De cuando en cuando un perfecto imbécil es elegido presidente. Desde tiempos antiguos la humanidad ha tenido que soportar las locuras de mandatarios que, no se sabe por qué razón, en un momento dado echan a un lado la sindéresis y el sentido común para entregarse a los brazos de Dionisio (o Baco, su nombre romano), dios de la locura y el éxtasis.
La lista es larga y no cabe en esta cuartilla. Desde el tristemente célebre Calígula, quien nombró senador a su caballo, y cuyo inventario de atrocidades es interminable, un emperador loco y sexualmente depravado, que pensó que era un dios viviente, que asesinó a un niño pequeño porque tosía demasiado, que tuvo relaciones sexuales con sus tres hermanas, que asesinó a su hermana embarazada de él y se comió al feto, que convirtió su palacio en un prostíbulo y bebió perlas de gran precio disueltas en vinagre… hasta el “anaranjado” azote de migrantes Donald Trump.
Pero mas cerquita de nosotros, en tiempo y espacio, destacan dos personajes emblemáticos: el brasilero Jair Bolsonaro y el argentino Javier Milei.
El ultraderechista Bolsonaro, excapitán del Ejercito y siete veces diputado por Rio de Janeiro, entre 1991 y 2018, en solo 100 días de gobierno flexibilizó la posesión de armas de fuego en los hogares y ordenó la conmemoración del golpe de Estado de 1964, un evento crucial que derrocó al presidente João Goulart, iniciando un período de dictadura militar que duró hasta 1985. La dictadura brasileña, que se caracterizó por la represión política y la violación de los derechos humanos, marcó un periodo oscuro en la historia del país.
Además, el carioca nombró ministro de Educación a un extranjero, sobre el tema de los desaparecidos manifestó: “Quien busca huesos es un perro”. Defendió el trabajo infantil, el que aparta a los niños de los estudios y que es considerado un crimen contra los derechos de la infancia. Marcó un retroceso en materia de Educación y Salud pública, en tiempos de pandemia se declaró contrario al aislamiento, la cuarentena y el uso del tapabocas, manifestando que el Covid-19 era “solo una gripeciña”.
Este desquiciado, que contó con el apoyo de los militares y del gran empresariado, además del voto evangélico, ya desde el Parlamento asombraba con declaraciones abiertamente favorables a la dictadura y a la tortura, en contra de los derechos elementales de las mujeres, de los negros y de los pueblos indígenas, entre otras posiciones trastocadas.
Mas abajito en el mapa, el albiceleste Javier Milei, un personaje violento disfrazado de león, esgrime una motosierra, herramienta o instrumento icono del paramilitarismo colombiano. Analistas sugieren que la categoría del “loco” en la contienda política es un constructo social que funciona para el hombre que clonó a su perro y habla con él a través de una médium para posicionarse contra la norma y el Justicialismo.
Su camino místico incluye hablar con muertos, como Murray Rothbard, fundador del anarco capitalismo, y con Dios, que fue quien le dijo de meterse en política y que en 2023 sería presidente. Se terminó convenciendo de que su perro Conan, un mastín inglés, no era su perro, sino su hijo.
LEE TAMBIÉN: “Relojes para perros”
El presidente argentino muestra en su biografía una vida de traumas infantiles, raptos místicos, violencia física y psicológica en su hogar, y bullying en el colegio. Milei no sólo es un fiel admirador de Donald Trump y de Jair Bolsonaro, sino que su ambición es devolver a su país a un período de grandeza no especificado: «Que vuelva a ser una potencia mundial».
Podríamos calificarlo como solo un excéntrico o un payaso, tolerar sus gritos y sus insultos y hasta reírnos de sus ocurrencias, pero la realidad nos muestra que su insania viene acompañada de una fase autoritaria caracterizada por brutal represión contra sus adversarios, gases lacrimógenos y palos reprimen de manera recurrente a jubilados y trabajadores.
Por nuestra parte, elevamos junto a los argentinos una plegaria al cielo. ¡Que Dios nos ayude!
Ciudad Valencia / Ismael Noé (N° 3 de la serie #PareceCuentoPeroEsAnecdota)