#Opinión: «Elecciones», por Héctor Agüero

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El derecho a expresar una opinión, hablar, expresarse, participar, debatir, entre otros reclamos ciudadanos, en consecuencia, también a votar, tiene su origen en la Declaración de los Derechos Universales del Hombre- hoy se añadiría, y de la mujer- finalizando el siglo XVIII.

Esta condición se les otorgó a los señores que regían el destino de naciones, un puñado, fueron los llamados Grandes Electores, después se le concedió a aquellos que sabían leer y escribir y que fuesen del sexo masculino, inventaron las elecciones de segundo grado. Las que rigen en EEUU. Les tocó luego a las mujeres y a regañadientes se les permitió votar gracias a las heroicas jornadas de lucha que promovieron las sufragistas británicas en esa caja de sorpresa que se llama Reino Unido o Inglaterra.

Después en estas latitudes y hasta bien entrado el siglo XX el derecho a votar correspondió a los negros, mujeres, analfabetos, indígenas, pueblos originarios, en apariencia a todo el mundo y venía con este derecho la pregunta que lo sustentaba; para que votar. Fue fácil encontrar respuesta. Para vivir en democracia. La mayoría no sabía el significado del término, pero un grupito de la elite lo asoció con libertad y acuñó otras palabras como dictador y dictadura a quienes se opusiesen. La gran manipulación.

No olvidemos que la forma de gobierno de los antiguos griegos era democrática, pero permitían la esclavitud. Como la democracia implica que el pueblo es quien gobierna los pensadores franceses concluyeron que para que este sistema funcionara debía establecerse una regla ineludible, es elegido quien mayor número de votos saque. En este milenio repleto de asombros las fuerzas progresistas, izquierdistas o de avanzada fueron convirtiéndose en gobiernos en naciones hasta ese momento en manos de las garras imperiales europeas o producto de la descolonización.

Ante esta oleada la derecha contraatacó. Comenzaron, en América Latina a sucederse con mucha puntualidad los golpes de estado que no son otra cosa que la reacción de la derecha cuando pierde elecciones. Esta afirmación es válida para los sucesivos golpes desde los tiempos de Jacobo Arbenz en Guatemala en los años 50 del XX, el golpe contra Allende, hasta el todavía reciente y latente golpe de Estado en Bolivia que derrocó a Evo Morales.

La derecha que no cree ni en el voto ni en la democracia porque es heredera de la monarquía y recordemos que los monarcas eran elegidos por Dios, conserva aún estas formas anticuadas de gobernar, ahí tenemos el paradójico ejemplo de España, que cada tanto tiempo realiza elecciones para elegir al Jefe de Gobierno y este personaje a su vez jura ante el rey para legalizar su mandato. Patético.

Con la llegada al poder mediante las urnas de Lula, Chávez, Kirchner, Correa, Evo, la derecha ha intentado modificar el tablero político y ha recurrido a una cantidad de artimañas, como el Lawfare o judicialización, al acta mata votos, al fraude electoral, el golpe de estado, la demonización de los dirigentes populares y la fórmula más reciente la ha propuesto el marqués peruano Vargas Llosa, excelente literato y pésimo político, que es la de votar bien. Confieso que no he logrado entender y desentrañar la frase vargasllosana. Me imagino que es producto de sus tertulias madrileñas con Leopoldo López.

Digo esto porque el marqués Vargas fue derrotado electoralmente por el ingeniero Fujimori hace varias décadas, ha denunciado en más de una ocasión las continuas violaciones a los DDHH del fujimorismo, ha sido un acérrimo enemigo de Keiko, hija y heredera de su padre.

Cuando al mencionado Nobel se dio cuenta que el maestro rural Pedro Castillo podía ganar las elecciones peruanas invocó a la derecha, a los centristas y también a los invisibilizados a que votaran bien que no se les ocurriera votar por un desconocido que a lo mejor era un comunista disfrazado que terminaría desplazando los encopetados señores del Palacio de San Martin en Lima. Lo demás es historia conocida.

La señora Fujimori calumnió, provocó y pataleó hasta que pudo, Castillo resultó electo y la derecha peruana pública y descaradamente intenta tumbarlo al igual que la oligarquía boliviana a Luis Arce presidente de Bolivia.  Son como Jalisco cuando pierden arrebatan.

 

Héctor Agüero