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I.- La corrupción:

La lucha entre el Bien y el Mal pareciera ser eterna y que los seres humanos estamos fatalmente condenados a vivir dentro de ese péndulo, cuyo control, equilibrio o desaparición, es una simple quimera o una noble y utópica obstinación. En consecuencia, podemos decir que la especie Homo Sapiens se confronta moral y éticamente, a sí misma en sus dos modelos:

Por un lado, las personas formadas con base en valores afirmativos: una moral colectiva, sana y constructiva; una ética identificada plenamente con el Bien, la dignidad y la heroicidad; una estética colectiva, plural y diversa; un humanismo profundo e irreductible; y una espiritualidad firme, profunda y revolucionaria.

En el lado opuesto, están las personas con valores negativos y perversos: gente trepadora que se enchufan en las instituciones para escalar, robar, llegar a la cima y vivir como ricos; aprovechadores que se apropian de todo y arruinan las instituciones; los poseídos por la ambición que no se conforman con robos pequeños o modestos; sino que son insaciables ladrones de las riquezas del Estado, de la nación y del pueblo.

Esta doble realidad del comportamiento humano, social e institucional, ha generado en la historia de los pueblos y en casi todos los modelos civilizatorios, dos grandes campos opuestos, contradictorios y en permanente confrontación: de un lado, la corrupción, que representa lo malo; y del otro, la probidad, que encarna lo bueno.

Lexicalmente, la corrupción se define como un sustantivo, derivado del verbo corromper que identifica o alude al objeto, el animal o al sujeto, que se ha corrompido. Por ejemplo, una sustancia desprotegida, una fruta ya pasada de madurez, un cuerpo de animal o humano ya hecho cadáver o un funcionario público que ya no tiene moral, ni ética, ni dignidad y no es probo porque está corrompido; ya no gobiernan para el pueblo; sino para su propio peculio.

Su metamorfosis revela una nueva vida llena de poder institucional, apropiación indebida de dinero o asociación para delinquir y acumular fortuna, lujos, derroches, placeres y facultades extra constitucionales, vale decir, al margen de la ley.   

De manera que el sustantivo corrupto o corrupta identifica plenamente a la persona que traiciona su propia dignidad, su moral, su ética, su probidad hasta convertirse en un simple cuerpo, moral y éticamente, descompuesto, podrido e indeseable.

En definitiva, el corrupto y la corrupta son una plaga maligna dentro del Estado y las instituciones públicas en general. Desvían, obstaculizan y destruyen las leyes y normas del orden constitucional. Desconocen y violan la Carta Magna de nuestra República Bolivariana de Venezuela. Desprecian y arruinan al pueblo y las comunidades. Generan frustración, rabia, desencanto, ruina y miseria material y espiritual, moral, ética y estética.

Es necesario reafirmar que las y los funcionarios del Estado venezolano, que desempeñan funciones de alta responsabilidad en nuestras principales empresas (Petróleo, petroquímica, hierro, minería) y servicios (agua, electricidad, combustible, transporte, salud, educación, cultura y recreación), están obligados a cumplir las leyes y normativas constitucionales.

Lamentablemente, lo evidente y grave, en esta etapa de la revolución bolivariana, es que los corruptos y las corruptas desprecian al pueblo, desconocen y violan las leyes, arman sus propias trampas, contaminan a los débiles y generan tramas de corrupción, perversidades y traición al pueblo, al legado del comandante eterno y a la patria nueva que estamos construyendo.

Lo contrario a la corrupción es la probidad, que se sustenta en la moralidad, la integridad y la honradez. Un funcionario probo actúa con base en valores morales y éticos, integridad personal y conducta honorable, sustentada en la dignidad y una autoestima consistente, firme, coherente y fortalecida.

La moral está conformada por todos los valores que sustentan la forma de vida positiva y afirmativa: el respeto, la cooperación, la solidaridad y las buenas costumbres; sembradas y arraigadas en la tribu, la comunidad, la familia, de generación en generación, de manera infinita. Es lo que hemos rescatado y fortalecido en estos 23 años de revolución.

La ética, junto a la moral, constituye la base o el fundamento conceptual del Bien, en la eterna lucha contra el mal. En su libro La ética para Nicómano, Aristóteles desarrolla esa idea, para que la vida social del ser humano se oriente hacia el Bien, porque lo contrario (el Mal); implica división, traición, sufrimiento, estancamiento, regresión, miseria y muerte sin decoro ni dignidad.

Podríamos decir, entonces, que la civilización humana, sustentada en la división en clases sociales, nunca alcanzará la plenitud del Bien por la que abogaba Aristóteles. Por esta razón, es necesario construir la nueva civilización digna y decente.

Las clases sociales dominantes (terratenientes, hacendados, capitalistas, la burguesía, el imperialismo, las transnacionales, las mafias y corruptos del Estado burgués, en general) no toleran la igualdad social, no aceptan la justicia social, no respetan los derechos humanos; sino su hegemonía y su riqueza mal habida.

