EEUU contra Venezuela: las raíces históricas del conflicto. Isla de Aves (I)

0
488

“Parece que son las cimas de hileras de cordilleras que estuvieron en pasadas épocas, paralelas a las cordilleras costaneras de Venezuela, las cuales fueron sumergidas por un cataclismo geológico”.

Arístides Rojas

“Gracias al salitre y al guano, que yacían en las costas del Pacífico casi al alcance de los barcos que venían a buscarlos, el fantasma del hambre se alejó de Europa”.

Eduardo Galeano

“La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado”.

Marc Bloch


Esta es la primera entrega de un seriado de investigación que se propone indagar las raíces históricas del conflicto que marca nuestra actualidad como nación venezolana: el asedio del Imperio estadounidense.

Se enmarca en una perspectiva amplia que busca construir un hilo histórico de interpretación y reflexión sobre un largo trayecto a veces enmudecido, con varios puntos ciegos, donde el olvido amenaza romper la conexión con un pasado marcado por disputas, presiones y controversias que condicionan nuestra actualidad nacional.

Aunque en principio se busca replantear algunos episodios históricos determinantes, este seriado también se ha colocado el reto de buscar, hasta donde sea posible, el rol que ha jugado Venezuela en la configuración imperial de Estados Unidos y, al mismo tiempo, la forma en que este poder ha impactado en la evolución de áreas determinantes de la sociedad venezolana.

Viajaremos al pasado buscando esos puntos de intersección.

Es un intento, de los muchos que hay, de recuperar la función social del pasado. Son diversas las fuentes de inspiración que alimentan el marco de análisis de este proyecto.

Las lecturas de autores como Eric Hobsbawm, Fernand Braudel, Edward W. Said, Jason Huizinga, Federico Brito Figueroa, José Salcedo Bastardo y muchos otros que no incluiré por razones de espacio, han contribuido a darle forma al seriado que marca su inicio con esta primera entrega.


La Venezuela de aquellos días

El fallecimiento del Libertador Simón Bolívar sitúa a Venezuela en un panorama de crecientes dificultades a partir de 1830. La naciente República de Venezuela, resultado de la separación definitiva del proyecto grancolombiano, empieza su recorrido institucional con una suma importante de problemas y desventajas acumuladas durante la guerra de independencia.

El nuevo proyecto republicano dominado por el general José Antonio Páez en primera línea debe hacer frente a la deuda externa generada por la guerra, atender una economía en franco deterioro, recomponer las arcas fiscales y gestionar una nueva delimitación de fronteras (terrestres y marítimas).

Un Congreso Constituyente presidido por el doctor Miguel Peña le da una nueva Constitución al país con un importante influjo norteamericano en 1830.

José Antonio Páez es electo, un año después, como Presidente de la República por el Congreso, lo que formalizó una posición de mando único que ya venía dándose desde 1826 con el movimiento La Cosiata.

La muerte del Libertador, demasiado reciente, ejerce su eco sobre el país y establece las coordenadas del mapa político y de poder que determinarán buena parte del siglo XIX.

Desde 1830 hasta la Guerra Federal, Venezuela se debatirá entre enfrentamientos, conspiraciones y conjuras protagonizadas por los generales más valiosos del ejército libertador.

Por un lado estarán José Antonio Páez y Carlos Soublette, y por otro, los orientales José Tadeo Monagas, su hermano José Gregorio y Santiago Mariño. Todos tenían una idea distinta de cómo debían ser traducidas las ideas y planes de Bolívar.

El historiador venezolano Rafael Arráiz Lucca, en su obra Venezuela: 1830 a nuestros días, ilustra en líneas generales los acontecimientos de aquella época.

En 1831 José Tadeo Monagas se alza en Aragua de Barcelona contra Páez en un intento por proclamar un Estado oriental independiente, que llevaría el nombre de República de Colombia, la mayor de sus obsesiones.

Páez delega a Mariño para que dialogue con Monagas, pero este termina afiliado a su causa e incluso lo desplaza en una de las piruetas más controvertidas del temprano siglo XIX.

En adelante, los gobiernos del general Páez y del general Soublette enfrentarán insurrecciones permanentes que mantienen vivo el ciclo de inestabilidad.

En 1846, Páez y José Tadeo Monagas combaten juntos a pedido de Soublette para aplacar la insurrección de Francisco Rangel y Ezequiel Zamora, agitada por Antonio Leocadio Guzmán, quien ya le había dado nacimiento al Partido Liberal.

El objetivo se logra. Zamora es apresado y Guzmán inhabilitado políticamente. Al año siguiente, Páez apoya la candidatura de José Tadeo Monagas a la Presidencia de la República, en un intento por soltar el poder pero sin sacrificar su influencia.

Monagas obtiene la victoria y al poco tiempo comienza a socavar la posición de Páez.

No sólo comienza a nombrar funcionarios de alto nivel por cuenta propia, sino que, meses después, le comunica al llanero que ha sido removido de la jefatura del Ejército Nacional. Quería gobernar solo.

En un acto de desafío evidente, Monagas también conmuta las penas a Zamora y Leocadio Guzmán, enemigos declarados del general.

La paciencia se agota y luego del famoso asalto al Congreso en 1848, Páez se alza en armas contra Monagas desde los llanos de Calabozo. El Presidente comisiona a Santiago Mariño para enfrentar al llanero y éste resulta derrotado en la ampliamente conocida Batalla de Los Araguatos, en Apure.

