Los perros ciegos

Los perros, al igual que las personas, pueden sufrir diferentes circunstancias o patologías que les provoquen un estado irreversible dejándolos ciegos.

Entre las principales causas podemos encontrar las cataratas provocadas por edad avanzada o por patologías como la diabetes mellitus, los traumatismos y accidentes, las neoplasias, las intoxicaciones o ciertos síndromes genéticos y/o degenerativos como la atrofia progresiva de retina.

 

El sentido principal de los perros no es la vista, sino el olfato, seguido por el oído. Esto implica que, para ellos, perder la vista no es tan incapacitante como lo puede llegar a ser para nosotros.

 

¿Un perro ciego es feliz?

La felicidad de los perros no depende de su capacidad visual, por lo que si el animal está bien atendido, todas sus necesidades emocionales, sociales y fisiológicas están adecuadamente cubiertas y cuenta con la compañía de unos tutores que le quieren y se preocupan por su bienestar, un perro ciego no sufre y será perfectamente feliz.

 

¿Cómo saber si un perro ciego sufre?

Si tu perro ha nacido ciego o se ha quedado ciego de manera progresiva, es muy probable que no veas grandes cambios en su comportamiento a medida que pasa el tiempo, pues ha tenido la oportunidad de ir adaptándose poco a poco a la pérdida de visión.

Existe más probabilidad de que se asuste o se haga daño al no ser capaz de ver un potencial peligro (objetos contra los que puede golpearse, otros animales en medio de su camino, etc.), lo que quizá haga que el perro se vuelva algo más cauteloso o tímido, pero en ningún caso esto supone un sufrimiento para él.

 

Los perros que se quedan ciegos de manera muy repentina pueden mostrarse, como es lógico, más asustados e inseguros durante un tiempo, y esto lo pueden manifestar en comportamientos como los siguientes:

 

  • Se esconde bajo de muebles, en esquinas o en lugares aislados.
  • No responde cuando se le llama o emite señales de calma (se relame, gira la cabeza, mantiene la cola en posición baja y la mueve, agacha la cabeza, etc.).
  • Se muestra desorientado y no se atreve a avanzar.
  • Camina de manera extraña.
  • Rechaza comer, jugar o interactuar con otros animales.
  • Gime, se asusta o lloriquea cuando detecta algún obstáculo en su camino o cuando escucha algún ruido extraño.
  • Pasa mucho tiempo nervioso, jadeando, temblando o salivando.

 

En este caso, te recomendamos contar con ayuda de un etólogo o un veterinario especialista para que te eche una mano durante el proceso de adaptación de tu perro.

Enseñarle comandos básicos para orientarle, propiciarle un ambiente seguro, estable y tranquilo, y estimular el uso de sus otros sentidos, especialmente del olfato, le ayudarán a ganar confianza en sí mismo y a mejorar su bienestar.

 

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Ciudad Valencia/Experto Animal