El Patrimonio Cultural Inmaterial: alimento espiritual de las comunidades | María E. Franco

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Patrimonio Cultural Inmaterial

Los pueblos, los grupos sociales suelen construirse a partir de sus creencias y de sus maneras de pensar y actuar. Estas características se manifiestan en diversas expresiones culturales, que a su vez definen y establecen la estructura de un pensamiento colectivo.

Estas expresiones que forman parte de la vida de las comunidades y que esas comunidades reconocen como elemento fundamental de sus vidas, es lo que se define como Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI). Los signos, significados, símbolos, el ciclo vital; los aspectos espirituales que acompañan el andar de esas comunidades y que forman parte de su cultura. Esa cultura de la cual participan y son actores principales, haciendo públicos y comunes los significados sociales.

Desde un tejer en lo cotidiano de sentidos, latidos, haceres y saberes, el patrimonio cultural inmaterial es una construcción social y colectiva, que se transmite de generación en generación, como parte de un vivir humano, generando una identidad que viene a conformar el multidiverso mundo de las culturas, sumando las piezas de las culturas nacionales, regionales y  locales; como un ejercicio de respeto y aprecio hacia las diversas manifestaciones de los pueblos.

 

El Patrimonio Cultural Inmaterial, es un concepto bastante reciente en las diferentes esferas de la gobernanza cultural, a pesar de que todo lo que significa y contiene es parte de los colectivos, pueblos y naciones que le dan vida, desde tiempos inmemoriales.

La Convención para la Salvaguardia del 2003 (UNESCO), lo define y dada su importancia, apuesta estratégicamente por comprometer a los Estados en la necesidad de conocer, fomentar, valorar y transmitir este PCI, así como también hace énfasis en la importancia de fortalecer las capacidades de los diferentes actores e instituciones de cuya acción depende la existencia y disfrute de las expresiones, usos, oficios, prácticas y sentidos que lo componen. Entonces, las comunidades resultan un escenario importante del trabajo social, del trabajo cultural, pues es en ella donde se dinamizan los procesos de participación ciudadana, para reafirmar los valores y la identidad.

 

Existe una relación intrínseca entre las comunidades y su PCI. Todos los elementos que forman parte de las manifestaciones culturales tienen que ver con las dinámicas comunitarias y, por ende, con su propia identidad. Por esta razón, la participación es una pieza clave para proteger el PCI y para gestionar su salvaguardia. Una participación amplia, tanto de los diversos miembros de la comunidad portadora en expresar sus manifestaciones y prácticas culturales, como la participación de las comunidades con el estado y otros actores.

La comunidad, unida por una red social que esta tejida por diferentes vínculos y acciones de cooperación.  La comunidad como una gama de relaciones sociales que da configuración a la pertenencia y a la identidad.

Pero también la comunidad como ese espacio donde las personas tienen la capacidad de ser sujeto y protagonista de sus acciones y decisiones. Y por eso, es en la comunidad donde las personas tienen la oportunidad de manera más cercana, para incidir en el cambio y en la mejora de sus condiciones de vida.

 

La organización y participación de las comunidades portadoras es lo que motoriza y hace posible la transmisión de los saberes del Patrimonio Cultural Inmaterial, el cual tiene dentro de sus ámbitos a las tradiciones orales y los usos sociales, las artes del espectáculo, los rituales y actos festivos, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo y las técnicas artesanales y tradicionales.

Estar inmerso en el mundo que existe alrededor de cualquier celebración tradicional de una comunidad, es ver y tocar la fibra sensible de sus practicantes, es poder conocer cómo ellos piensan, como viven, que aspiran, con que sueñan. Más aun, ser parte de ese tejido, representa una gran responsabilidad con la memoria colectiva de los territorios y sus saberes.

 

El patrimonio cultural inmaterial de una comunidad, de un colectivo tradicional, tiene un contenido espiritual y afectivo que forma parte del alma de quienes lo practican. Desde esos saberes, esas comunidades encuentran un asidero que les permite seguir conviviendo y uniendo voces mediante el trabajo colectivo y el desarrollo de múltiples habilidades, produciendo a través de su Patrimonio Cultural Inmaterial, un alimento indispensable a la humanidad, algo muy especial para sus espíritus, que da vida, que da energía, que une, congrega y cohesiona sus acciones para seguir tejiendo redes a través del conocimiento, de la espiritualidad y de los saberes compartidos.

 

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