De manera que la lucha contra la corrupción y a favor de la probidad, la decencia, la dignidad y el bienestar colectivo, no es nueva ni culminará mañana; pero, ha sido y sigue siendo una lucha necesaria hoy y siempre.

Para el imperio norteamericano, la corrupción es un mecanismo táctico y estratégico, para dominar y controlar los países que están bajo su dominio o influencia. Esa ha sido su práctica con los dictadores, con los falsos demócratas del viejo puntofijismo y demás agrupaciones fascistas y vende patria.

Es necesario e importante decir que, lamentablemente, en el actual proceso revolucionario bolivariano, ya hay signos muy evidentes de corrupción, burocratismo e ineficacia. El propio Chávez, nos alertó sobre la presencia de esta especie de fatalidad que desmoraliza y debilita las fuerzas populares de la revolución.

Por esa razón, el presidente Nicolás Maduro ha iniciado la gran cruzada moral, ética, política, institucional, popular, heroica, históricamente necesaria, contra la corrupción, ¡caiga quien caiga!

He allí la tarea inmediata y permanente, porque el enemigo imperialista fomenta, apoya y alimenta la corrupción en las estructuras del Estado, como arma poderosa para destruir la moral, la ética, el honor, la dignidad, la valentía y la heroicidad de nuestro pueblo y el proceso revolucionario bolivariano-socialista del siglo XXI.

 

II.- La conspiración:

De acuerdo con el diccionario, la palabra conspiración significa “Acuerdo secreto contra algo o alguien, especialmente contra el Estado o el Soberano”. Esa es la esencia de la conspiración, que puede estar al servicio del bien o del mal. En nuestro caso, las fuerzas del Mal son las que conspiran para destruir las fuerzas del Bien, que están en nuestro pueblo como vanguardia del proceso revolucionario.

Toda persona que sea funcionario o funcionaria del Estado, e incurra en delito comprobado de corrupción y conspiración contra el proceso bolivariano y la seguridad del presidente Nicolás Maduro, debe ser considerada traidora, enemiga del proceso bolivariano y conspiradora contra el pueblo y el bienestar de la nación venezolana.

Los corruptos y las corruptas que hoy ostentan posiciones o cargos de poder en el gobierno, no los podemos considerar como funcionarios públicos; sino como vulgares ladrones y ladronas, enemigos del pueblo, infiltrados en la revolución, disfrazados de bolivarianos, chavistas o maduristas.

Los corruptos y las corruptas son el primer peldaño de la maldad burocrática: roban, se convierten en nuevos ricos millonarios, ejercen poder burocrático y gerencial dentro del gobierno y las empresas del Estado. Conspiran contra el avance del proceso revolucionario. Lo sabotean, lo perturban, lo estancan, lo revierten, anulan y desaparecen.

Por esas verdades, vale decir que el segundo peldaño de la maldad burocrática es la conspiración contra el bienestar del pueblo, contra la vigencia y aplicación de la CRBV, contra la realización y desarrollo del Plan de la patria, contra el cumplimiento estricto y eficaz de las leyes, contra el desarrollo autónomo y libre del Poder Popular, contra la continuidad histórica del legado de nuestro comandante eterno y contra la gestión heroica, victoriosa e indestructible de nuestro actual presidente Nicolás Maduro Moros.

Frente a ese proceso conspirativo, complejo y nada fácil, es pertinente plantearse la siguiente pregunta: ¿Cuál es y en cuáles intereses se sustenta, el acuerdo secreto que tienen los corruptos para conspirar contra el proceso revolucionario bolivariano, iniciado con el liderazgo de Hugo Chávez y hoy continuado por el actual presidente Nicolás Maduro?

Las respuestas las encontramos en la historia misma del proceso revolucionario bolivariano. Recordemos que el golpe fascista piti-yanki del 11 de abril de 2002, contra el presidente Chávez, fue exitoso por la correlación de fuerzas dentro del Alto Mando Militar de ese momento, favorable a la oposición apátrida y a su amo y tutor, el imperio norteamericano.

Ese Alto Mando Militar era anti-chavista y contrarrevolucionario. Desconoció la voluntad del pueblo y se limpiaron el trasero con la CRBV. Gracias a ellos, el imperio y FEDECÁMARAS asaltaron el Palacio de Miraflores y eliminaron todos los poderes del Estado de nuestra nueva democracia participativa y protagónica.

Después de derribar verbalmente los cinco poderes del Estado, proclamaron a Carmona Estanga (presidente de FEDECÁMARAS) como el Rey Único y Supremo creyéndose, él mismo, como el gran protagonista de un nuevo reino de esclavitud capitalista neocolonial.

Al mismo tiempo, tenían secuestrado al presidente Chávez sin resolver si lo enjuiciaban o simplemente lo asesinaban.