Estados Unidos contra Venezuela
Páez, “Centauro del Llano”. Foto: Dibujo de Ángel Guerra, 1973

Páez logra escapar y al año siguiente intenta una invasión por las costas de Coro, desde Curazao, acompañado por 600 hombres, pero también fracasa.

Esta vez es capturado en Cojedes y luego trasladado a Caracas para ser finalmente desterrado al tiempo.

Ezequiel Zamora sería su carcelero agregándole una humillación adicional a su derrota en el campo de batalla. De ahí en adelante, el poder de José Tadeo Monagas y de su hermano, José Gregorio, será absoluto.

Es también el fin del general bañado de gloria en Las Queseras del Medio, “la primera lanza del mundo” como lo llamara Simón Bolívar. Inicia una nueva etapa política que determinará lo que queda de siglo XIX.

Primeros choques y su significado

Es 1823. El presidente de Estados Unidos, James Monroe, en un discurso sobre el Estado de la Unión frente al Congreso, inaugura lo que se conocería después como la Doctrina Monroe con la famosa frase “América para los americanos”, que acompañaba un conjunto de señalamientos contra las potencias coloniales europeas de la época.

La pérdida del imperio español de sus posesiones coloniales en la guerra de independencia, y los amagues de intervención directa de la Santa Alianza, impulsaron a Estados Unidos, un incipiente poder regional, a fijar como su esfera de influencia exclusiva al continente latinoamericano.

Para 1824, Estados Unidos ya cuenta con un consulado en Maracaibo, cuando todavía Venezuela formaba parte de la Gran Colombia. Pocos años después de la separación, en 1835, el Encargado de Negocios John G.S. Williamson presenta sus cartas credenciales ante el gobierno de Páez e inician oficialmente las relaciones diplomáticas con la República de Venezuela recién conformada.

El tono inicial de trato amistoso y reconocimiento no se sostendría en el tiempo.

A las tensiones internas de una República que busca consolidarse entre diversas tensiones de facciones y grupos de poder, se sumaba el acoso “legal” de Estados Unidos en forma de reclamos y reparaciones.

Durante la última etapa de la guerra de independencia, ya constituida la Gran Colombia, y por diversas razones militares y comerciales (sobre todo contrabando), varios bergantines y goletas que involucraban directa o indirectamente a ciudadanos estadounidenses habían sido confiscados.

A partir de 1840, el Encargado de Negocios del momento, Allen A. Hall, inició un ciclo de insistentes reclamos para que la naciente República pagara indemnizaciones.

El investigador Edgar Gerardo Moros Contreras, en su tesis doctoral titulada El ejercicio de la soberanía venezolana en aguas del Mar de las Antillas durante el siglo XIX y principios del siglo XX, nos brinda un panorama valioso y fundamentado en fuentes primarias. Es un documento útil que nos permitirá reconstruir el episodio.

Allen A. Hall reclamaba insistentemente que la República de Venezuela debía indemnizar a varios ciudadanos estadounidenses que perdieron su carga al momento de ser capturado el bergantín Morris, a manos de un corsario colombiano, en 1825.

Es el caso que generó mayor nivel de disputa.

Las presiones aumentaron en 1843, con un Hall alterado y fustigando el abordaje del caso por parte de las autoridades nacionales.

En respuesta, el secretario de relaciones exteriores de Venezuela, Francisco Aranda, un indispensable de Simón Bolívar en la Convención de Ocaña, argumentó que la indemnización no tenía lugar pues el tratado de navegación entre la Gran Colombia y Estados Unidos entró en vigor luego de la captura de la embarcación.

“(…) á la luz de los hechos y de las doctrinas y del Derecho Público bien claro aparece: 1° que el apresamiento del bergantín Morris ocurrió antes del cange de las ratificaciones y de la promulgación del tratado celebrado con los Estados (Unidos), y que por consiguiente no puede decirse que se executó con violación de este tratado; 2° que las sentencias pronunciadas por los tribunales fueron legalmente sin que adolezcan de vicio alguno jurídico; y 3° que ellas han constituido una executoria inalterable que sella todo reclamo entre las partes litigantes”. (CMNV, Rollo 3, Volumen 2, Marzo 18, 1841 — Agosto 23, 1845).

La respuesta de Aranda tiene un significado histórico especial: allí están impresos los principios de la política exterior venezolana, fundamentados en el respeto al derecho internacional, la negociación institucional y a sus leyes internas, según resume el investigador Moros Contreras de la Universidad de Granada (España).

Principios de política exterior que, vale destacar, se han puesto a prueba 150 años después en medio de un acoso renovado por parte de Estados Unidos.

Aranda estaba dispuesto a resolver el impasse pero exigía a Estados Unidos el respeto a las instituciones venezolanas.

En 1844 se llegó a un acuerdo para cancelar el monto parcial de la reclamación, pero diversas circunstancias retrasaron la ejecución.

Hall, más alterado que el año anterior, recomendó al Departamento de Estado bloquear el puerto de La Guaira, con el objetivo de forzar el pago.

LEE EL ARTÍCULO COMPLETO AQUÍ 

NO DEJES DE LEER: MONCADA DENUNCIA QUE ÁLVARO URIBE IMPULSA REPRESIÓN CONTRA MANIFESTANTES