“Los seres humanos dedicamos grandes esfuerzos a contar a los miembros de nuestra propia especie, las 7.800 millones de personas del mundo”, reflexiona Will Cornwell, ecólogo de la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia) y autor de un trabajo de big data que se acaba de publicar en PNAS que concluye que en el mundo hay 50.000 millones de ejemplares de aves.

El estudio basa sus hallazgos en observaciones de ciencia ciudadana y diversos algoritmos, y ha incluido 9 700 especies de aves, incluidas las no voladoras como emús y pingüinos.

Cuidar 50 000 millones de aves es un esfuerzo global

La observación de aves es un hobby que va ganando adeptos y son miles las personas, profesionales o aficionadas, que acostumbran a pasear con sus prismáticos colgados al cuello y a hacer anotaciones de las especies que ven en sus trayectos.

En conjunto, esta enorme cantidad de datos que se recogen a título individual puede ofrecer una información valiosísima, pero habitualmente se quedaba aislada en los cuadernos de campo.

Hasta ahora: la creciente popularidad de las aplicaciones y sitios web de científicos ciudadanos ha hecho de la observación de aves una forma accesible de interactuar con la ciencia.

Es el caso de eBird, una base de datos en línea que recoge observaciones de aves de todo el mundo, y cuyos datos empleó el equipo australiano para reunir casi mil millones de avistamientos de aves y desarrollar un algoritmo que estimase la población mundial de cada especie.

La información fue proporcionada por más de 600 000 aficionados a las aves entre 2010 y 2019.

 

Este cálculo tuvo en cuenta la «detectabilidad» de cada especie, es decir, la probabilidad de que una persona haya detectado esta ave y enviado el avistamiento a eBird.

La detectabilidad puede incluir factores como su tamaño, color, si vuelan en bandadas y si viven cerca de las ciudades.

 

 

«Si bien este estudio se aplica en aves, nuestro enfoque de integración de datos a gran escala podría actuar como un modelo para calcular abundancias específicas de especies para otros grupos de animales», explica el autor principal del estudio, Corey Callaghan.

«Cuantificar la abundancia de una especie es un primer paso crucial en la conservación. Al contar adecuadamente lo que hay, aprendemos qué especies pueden ser vulnerables y podemos rastrear cómo cambian estos patrones con el tiempo».

De los 50 000 millones de aves observadas, el conjunto de datos del estudio incluye registros de casi todas las especies de aves (92 %) actualmente vivas. Sin embargo, los investigadores dicen que es poco probable que el 8% restante, que se excluyó por ser tan raro que no había datos disponibles, tenga un gran impacto en la estimación general.

 

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‘El club de los mil millones’

Solo cuatro especies de aves pertenecían a lo que los investigadores llaman «el club de los mil millones»: especies con una población mundial estimada de más de mil millones.

El gorrión común (Passer domesticus: 1 600 millones) encabeza este grupo exclusivo, que también incluye al estornino europeo (Sturnus vulgaris: 1 300 millones), la gaviota de pico anillado (Larus delawarensis : 1 200 millones) y la golondrina común (Hirundo rustica  1 100 millones).

50 000 millones de aves
Venezuela posee una gran cantidad de los 50 000 millones de aves en el mundo

 

Por otro lado, alrededor del 12 % de las especies estudiadas tienen una población mundial estimada de menos de 5 000 individuos: el charrán crestado chino (Thalasseus bernsteini), el pájaro matorral ruidoso (Atrichornis clamosus) y el riel invisible (Habroptila wallacii) son algunos ejemplos.

“Podremos saber cómo les está yendo a estas especies repitiendo el estudio en cinco o diez años”, explica Cornwell.

Si bien el equipo confía en sus estimaciones, reconoce que es inevitable tener un cierto grado de incertidumbre cuando se trabaja con conjuntos grandes de datos como este.

Por ejemplo, es más probable que las personas que documentan los avistamientos busquen especies raras.

«Es necesario un rango de incertidumbre al hacer estimaciones a nivel global», dice el profesor Shinichi Nakagawa, ecólogo y estadístico coautor del artículo.

 

«Necesitaremos repetir y perfeccionar este esfuerzo para controlar realmente la biodiversidad, especialmente a medida que los cambios causados ​​por el hombre en el mundo continúan y se intensifican», añade Callaghan.

 

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