo ganar la elección presidencial y parlamentaria del 7 de diciembre del año 1958 (su primera derrota política institucional). La victoria la obtuvo Rómulo Betancourt y su partido Acción Democrática (AD).

Con este resultado, se generan dos escenarios fundamentales en la vida política, partidista y excluyente de lo que fue la Venezuela del pacto de Punto Fijo: por un lado, los triunfadores y nuevos amos del poder: AD-COPEI-FEDECÁMARAS-CTV-ALTO CLERO. Y por el otro, los derrotados del PCV y la juventud rebelde de AD, vanguardias del movimiento popular de Caracas.  

En el Palacio de Miraflores, se instala el famoso y trágico pacto de Punto Fijo de 1958, con el cual se inició el nuevo periodo histórico, populista, demagógico, represivo, criminal, pitiyanki, corrupto y corruptor de la sociedad venezolana, que consagra la alternabilidad de AD y COPEI en el mando presidencial de la República durante 40 años (1959-1999), bajo el manto perverso de la democracia formal representativa.

A lo largo de esas cuatro décadas, los partidos políticos AD, COPEI, URD, PCV, tuvieron divisiones internas que generaron una larga lista de partidos, grupos o movimientos, igualmente incapaces de unirse para obtener victorias, hasta llegar a la reducción de sus propias fuerzas, frente al poderío del Punto-fijismo adeco-copeyano y el dominio hegemónico imperial norteamericano.

La lista de los derrotados fue creciendo: PCV, MIR, las guerrillas del Partido de la Revolución Venezolana-Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (PRV-FALN), Bandera Roja (B.R.), Organización de Revolucionarios (O.R.), , el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), Unión Republicana Democrática (URD), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), la guerrilla de los hermanos Botini Marín, la Causa Radical (CausaR), los troskistas y un extenso etc. de grupos y grupitos de la izquierda atomizada. 

Los derrotados siempre fueron incapaces de unirse en un nuevo y único Partido, Frente o Fuerza social y política, con capacidad para recuperarse, desarrollar nuevas fuerzas, derrotar el punto-fijismo adeco-copeyano y tomar el poder por la vía electoral.

La vía armada insurreccional fue un fracaso táctico y estratégico, independientemente de la voluntad, el heroísmo, la moral y la ética revolucionaria, puesta a prueba bajo el fuego mortal del Estado burgués, punto-fijista y pitiyanqui, gestionado por las cúpulas apátridas, represivas y criminales de AD y COPEI.

A partir de la primera y determinante victoria electoral del comandante Hugo Chávez, el 6 de diciembre de 1998, el escenario político y la correlación de fuerzas, cambia radicalmente. Desaparece el ya desgastado, deslegitimado y derrotado Pacto de Punto Fijo desde el 27 de febrero de 1989,  lo cual significó el final definitivo e irreversible de la hegemonía política adeco-copeyana.

Efectivamente, con el triunfo de Chávez, se invierte radicalmente la correlación de las fuerzas políticas. La derrota del puntofijismo no fue coyuntural ni transitoria; sino estratégica y definitiva. Han pasado 24 años y no hay ninguna señal o posibilidad de que AD y COPEI, se puedan recuperar y ganar las elecciones presidenciales.

Al contrario, hoy lucen muy desgastados, sin liderazgo, sin propuestas, sin capacidad de nuevas iniciativas políticas, sin pueblo ni estructuras organizativas para recuperar el poder. Hoy, AD y COPEI son simples cadáveres insepultos del desgastado y destruido pacto de Punto Fijo.

Por otro lado, la izquierda atomizada desde la era del puntofijismo, tampoco da señales de recuperación propia. Siguen siendo una atomizada corriente, más identificada con el oportunismo burocrático y corrupto que con los intereses y necesidades reales, materiales y espirituales, del pueblo venezolano.