Frente a ese estado de cosas, el bravo pueblo de Caracas salió a las calles, marchó velozmente hacia el palacio Miraflores, se reencontró con sus soldados patrióticos y retomaron el poder del Estado y del gobierno.

Frente a ese evento inesperado, las y los golpistas vieron su fiesta convertida en una inesperada tragedia. Salieron corriendo como ratas espantadas por el veneno mortal del PODER POPULAR, convertido en el gran protagonista de la verdadera historia, de una acción inédita, espectacular, totalmente eficaz y victoriosa.

La oficialidad y las tropas patrióticas de nuestra Fuerza Armada Bolivariana, al enterarse y darse cuenta de ese hecho histórico del pueblo caraqueño, decidieron inmediatamente desconocer la línea de mando golpista y unirse al Soberano, obedecer su voluntad y hacer respetar la legalidad y legitimidad del presidente Hugo Chávez.

De esa manera, ocurrió el gran parto de nuestra historia actual, el nacimiento del nuevo Sujeto Histórico de esta nueva era bolivariana, anti imperialista y socialista. El heroico pueblo de Caracas, el mismo que salió y fue masacrado el 27 de febrero de 1999, salió de nuevo a rescatar lo suyo y hacer respetar su voluntad dando su contragolpe el día 13 de abril de 2002.

Así nació lo que tenía que nacer, surgió lo que faltaba, se consumó la más poderosa, estratégica e invencible unidad cívico-militar-religiosa, ese día memorable y de enorme trascendencia histórica: el 13 de abril de 2002. De manera que hoy y para siempre, toda conspiración golpista y contrarrevolucionaria como la del 11, tendrá su respuesta revolucionaria cívico-militar como la del 13.

 

III.- La destrucción

Han pasado 21 años de ese hecho histórico. El imperio se niega a aceptar su derrota y respetar la voluntad de nuestro pueblo. No ha podido regresarnos a la vieja democracia formal representativa y reposicionar en el poder a sus viejos lacayos y títeres del antiguo y liquidado Pacto de Punto Fijo (Henry Ramos Allud y sus congéneres de AD y COPEI).

Tampoco logró que la nueva generación de lacayos pitiyankis y fascistas (Enrique Capriles, Julio Borges, Leopoldo López, Juan Guaidó y seguidores) derrotaran a Nicolás y tomaran el poder. Hoy, esos apátridas están total y absolutamente reducidos a la nada, gracias a la fuerza indestructible del pueblo y su líder Nicolás Maduro.

Después de esos dos fracasos, el imperio puso en marcha su verdadera estrategia de destrucción total de la sociedad venezolana, a través de una táctica de guerra no convencional, no armada; sino de sabotaje y destrucción en todas las áreas y niveles del Estado, del gobierno, de los poderes y las instituciones públicas, de las clases sociales, las comunidades y los núcleos familiares.

El gran objetivo estratégico es desintegrar y destruir al pueblo y el país todo, promoviendo la pobreza, la emigración, la frustración, el desencanto, la desmoralización, la incertidumbre y la angustia, hasta atraparnos en el caos total.    veamos dos indicadores claves y estratégicos:

1.- El desmejoramiento de las condiciones de vida del pueblo trabajador (salario, alimentación, salud, educación, servicios públicos), en contraste con la ostentación y los lujos de los nuevos ricos de la burocracia corrupta y los infiltrados que sabotean y desmontan el bienestar social del pueblo.

2.- La promoción, crecimiento y legitimación de la corrupción en todas sus formas y niveles; especialmente en las principales áreas estratégicas del Estado venezolano: Petróleo, hierro, minería, alimentación, salud, educación, servicios públicos.

Es evidente que, con la combinación de estas dos estrategias, entre muchas otras jugadas, el imperio pretende destruir el proceso de la revolución bolivariana. Pero, la realidad histórica indica que ninguna de todas las conspiraciones montadas y puestas en escena, han podido ni podrán destruir este proceso revolucionario.

 

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Lo que sí ha quedado bien claro es que la burguesía venezolana y su amo, el imperio yanki, odian al pueblo venezolano que los echó de Miraflores y odian también el modelo de liderazgo puesto en marcha por Hugo Chávez y continuado ahora por Nicolás Maduro.

Movidos por ese odio, pretenden destruir al gobierno bolivariano y el modelo de la revolución patriótica, anti-imperialista, popular y socialista, sustentada programáticamente en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y el Plan de la patria, que es nuestro gran proyecto histórico para salir definitivamente  del subdesarrollo y la dependencia.

Es necesario puntualizar, entonces, que después de Chávez, el plan golpista puesto en marcha contra el presidente Nicolás, desde el 2013 con el inicio de “la descarga de la arrechera”, hasta hoy, ha resultado una derrota total, sistémica, estructural e histórica, para esa oposición brutal, descabellada, neófita y demencial. En consecuencia, el plan de corromper, conspirar y destruir el país, va parejo con el fomento de la corrupción, la dolarización, la inflación y la desalarización.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia