La representación del nacimiento de Cristo o el pesebre como se le conoce, es una tradición de la Iglesia que tiene más de ocho siglo de historia, y comenzó con el Belén de San Francisco de Asís en 1223, situado en Greccio (Italia).

San Francisco era devoto de la Natividad de Cristo y en la Navidad de 1223, encontrándose en la ermita de Greccio, sintió la necesidad de reproducir el misterio del nacimiento, solicitando la autorización del Papa Honorio III.


San Buenaventura (Juan de Fidanza 1217 – 1274), un teólogo y Cardenal italiano, es quien narró este acontecimiento de San Francisco de Asís:

Tres años antes de su muerte, Él (Francisco) quiso celebrar en Greccio el recuerdo del nacimiento del niño Jesús, y deseo hacerlo con toda posible solemnidad, a fin de aumentar mayormente la devoción de los fieles. Para que la cosa no fuese adjudicada a mania de novedad, primero pidió y obtuvo el permiso del sumo pontífice.

En su narración, cuenta que San Francisco, ayudado por Juan de Grecio, inició los preparativos del Belén 15 días antes del 25 de diciembre, escogiendo un lugar abierto que colocaron un paño blanco, llenaron de heno y llevaron un asno, un buey y otros animales.

 

Nueve días antes del 25 de diciembre, convocó al pueblo y celebró una misa en presencia de la representación del nacimiento.

Francisco también celebró la Nochebuena, la que escenificó en una cueva cercana al castillo de Greccio, siendo éste acontecimiento su acto más reconocido.

La inclusión del buey y del asno en el Belén se debió a una lectura de San Francisco en el libro de Isaías: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne» (Isaías, 1,3).

 

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Ciudad Valencia / Redhistoria