A su propia tradición de incapacitados para tomar el poder y hacer la revolución, la mayor parte de esa izquierda disminuida, hoy luce muy huérfana de banderas que agiten y le den aliento al pueblo y al corazón de la patria.

En síntesis, podemos decir que, durante los últimos 64 años, el escenario político venezolano, ha tenido un primer espacio ocupado por las izquierdas derrotadas durante la democracia formal representativa; y luego, un segundo espacio correspondiente a la derecha derrotada durante estos 24 años de democracia participativa y protagónica.

La importancia de este fenómeno histórico consiste en que pone en evidencia la sabiduría colectiva de nuestro pueblo, su sentido de la libertad, el bienestar y la felicidad, sustentadas en la paz, como condición imprescindible para practicar y desarrollar su participación y su propio protagonismo histórico bolivariano, anti imperialista y profundamente democrático, participativo, protagónico y socialista.

En la década de los sesenta del siglo XX, el pueblo rechazó la propuesta insurreccional de la izquierda guerrillera contra la democracia formal representativa. Por esa razón, esa izquierda fue derrotada por AD-COPEI desde el Estado burgués con el apoyo del imperio norteamericano.

Así mismo, pasadas ya las dos décadas (2000-2023) del siglo XXI, nuestro pueblo ha rechazado y derrotado contundentemente, tanto al golpismo militar fascista del 11 de abril de 2002 contra el comandante Chávez; como a la violencia insurreccional de calle de la oposición apátrida proyanqui durante 2016-2018 contra el actual presidente Nicolás Maduro.

Como conclusión, podemos decir que nuestro pueblo ha derrotado y seguirá derrotando la violencia, sea ésta de izquierda o de derecha. Nuestro pueblo ama y abraza todas sus esperanzas a la paz, la vida y el progreso social. Trabaja y lucha por el desarrollo sano, creativo, propio y original de sus condiciones de vida, de su bienestar social y sus propios valores morales, éticos y estéticos.

 

2.- El escenario de los saboteadores

Etimológicamente, el sustantivo saboteo significa daño, deterioro o destrucción, generados intencionalmente en la maquinaria, productos o instalaciones que se usan como medio de lucha o presión en conflictos laborales, sociales o políticos.

Igualmente, el verbo sabotear indica una acción opuesta de manera encubierta contra otra idea o desarrollo de una obra, o algún proyecto beneficioso para algunas comunidades, familias, grupos de personas o instituciones del Estado o gobierno, movimientos sociales, instituciones educativas, médicas, hospitalarias o culturales, entre otras.

En definitiva, el verbo sabotear significa o es sinónimo de daño, obstrucción, avería o perjuicio causado contra alguna institución o agrupación como forma de lucha, resistencia o rechazo.

En ese sentido, es pertinente, reconocer que las guerrillas de la izquierda insurreccional de los años 60-70 realizaron acciones de sabotaje o de violencia contra el poder del Estado o contra algunas de sus instituciones de seguridad, policiales o militares y seguramente, contra algunos blancos de la burguesía apátrida o del enemigo imperialista.

Igualmente, o quizás de manera más intensa y criminal, las fuerzas contrarrevolucionarias de la oposición fascista y pitiyanqui, que están infiltradas dentro del actual Estado venezolano, sabotean las políticas de bienestar social que pone en marcha el gobierno bolivariano para beneficio del pueblo.

Ya en nuestro país es evidente, público y notorio que el actual Estado venezolano, el gobierno bolivariano y el PSUV, están seriamente infiltrados por gente corrupta, saboteadora, contra revolucionaria, perversa y llena de maldad. Desde adentro, sabotean la gestión del gobierno revolucionario. Generan frustraciones, desencantos, rabias, odios y desesperanzas.

Frente a ese cáncer político, moral y ético que es la corrupción dentro del gobierno y las empresas del Estado, nuestro presidente Nicolás Maduro, ha iniciado una nueva gesta heroica, contundente, eficaz y decisiva contra esa corrupción interna, convertida hoy en el enemigo principal del pueblo y toda la estructura institucional de nuestra República.

Hoy, es necesario decir que quizás fueron los corruptos y traidores internos, quienes sembraron aquella consigna maléfica y derrotista: “Nicolás no es Chávez” que fue, efectivamente, una forma de saboteo político, anímico, moral y ético de la orden dada por el comandante eterno para que eligiéramos a Nicolas Maduro como presidente de la República.

Es importante y necesario destacar que el saboteo interno en la estructura del Estado y del gobierno revolucionario bolivariano, tiene hoy rango de estrategia de destrucción del estado de bienestar social del pueblo, de la soberanía económica de la patria y la capacidad defensiva de la República para preservar nuestra soberanía, independencia, bienestar y paz.

En definitiva, la corrupción es la forma del saboteo más destructiva que afecta profundamente, no solo la vida material de un pueblo; sino fundamentalmente, sus esperanzas, su moral, su ética y su dignidad colectiva.

En tal sentido, debemos celebrar la puesta en marcha de la estrategia anti corrupción dentro de la revolución. Nuestro presidente Nicolás Maduro ha dado ese primer gran paso estratégico de manera magistral y victoriosa que marca el nuevo rumbo de la recuperación moral, ética y material de la República.

 

3.- Las victorias populares con Chávez y Nicolás: 23 años de revolución.

Definitivamente, es necesario tener bien claro e insistir en que, frente a las dos (2) experiencias negativas, perniciosas y nefastas, como lo son las derrotas y el saboteo, los revolucionarios y revolucionarias amantes del amor, la paz y el bienestar, debemos abrazarnos a la tradición de las victorias en sus múltiples expresiones y magnitudes: bien sea materiales y concretas o inmateriales y abstractas.

Ubicados en esa perspectiva, decimos que las derrotas y el sabotaje son vivencias o experiencias absolutamente negativas para la vida material y espiritual de cualquier sociedad, país o pueblo. En cambio, las victorias, el bienestar, la paz, la unión, el amor, nos reafirman el lado bueno, humano y maravilloso de la vida.

En la política como en la guerra, la victoria es un logro sustentado en dos factores fundamentales: uno, la inteligencia y la capacidad política-militar, estratégica y táctica para conducir las fuerzas propias y derrotar al adversario; y dos, las fuerzas propias, materiales, físicas y humanas, necesarias para resistir y vencer al adversario.

Sin la sabia combinación de ambos factores, no habrá victoria, sino derrotas. Tal como sucedió a lo largo de todo el siglo XX controlado por el imperio Yanki en plena expansión. Primero, nos impusieron dictaduras militares para controlarnos con el orden y la obediencia. Luego, el bipartidismo adeco-copeyano para seguir controlándonos con la demagogia, la corrupción, el desorden, la pobreza, la marginalidad, el hambre, la exclusión social, la ignorancia, los vicios, la delincuencia, el robo, la inseguridad, etc, etc.

 

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Para cerrar, debemos advertir que hoy estamos en un momento histórico estelar y decisivo: o derrotamos definitivamente la guerra no convencional de destrucción masiva del estado de bienestar y del país, que nos ha impuesto el imperio y sus lacayos; o esa guerra nos devorará hasta arruinarnos totalmente y someternos a sus designios nefastos y criminales.

He allí el dilema nacional, histórico e ineludible: Unidad nacional para defender y consolidar la soberanía y la independencia para la paz y el bienestar social de todo el pueblo; o se impone la división y fragmentación de todas las fuerzas del pueblo, nos derrotan y se restaura la vieja forma de dominarnos.

He allí el dilema de siempre: Ser o no ser libres, independientes y soberanos en unión, cívico-militar- policial-religiosa. La historia de los pueblos habla y lanza sus gritos al viento; y sus héroes la frustran en las derrotas o la consagran en las victorias.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia