Covid-19 virus clasista

El coronavirus no afecta igual a todas las personas, como suele decirse. Las más débiles están mucho más expuestas al virus y a las consecuencias económicas de la pandemia. Y los ricos se las ingenian incluso para ganar dinero con la enfermedad.

La crisis del coronavirus ha puesto de relieve con toda claridad la estructura de clases de nuestro mundo.

 

Un virus de clase

Se podría pensar que el virus afecta a todas las personas por igual, pero ese no es el caso. Un estudio reciente de EE.UU. ha mostrado que la desigualdad es un factor muy a tener en cuenta en la difusión y el impacto del virus.

Cuanto más bajo es el lugar que se ocupa en la escala social, mayor es el riesgo de ser contagiado, de ser hospitalizado y de no sobrevivir al Covid-19.

 

El estudio apunta a tres razones:

En primer lugar, el estado de salud de las personas más pobres es peor; tienen, por ejemplo, problemas de obesidad con más frecuencia. Eso les hace menos resistentes al virus.

En segundo lugar están las condiciones laborales. Los trabajadores mejor pagados han podido con frecuencia trabajar desde casa, mientras que los obreros de base no tienen acceso a ese lujo.

Las profesiones de contacto suelen estar mal pagadas, pero son las que han estado en primera línea de esta batalla. Además, muchas empresas han incumplido y siguen incumpliendo las medidas de seguridad en sus áreas de producción.

 

Por último, los estratos más bajos de la sociedad, como es lógico, tienen menos confianza en el gobierno. Por tanto tienden a cumplir menos las medidas de seguridad o a vacunarse. Además, una vez enfermos les resulta más complicado el aislamiento en casa.

 

Esas tres razones hacen que el SARS-Cov-2 sea en verdad un virus clasista. Las cifras hablan por sí mismas. Los habitantes de los barrios más pobres de una ciudad como Amberes tienen el triple de probabilidades de quedar infectados.

El 10% de ciudadanos más pobres tienen más del doble de posibilidades de ser hospitalizados y hasta cinco veces más posibilidades de morir por Covid-19.

 

Los ricos se hacen aún más ricos

Desde el punto de vista médico, los pobres han sido mucho más golpeados por el coronavirus que los ricos, pero también lo han sido en su bolsillo. Según el Washington Post, la recesión provocada por el covid-19 fue la más desigual en la historia moderna.

Mientras decenas de millones de personas caían en el paro y la pobreza, las 32 mayores multinacionales del mundo vieron aumentar sus beneficios 109.000 millones de dólares, solo en 2020.

El año pasado la cifra de milmillonarios en todo el mundo aumentó en 493 personas, todo un record según la revista Forbes. Al menos 40 de esos nuevos multimillonarios están relacionados con compañías implicadas en la lucha contra el covid-19, como Stéphane Bancel de Moderna y UğurŞahin de BioNTech.

Los gigantes farmacéuticos contaron con subvenciones muy generosas y el apoyo de los gobiernos para desarrollar las vacunas, pero se les ha permitido que se embolsen los descomunales beneficios.

 

La riqueza conjunta de esos multimillonarios creció unos escalofriantes 5.100 millones de dólares entre marzo de 2020 y marzo de 2021, un incremento del 62 por ciento.

Esta fabulosa cantidad equivale a la riqueza que producen 3.000 millones de personas en un año (1). Nunca se han importado tantos Ferraris y Lamborghinis a Bélgica como el año pasado, “el año del coronavirus”.

 

Vacunas: una cuestión de vida o muerte de distinta disponibilidad

La gran baza en la lucha contra el coronavirus es la vacuna. Las personas no vacunadas tienen 29 veces más probabilidades de ser hospitalizadas y 11 veces más probabilidades de morir de covid-19.

El Servicio de Salud Británico calcula que las vacunas han salvado 100.000 vidas en ese país. Para EE.UU. y la UE en conjunto, dicha cifra asciende a 1,4 millones de vidas salvadas.

Las personas no vacunadas son también fuente de nuevas cepas. Esto es lo que ocurre en regiones con una baja tasa de vacunación, que pueden convertirse en caldo de cultivo porque el virus encuentra muchos huéspedes a los que atacar.

Cuanto más tiempo pasen esas personas sin vacunar, más probabilidades existen de que se desarrollen nuevas cepas resistentes a las vacunas.

Esa es la razón por la cual la conducta acaparadora de los países ricos resulta tan escandalosa y cortoplacista. Según la ONU, los 30 países más pobres solo habían vacunado al 2% de la población a fecha de 30 de agosto, frente al 57% de los países de renta elevada.

 

En la República Democrática del Congo, la tasa de vacunación es del 0,1%, en Haití del 0,24%, en Chad del 0,27% y en Tanzania del 0,36%.

Los científicos han indicado que las actuales vacunas funcionan tan bien que la mayor parte de la gente no necesita una dosis de repuesto todavía. No obstante, EE.UU. ya está poniéndola en marcha e Israel incluso está preparando la administración de una cuarta dosis.

El programa COVAX es una iniciativa de la ONU para proporcionar vacunas a precios razonables a los países del Sur global. Hasta la fecha, solo se han entregado un 11% de las 2.000 millones de dosis prometidas.

Aún resulta más escandaloso que países ricos como Gran Bretaña, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Arabia Saudí y Qatar hayan comprado cientos de miles de dosis de vacunas COVAX para uso propio.

Mientras los países ricos pronto tendrán un superávit de más de 1.000 millones de dosis, según la Organización Mundial de la Salud unas 10.000 personas mueren a diario de coronavirus, algo que sería “totalmente prevenible” si las vacunas se distribuyeran de manera más justa. ¿Es posible hallar mejor ejemplo de un virus clasista?

 

 

Nota:

(1) Me refiero a los habitantes de África (excluyendo a Nigeria) y de Asia Meridional

Este artículo se basa en un artículo publicado originalmente en neerlandés y ha sido traducido al inglés por el autor.

Traducido del inglés para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Autor: Marc Vandepitte, filósofo y economista belga, escritor de numerosos libros sobre las relaciones Norte-Sur, América Latina, Cuba y China.

 

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Ciudad Valencia / rebelion.org